La bióloga Valeria Souza señala que se podría cerrar el canal de Saca Salada, de donde se extrae 90 por ciento del agua todos los días, pero «el Gobierno de México no se ha ocupado del asunto
Ciudad de México.- A la pregunta sobre cómo llegó a ese oasis con forma de mariposa en el desierto de Coahuila, la bióloga Valeria Souza contesta: «Yo digo que Cuatro Ciénegas nos buscó».
De forma inesperada, narra la científica en entrevista, la NASA tocó a su puerta en 1999, buscando especialistas mexicanos en microbiología y evolución.
Ella, una exploradora por naturaleza, no podía negarse, aunque su compañero de vida y de ciencia, el también biólogo Luis Eguiarte, tenía ciertas reservas -quizá porque los hijos aún eran muy pequeños-, pero al final logró convencerlo de que fueran.
«Y fue amor a primera vista», cuenta Souza (Ciudad de México, 1958).
«Mi marido, que tenía miedo de que me enamorara del sitio y desviara mi atención a Cuatro Ciénegas, pues sí, tenía toda la razón: desvié toda mi atención al valle, y la vida no volvió a ser la misma.
«La mitad de mi vida científica ha sido Cuatro Ciénegas», remarca quien halló en ese sitio olvidado por el tiempo una oportunidad de explorar el pasado de las comunidades biológicas de la Tierra, y donde también despertaría su férrea vocación como conservadora.
A 24 años de haber emprendido esa incursión, con importantes hallazgos científicos y una vehemente defensa de aquel «laboratorio vivo» a cuestas, la bióloga ha decidido pasar la estafeta y despedirse de Cuatro Ciénegas, paraíso moribundo, al que parecen quedar no más de cinco años de vida a causa de la sobreexplotación de los acuíferos.
«Mi corazón no aguanta que se vuelvan a morir más tortugas», comparte la investigadora del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, que con un último encuentro con estudiantes en marzo pasado cedió las herramientas de la ciencia y la responsabilidad de la conservación a las futuras generaciones de «cieneguenses», como ella les dice.
«Les toca a ellos cuidar Cuatro Ciénegas, no a mí. Yo no tengo ni un metro cuadrado ahí, no tengo derecho ni a tierra ni de agua, y los que tienen que demandar a Conagua (Comisión Nacional del Agua) y a las autoridades federales son los dueños del agua y de la tierra», dice a Grupo Reforma. «Hay una inversión millonaria en los hoteles, y si se quedan sin agua eso se vuelve tierra muerta».
‘EL MAR DEL PASADO’
Desde muy pronto, los expertos mexicanos encontraron que la percepción de la NASA sobre aquel ecosistema designado como área protegida en 1994, y posteriormente reconocido como Reserva de la Biosfera por la UNESCO, se había quedado corta.
«O sea, Cuatro Ciénegas no sólo no era un modelo de Tierra primitiva, que era lo que ellos pensaban que parecía, sino que había guardado a la Tierra primitiva, con los bichos ancestrales. Y eso nadie lo había imaginado siquiera», señala Souza, del Laboratorio de Evolución Molecular y Experimental del IE.
Mediante una serie de pruebas de ADN ambiental, el equipo del que era parte probó que la enorme diversidad microbiana de este oasis conservó las condiciones de un mar ancestral en la montaña San Marcos y Pinos.
«Nuestra investigación demostró que San Marcos y sus sedimentos marinos profundos formaron tapetes microbianos llamados estromatolitos, que son nada más y nada menos que la evidencia más antigua de vida en el planeta», ha explicado la científica.
El primero en idear la posibilidad de ese mar fue el ictiólogo Wendell Minckley, quien había investigado la fauna marina de Cuatro Ciénegas prácticamente desde el año en que nació Souza -advirtiendo el riesgo para la riqueza biológica por la construcción de canales de irrigación-, e intuía que algunos caracoles muy pequeños en el sitio comían lo mismo que los nutría en una ventila hidrotermal del Océano Pacífico hace 200 millones de años.
«Él me encargó a mí demostrarlo y protegerlo, luego murió. No pudo saber que tenía toda la razón, que sí se había guardado el mar, nada más que no el de hace 200 millones de años, sino el de miles de millones de años», relata Souza.
