¿Importan los partidos políticos?
Nadie puede negar que la confianza en los partidos políticos está en su punto más bajo. Según el Informe Latinobarómetro 2023, solo el 36 % de los encuestados mexicanos y el 21 % de los latinoamericanos creen que estos organismos funcionan bien en términos de su contribución a la democracia.
Quizás por eso los partidos políticos tienen una presencia cada vez más difusa en la propaganda y las estrategias comunicativas utilizadas en las campañas electorales. Los logotipos que antes eran el orgullo de la militancia quedan reducidos al mínimo en los espectaculares publicitarios y en los anuncios de televisión, como si alguien intentara ocultarlos deliberadamente.
Así, desde hace varias elecciones, la imagen de los candidatos prevalece en menoscabo de las ideas, las propuestas y las plataformas registradas por los partidos políticos. Los rostros (a menudo retocados por el Photoshop), la altura, la forma del cuerpo, el tono de voz, la vestimenta, la retórica e incluso las habilidades teatrales se resaltan lo máximo posible para influir a los votantes.
Su trayectoria y sus verdaderas capacidades para gobernar se olvidan cuando los spots de televisión convierten a los candidatos en artistas, caracterizados por un rostro atormentado por la pobreza, o derramando una lágrima ante el drama de los migrantes.
No debería sorprender, entonces, que el marketing siga prevaleciendo sobre la ideología y las políticas públicas propuestas por los partidos en la próxima campaña electoral.
Ahora bien, este no es un callejón sin salida. Se trata de una transición hacia la era digital. Los partidos políticos deben adaptarse a esta nueva época para evitar quedar marginados en las elecciones. Lo más importante es participar activamente en las discusiones sobre el modelo de desarrollo y las alternativas para abordar los problemas urgentes que aquejan al país, tarea que no debe ser exclusiva de las candidatas.
En este sentido, coincido con algunos analistas en que la percepción desfavorable que la gente tiene de los partidos políticos (razón por la cual los candidatos tienden a distanciarse de sus colores y logotipos), se debe a que se ha vuelto imposible distinguir entre sus ideologías; los votantes ya no saben si determinado partido es de izquierda o derecha, y esto se vuelve menos claro cuando forman una coalición.
El resultado es una pérdida de la identidad y una disminución de la identificación de la gente con los partidos políticos. ¿Se sabe con certeza qué ideología apoyan el PRI, PRD, PVEM o PT?
No hay duda de que esto también ha llevado a que los partidos políticos en México se estén convirtiendo en “cacha votos” y “cacha líderes” a medida que suman a sus propias filas a liderazgos de fuerzas rivales para atraer más simpatías, a pesar de que históricamente estas personas siempre se opusieron a la ideología que ahora defienden. No hace falta decir que este travestismo político confunde a los ciudadanos, alejándolos de los partidos.
Otro factor que contribuye a la disminución de la confianza ciudadana es que las elecciones se han convertido prácticamente en una cuestión comercial. Los candidatos son presentados como productos, validados a través de la publicidad y la imagen, mientras se ignoran sus cualidades para gobernar y la agenda programática del partido que representan.
En fin, se avecina un proceso electoral que hará que los partidos políticos rindan cuentas. Las urnas castigarán a algunos y recompensarán a otros.
Curiosamente, sin embargo, el retorno de los partidos políticos en cada fase de las elecciones, no solo como maquinarias electorales, terminará siendo crucial para la democracia en México.
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