Los mexicanos estamos en un momento crucial para definir el futuro que deseamos, ojalá y la mayoría lo entienda así, porque este próximo domingo 2 de junio, estamos convocados para ejercer nuestro derecho democrático de votar. Decidiremos entre una pluralidad de candidatos que ocuparán cargos públicos: presidente de la República, senadores, diputados, gobernadores y presidentes municipales. Recordemos que aún tenemos un Estado democrático, lo peligroso es que la verdadera propuesta del partido en el poder es cambiarlo por un Estado autoritario, donde el poder lo ejerce una sola persona y todos los disidentes a él, son perseguidos y callados por la fuerza. Estamos es una situación que no podemos tomar a la ligera, recuerde que las apariencias engañan, y en estos momentos lo estamos viviendo.
La definición de apariencia hace referencia a un aspecto o parecer exterior de alguien o algo. Es común que la mayoría de las personas la utilicemos para cubrimos, para disimular y ocultar así la realidad, para evitar exponerse ante los otros tal y como somos. La apariencia es un hecho solamente observable, no comprobable, no se tiene la certidumbre de que es verdadero; la utilizamos para fingir, engañar, caer en la simulación. La apariencia es lo que se exhibe, lo que se expone, el exterior, la fachada, la envoltura, que es muy diferente a lo que realmente somos, es decir, es la sensación visual que utilizamos para percibir en las cosas, la forma, el tamaño, su brillo, su transparencia, los atributos perceptivos que tiene lo que se observa.
Si examinamos el concepto desde el punto de vista filosófico, éste lo considera como el conocimiento incompleto y superficial, en oposición a la realidad, al conocimiento profundo y verdadero. En la vida cotidiana las personas nos dejamos llevar sólo por lo que observamos sin comprobar que sea verdadero. Ya lo decía Platón “la apariencia es engañosa y temporal, y lo que percibimos a través de nuestros sentidos es una copia imperfecta de la realidad verdadera”. También Aristóteles señalaba que es “banalizar la distinción entre apariencia y realidad, mostrando que ella permanece a salvo mientras no se intente fundarla del poco apodíctico que el escéptico exige”. Es decir, la apariencia es la manifestación directamente accesible de la percepción sensorial, de lo superficial, no del fondo.
En estos momentos de fragilidad política, es muy fácil caer en el error y emitir un voto por la persona incorrecta, no se trata de sólo enfocarnos en la apariencia de los candidatos, con esto me refiero a que hablen bonito, se vistan bien, abracen a todos los simpatizantes, le hablen a los electores con amabilidad, bailen bonito, se coman los alimentos que les ofrezcan, sean bien parecidos, a que estén un partido político diferente al que aborrecemos, que visite las colonias y toquen a su puerta con una gran sonrisa, que le ofrezcan promesas que nunca van a cumplir o una buena cantidad de dinero, que le regalen cualquier tipo de cosas, a cambio de su voto. ¡No lo permita!
Es una obligación ciudadana no sólo votar por lo observamos, por las apariencias, ¡No! Si lo hacemos es seguro que caigamos en un gran error, es necesario conocer a los candidatos a fondo, ¿Cómo hacerlo? es muy simple, investigue en sus acciones sus valores éticos, su grado de estudios, su experiencia en el gobierno, la viabilidad de los proyectos durante su gestión, su recorrido en la política, en qué partido o partidos a militado, que problemas públicos resolvió, si es coherente su discurso con los hechos, si es una persona honorable, honesta, responsable, que realmente le preocupe el pueblo y no se sirva de él.
Con ello, evitaremos lo que lamentablemente ha pasado, elegir actores, modelos, locutores, cantantes, en fin, personas que utilizan su fama para obtener poder, y no tienen la mínima preparación académica, menos aún conocimientos, ni experiencia para ocupar puestos públicos; o bien, políticos que no hayan cumplido con lo que prometieron, que cancelen programas prioritarios para la población, que tomen como bandera el engaño, que nieguen los hechos, y oculten su perverso propósito: dividir a los mexicanos para lograr mantenerse en el poder por siempre. Querido lector le recuerdo que en sus manos está el destino que deseamos, por ello, no debemos votar con el estómago, hay que razonar el voto, está en juego nuestra paz y libertad.
Autor
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Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
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