«Minckley imaginó ese mar, y cuando en 2002 encontramos las primeras evidencias de que tenía razón, es al mismo tiempo que abren los pozos en el valle de El Hundido, al sur de Cuatro Ciénegas, y empieza la batalla por el mar del pasado».
Y es que lo que propició el deterioro de esta suerte de «máquina del tiempo», muchas veces equiparado con las Islas Galápagos como ecosistema único y de enorme diversidad biológica, es el desvío del agua del humedal para impulsar el desarrollo agrícola masivo en valles vecinos.
«El humedal guardó mucha agua del pasado, sobre todo mucha agua de las glaciaciones cuando se derritieron los glaciares que estaban en las montañas. Pero esa agua del pasado es finita, se acaba, y regar campos de alfalfa día y noche es la mejor manera de acabarse un presupuesto hídrico», expone la científica.
…Y CONAGUA, OMISO
Corporativos de la talla de Nestlé, Boreal y Alpura son algunos de los que han explotado los pozos, al igual que Lala, regando los cultivos de alfalfa con la que se alimenta a las vacas. Ésta última, no obstante, terminó por cambiar la dieta de sus vacas, cerrar los pozos y sumarse a los esfuerzos de educación ambiental.
En tres ocasiones se consiguió la publicación en el Diario Oficial de la Federación de vedas a la extracción del agua en los diferentes valles, pero desafortunadamente, esto no fue suficiente para frenar la devastación por la actividad campesina.
«Lo que pasa es que hay que educarlos a que se puede sembrar otra cosa. En lugar de pasar el camión que les compra la alfalfa a 2 pesos el kilo -kilo que tomó 10 mil litros en crecer-, que pase un camión que compre melones, que crecen muy bien y usan mucho menos agua. O que compren nopales u otras cosas.
«El Gobierno de México no se ha ocupado del asunto», agrega Souza. «Pero, sobre todo, es porque la Conagua no ha hecho su tarea; nunca va a medir cuánta agua saca quién. Es más, ni siquiera tiene un inventario».
Conagua, prosigue la científica, podría cerrar el canal de Saca Salada, de donde se extrae 90 por ciento del agua todos los días; «pero les da flojera lidiar con los ejidatarios que están hasta el ejido 8 de enero en Monclova», acusa. «Tampoco hay Presidente que les diga: ‘Detente'».
Y aunque hace unos años lograron cerrar dicho canal mediante una represa, construida con el apoyo de donaciones ciudadanas, con lo cual el río Mezquites renació y se volvió a poblar de tortugas, después llegaron campesinos con machetes en mano y la destruyeron.
«Lo más importante es que le pude demostrar a la gente de Cuatro Ciénegas que se puede reparar el daño, se puede hacer que renazcan los ríos», resalta Souza, cuyas acciones de conservación del sitio le granjearon alguna vez amenazas de que sería apedreada durante un congreso.
«El Gobernador me mandó unos guaruras, nadie me lanzó ninguna piedra y las gentes del pueblo de Cuatro Ciénegas me pedían disculpas cuando iba a comprar helado, porque hemos trabajado con sus niños y jóvenes desde 2004».
Uno de ellos, Héctor Arocha, de los primeros a quienes hace 20 años Souza explicó qué son los estromatolitos y por qué hay que salvarlos, hoy día tiene un doctorado en biotecnología, dirige el museo Génesis y es el científico a cargo del plan Cuatro Ciénegas 2040.
Es en él, y en los jóvenes que vienen detrás suyo desde el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA) 22, en quienes ha dejado la responsabilidad de defender tal oasis la bióloga de la UNAM, que en lo que le resta de vida académica, unos 5 años, dice, prevé dedicarse a varios proyectos relacionados con los océanos y la crisis climática.
«Yo tengo esperanzas de que va a ganar la gente y va a perder Conagua», sostiene, segura además de que el tema del agua figurará en la discusión pública durante el próximo proceso electoral. «Pongamos nuestras apuestas en el lado correcto». (AGENCIA REFORMA)
ASÍ LO DIJO
Valeria Souza, Bióloga
«El Gobierno de México no se ha ocupado del asunto. Pero, sobre todo, es porque la Conagua (Comisión Nacional del Agua) no ha hecho su tarea; nunca va a medir cuánta agua saca quién. Es más, ni siquiera tiene un inventario».
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