A LA BÁSCULA

Que se coma un gusanito

A los padres de niños con cáncer a los que se les dejó sin el medicamento para sus tratamientos, los llamó golpistas; se negó a recibir a las madres buscadoras de México –aunque sí recibió en Palacio a una abuela de la Plaza de Mayo argentina— para evitar ‘politiquería’; a los médicos del sector público de la primera línea durante la pandemia les regateó la aplicación de la vacuna, y a los de los hospitales privados en primera instancia se las negó a pesar de que el consenso a nivel mundial era que los trabajadores de la salud se vacunaran primero, y en México particularmente era urgentemente necesaria su aplicación inmediata porque en ningún otro país habían muerto tantos trabajadores de la salud. “Tienen que esperar. Todos nos vamos a vacunar”, les dijo.

A las mujeres que protestaron por el gran número de feminicidios registrados en el país, las acusó de convertirse en un movimiento opositor que buscaba ‘afectar’ a su gobierno, y las calificó como ‘conservadoras’; a los científicos e investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) los acusó de delincuencia organizada, lavado de dinero y delitos de corrupción sin aportar una sola prueba, por lo que 16 meses después recibieron el equivalente a una sentencia absolutoria.

A los trabajadores del Poder Judicial de la Federación los acusó de estar siendo manipulados para proteger los privilegios de los altos funcionarios, como si no tuvieran criterio propio o fueran retrasados mentales.

Ahora a los damnificados por el huracán Otis que golpeó la costa guerrerense y devastó Acapulco, y que buscaban llegar hasta Palacio Nacional para exigir el apoyo del gobierno federal porque una gran cantidad de habitantes de colonias populares del puerto y las comunidades rurales de al menos 47 municipios siguen sin contar con lo mínimo, y piden al menos agua y alimentos, ya también les insultó y agredió, calificándolos de ser ‘de los partidos que están contra nosotros’.

A los guerrerenses, además, les jugó el dedo en la boca –pues cómo no, a poco se le iban a escapar—al emitir la declaratoria de emergencia en 47 municipios, lo que hizo albergar la esperanza de que a sus habitantes también les llegaría la ayuda. Pero no, esa declaratoria duró apenas unas horas porque enseguida les retiraron esa etiqueta ¡a 45 de ellos!, y la declaratoria solamente se la dejaron a Acapulco y a Coyuca de Benítez. La declaratoria la había publicado en el Diario Oficial de la Federación la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, pero en la reculada, se responsabilizó de ‘un error’ a la titular de Protección Civil, Laura Velázquez.

En el país del presidente ‘más humanista de la historia’ y donde todos tienen el derecho de protestar, a los integrantes de la caravana de Guerrero denominada ‘Acuérdate de Acapulco’ les impidieron el paso y hasta fueron encapsulados por la policía capitalina, para que no avanzaran hasta Palacio Nacional. Avanzaron unas cuadras más a pie y apenas pisaron la plancha del Zócalo sin conseguir su objetivo de llegar al Palacio, y exigirle al principal inquilino los apoyos para lo más básico ante el total abandono institucional en que se encuentran tras el impacto del huracán Otis.

Uno de los grupos de guerrerenses ha dicho que si no son escuchados irán a tomar los carriles centrales de Paseo de la Reforma, pero ya lo dijeron y con eso alertaron a las autoridades del ‘gobierno más humanista’ en la historia del país. Ellos quieren instalarse en un plantón permanente justo en el sitio donde alguna vez opositor, Andrés Manuel y sus huestes se apoderaron de la avenida más importante de la Ciudad México.

Lo que los guerrerenses no saben, es que el dueño de las calles de este país es Andrés Manuel López Obrador y él es el único que puede tomarlas; tampoco saben que posee en exclusividad el derecho de descalificar, insultar, agredir, humillar a todos los piensen diferente a él o contradigan sus posiciones y que, en el último de los casos, si alguien opina, piensa o externa posiciones contrarias a las del rey del Palacio, le queda una opción más: victimizarse.

Nadie en este país, se puede decir víctima, y menos del actual gobierno. Si mueren niños con cáncer por falta de medicamentos, si fue el país en que más integrantes del sector salud murieron porque se les regateó la vacuna durante la pandemia, si las madres siguen por años buscando a sus desaparecidos, si los casos de feminicidios van en aumento, si los guerrerenses –acapulqueños principalmente- lo perdieron todo y viven en la calle o al menos a la intemperie, no tienen derecho a quejarse de nada, porque según el supremo, en este país él es el que tiene la exclusividad de victimizarse.

Pobrecito, como dice la canción, nadie lo quiere, todos lo odian, mejor que se coma un gusanito.

 

laotraplana@gmail.com.mx

 

@JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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