Una leyenda cuenta que el espíritu de Cilaván aún vive y se mantiene vigilante para proteger la vida de los habitantes del sureste de Coahuila.
Cilaván fue un Guerrero Huachichil que -junto al jefe de su tribu, Zapalinamé-combatió en el siglo 16 contra los españoles en tiempos de la fundación de la Villa de Santiago de Saltillo para evitar su colonización,
En su honor, en Saltillo existe una brigada forestal que lleva su nombre. Su enemigo no es extranjero, tiene armas o demanda una tregua para retirarse: es el fuego que aparece repentinamente escondido entre matorrales y que se extiende tan rápido que puede hacer más daño que cualquier invasión.
Fue en los primeros días de mayo que, de manera casi simultánea, múltiples incendios se presentaron de manera natural en las sierras de Zapalinamé y de Arteaga. Los Cilavanes del Fuego estuvieron listos para combatirlos, por lo que empuñaron sus azadones, rastrillos y talaches como armas para acabar con el enemigo vestido de llamas incandescentes.
Uno de estos 400 «guerreros amarillos» se llama Agustín Gutiérrez Gámez y lleva 18 años enfrentándose a incendios de gran escala. En sus ojos vive la imagen de los fuegos que ha derrotado y en su sonrisa la felicidad de poder seguir ayudando a que los bosques y montañas no pierdan del todo su manto verde, su vida.
«A veces tienes que buscar la estrategia de ir saliendo (del incendio) porque agarra una orilla la lumbre y tiene uno que irla siguiendo para ver hasta dónde la vas a alcanzar. (Mi familia) me dice ‘salte de ahí, búscate otro trabajo’ pero como soy de rancho siempre me ha gustado (estar en la sierra)», comentó para El Heraldo de Saltillo.
MUJER COMBATIENTE
Por su parte, Leticia Jiménez se ha ganado el respeto de los demás guerreros por su valentía y entereza a la hora de unírseles para vencer a un nuevo fuego invasor.
«A mí me tocó en el área de Cuauhtémoc, era hacer de todo. En lo personal, a mí me gusta mucho este tema, fueron incendios de manera natural, que son parte del ecosistema, que tienen que ocurrir, que van a seguir ocurriendo y nosotros vamos a estar aquí», apuntó la brigadista.
«Estamos trabajando siempre con la mejor disposición, a mí me gusta mucho esta parte de andar con mis compañeros, aprendes mucho también de ellos, al final te integras con ellos», agregó.
Tras casi un mes y con apoyo de aviones y helicópteros que lanzaron desde el cielo cascadas de agua, como dragones con el poder de emanar el vital líquido, los brigadistas lograron sofocar los incendios de Huachichil-Jagüey de Ferniza, entre las sierras de Arteaga y Saltillo; Coyotera 2, en la Sierra de Arteaga, Santa Rosa y Llano Largo, dentro del Cañón de San Lorenzo y de Rancho El Mimbre, en General Cepeda. En total fueron afectadas más de 2 mil hectáreas.
EL LÍDER ‘GUERRERO’
Para Jorge Guerrero, director Forestal y de Vida Silvestre en Coahuila y experto en combate a incendios forestales, el arduo trabajo de los brigadistas, que pelearon diariamente hasta por 12 horas contra el fuego, fue invaluable y clave para que no consumieran las sierras de Saltillo y Arteaga.
El hombre que trabajó codo a codo con los combatientes, agradeció también a los guerreros de otras entidades que se solidarizaron con los locales para apagar el fuego que pintó de rojo los paisajes naturales de la Región Sureste de esta entidad, al tiempo que llamó a la ciudadanía en general a evitar encender fogatas para reducir el riesgo de nuevos incendios.
«Fueron alrededor de 400 brigadistas porque algunos los pasamos a Santa Rosa, a otros al Mimbre. Vinieron brigadas del Estado de México, de Tlaxcala, Nayarit en apoyo y vino también el Equipo Nacional de Manejo de Incidentes para reforzar en la parte técnica y de planificación. Aquí estamos trabajando un año antes en acciones de prevención y no podemos estar parando todos los incendios naturales como los que se dieron en este período, pero sí reiterar a la gente que extremen precauciones, que no usen el fuego en zonas campestres», externó.
VIGÍAS PREVISORES
Aunque las llamas y el fuego han desaparecido de las sierras, el trabajo de los Cilavánes no ha terminado, ya que ahora deben mantenerse vigilantes para detectar a tiempo si una flama, por más pequeña que sea, reaviva y vuelve a poner en riesgo las murallas naturales que, al igual que ellos y el Cilaván, protegen la región.
«Es parte importante de lo que hacen los brigadistas, desde que sale muy temprano con toda la instrucción y las tácticas que se les asignan, y todo el trabajo que hacen allá arriba del brecheo, del control, de cuidarse principalmente porque están expuestos a muchos peligros», concluyó el funcionario estatal.
La latente posibilidad de un nuevo incendio forestal siempre estará en la sierra, pero también la región sabe que el espíritu de Cilaván vive en todos los brigadistas que están siempre listos para el combate. (OMAR SOTO / EL HERALDO)
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