COMO DECÍA MI ABUELA

«El peor de los males…»

Si mi abuela o abuelo se enfermaba, pedían que los llevaran al Hospital Universitario y no al IMSS por la mala fama que tiene en su servicio y atenciones. A veces, mis tíos y mi mamá trataban de convencerlos de que la economía no andaba lo suficientemente bien, pero mi abuela replicaba «el peor de los males, es tratar con animales» y no quedaba más, que acatar el mandato.

Tildar a los profesionales de la salud de «animales» y «matasanos» por los estragos ocasionados por un Sistema de Salud mal administrado, es demasiado injusto. Cómo también lo es que no tengamos acceso a servicios dignos y que los mismos, se vuelvan riesgosos para los usuarios.

Lamentablemente, tuvimos que enterarnos del horrible accidente de elevador en el que una pequeña murió en las instalaciones del IMSS de Playa del Carmen, para que pusiéramos atención a lo que los médicos nos vienen señalando desde el inicio de la Pandemia por COVID 19.

El sistema de salud pública carece de los recursos necesarios para abastecer los insumos indispensables para el tratamiento y atención de los pacientes. Faltan médicos especialistas, pero no porque no tengan la capacidad, sino porque el trato que le damos a los médicos es tan poco digno y tan desgastante, que en muchos casos les cuesta la salud física y la estabilidad emocional.

Pero no sólo eso, faltan enfermeras porque cuándo no hay jeringas o alcohol para realizar un procedimiento, se les culpa a ellas o hasta se les acusa porque «no tienen vocación». Si el camillero no llega con silla de ruedas para trasladar al paciente, no es por flojo, es porque no hay o porque se están usando como módulo de atención adicional en urgencias.

Y finalmente, si un elevador presenta fallas tan graves, que le cuesta la vida a una niña de apenas seis años de edad, no falló un elevador, o un camillero, o una empresa encargada del mantenimiento, falló todo el sistema.

No hay presupuesto, no hay vacunas, no hay insumos… Entonces, ¿qué hay?

Lo que hay, es una brecha entre los usuarios y el acceso a servicios dignos de salud, que cada vez se hace más y más grande, resultando prácticamente imposible atender de manera eficiente y efectiva a toda la población que requiere de atención médica.

La salud privada, en cambio, enfrenta otros retos. La inflación y las altas cuotas que las aseguradoras establecen, se traducen en una salud demasiado encarecida para que pueda brindarse a sectores más grandes de la población.

Más aún, el tema de la cancelación de recursos y programas destinados a la salud pública, se acompaña de la cancelación de 35 normas Oficiales Mexicanas qué, además de marcar la pauta a seguir en el tratamiento y atención de diversas enfermedades, también suponía la participación del gobierno federal.

Al día de hoy, nada de eso existe. Los mexicanos estamos abandonados a nuestra suerte, gracias a los malos manejos de las políticas públicas y de los recursos. Pues, tal y como decía mi abuela «el peor de los males, es tratar con animales» y más, cuando andan por la vida, vestidos de distinguidos empresarios y respetables políticos y servidores públicos.

 

Autor

Leonor Rangel