¿Y si en lugar de “guerra” y “abrazos” tuviéramos mejor seguridad?
La estrategia de seguridad, cuando se examina a través de esta lente, parece estar impulsada por consideraciones políticas más que por principios científicos o jurídicos
La seguridad pública es la principal preocupación de los mexicanos en este momento. Lamentablemente, resulta desalentador saber que esta cuestión se está explotando con fines políticos durante las campañas electorales.
Provocar controversias políticas en el ámbito de la seguridad, en última instancia ayuda a los delincuentes, creando una situación surrealista que recuerda a Kafka: mientras los políticos se señalan unos a otros, el crimen prospera en una atmósfera de calma imperturbable.
En mi opinión, es un error atribuir el aumento de los homicidios en México a la “guerra” de Felipe Calderón desde la óptica oficialista o a los “abrazos, no balazos” de López Obrador, como argumenta la oposición.
La falla radica en culpar a quienes tienen la tarea de combatir el crimen, como si ellos mismos fueran responsables. Esto es similar a sugerir que la estrategia de seguridad del Estado es la causa fundamental de la delincuencia, y no los individuos que cometen los crímenes. Una retórica inquietante.
Desde el inicio de sus campañas, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez insistieron en lo mismo. Sin embargo, este debate no aporta ninguna ventaja ni a las candidatas ni a la sociedad. La ciudadanía espera con impaciencia una mejor respuesta.
Además, es perjudicial para el Estado, ya que el juego político distorciona la realidad e impide a las fuerzas de seguridad ejecutar las acciones necesarias para salvaguardar a los ciudadanos.
Consideremos un escenario en el que los expertos recomiendan una intervención militar, que implique el uso de la fuerza, en una comunidad devastada por el crimen. Algunos políticos podrían interpretar que esta acción pertenece a la «guerra» de Felipe Calderón, lo que dificultaría su aprobación.
Si ganara la oposición, podría presentarse algo similar. La implementación de un programa de reinserción social de los delincuentes enfrentaría resistencia, ya que algunos podrían vincularlo con la polémica estrategia de «abrazos, no balazos» de López Orador.
Independientemente del punto de vista político o ideológico, ambas perspectivas, si bien no están completamente divorciadas de la realidad, son absurdas. Los dos ejemplos encajan con una de las tesis desarrolladas por Michel Foucault en «Vigilar y castigar», donde expone cómo el sistema politiza el problema de la delincuencia a su conveniencia.
La estrategia de seguridad, cuando se examina a través de esta lente, parece estar impulsada por consideraciones políticas más que por principios científicos o jurídicos. Cualquier esfuerzo por realizar un análisis técnico para la toma de decisiones resultaría inútil. Es evidente que la percepción de la «realidad» está fuertemente influenciada por la polarización y la lucha por el poder.
Mientras el conflicto persiste, las tasas de criminalidad en México siguen aumentando. Algunos niveles se encuentran entre los más altos del mundo.
A pesar de que los expertos han propuesto medidas de seguridad eficaces, los políticos siguen sin estar convencidos. En vista de esto, es hora de implementar un nuevo enfoque. Escuchemos a los ciudadanos.
Durante una entrevista con Joaquín Cosío, quien interpretó a El Cochiloco en la película “El Infierno”, el entrevistador preguntó sobre las razones del aumento de homicidios en México. La respuesta del actor fue innegablemente contundente, y lo suficientemente impactante para llamar la atención de los equipos de las candidatas presidenciales: “Porque se puede”, indicó.
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