COMO DECÍA MI ABUELA

“Aunque lo que dicen no es…”

 Frente a la casa de mi abuela vivía una vecina que la visitaba seguido. Juntas se ponían a practicar algún tejido mientras la vecina en cuestión le traía los pormenores de la colonia. Algunas historias pintorescas, alarmantes, chuscas que sucedían en otras casas y que se escuchaban en la fila de las tortillas o antes de entrar a misa. Cuando la vecina terminaba un relato y exclamaba ¡Usted cree Carmelita! mi abuela le respondía: “aunque lo que dicen no es, con que lo aseguren basta”.

Las películas y series de Netflix son parte del entretenimiento cotidiano de la mayoría de los mexicanos que cuentan con una plataforma de streaming, según fuentes de la propia compañía, y es la plataforma más popular alrededor del mundo, por lo que, el mensaje que envían importa. En días pasados, su película “No mires arriba” protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio fue tendencia en redes sociales por la gran similitud que muchos internautas encontraron entre lo que acontece en el film con la situación actual de emergencia sanitaria que vivimos. Sin embargo, el tema que creo ha pasado desapercibido es la imagen de las mujeres que se retrata en este film. En un principio, pudiera parecer que los personajes femeninos se retratan de manera positiva, una futura doctora en astronomía que descubre un cometa, la conductora del programa matutino más exitoso políglota y con más de una maestría y la presidenta de los Estados Unidos de Norteamérica, pueden parecer excelentes referentes de triunfo y éxito para las mujeres, pero durante la trama se revela la cruda realidad. La científica es calificada como adicta, mentalmente inestable y poco confiable. La conductora se nos presenta como la imagen de la femineidad hegemónica, blanca, rubia y delgada, pero también altamente elitista y carente de empatía, con mucho qué aportar, pero nada que importe más allá de su atractivo físico, y la presidenta, resulta ser otro político del montón, sin escrúpulos, orientada a sus intereses personales y peor aún, ineficaz para desempeñar su cargo. Así que Netflix retrata a las mujeres talentosas y que representan una competencia real para los hombres como locas, objetos sexuales e incompetentes.

Esta idea se encuentra en todas partes, en todo lo que nos rodea y permea en áreas que repercuten sobre la calidad de vida de las mujeres. Un ejemplo real de esto es lo acontecido en Mérida, donde más de mil estudiantes de varias universidades conformaban el grupo “Zorr-itas de la UAM” en el que compartían material como videos y fotografías íntimas, de sus novias, compañeras y amigas sin el consentimiento ni conocimiento de éstas. Para mí, resulta evidente que esta acción demuestra que dichos alumnos ven a sus compañeras de estudios como objetos de consumo, no como iguales que puedan desarrollarse como ellos en el ámbito profesional.

Esta violencia que se ejerce día con día en contra de las mujeres la tenemos tan sistematizada que es difícil de ver. Se nos plantea cómo “algo divertido”, “algo normal”, “cosas de chicos” que dejamos pasar una y otra vez, invalidando los sentimientos de las mujeres que se sienten agredidas ante situaciones como esta. “Eres una exagerada” “¿cómo crees que vas a denunciar algo así?”, “Tú tienes la culpa por andar mandando esas fotos”, “Es que no te das a respetar” y otras frases por el estilo, solo revictimizan a las personas, pero parece que nos olvidamos que compartir este tipo de material es un delito a nivel nacional y que son ellos, los hombres que compartieron esas fotografías y videos, los que están realizando la conducta indebida.

Las mujeres no somos objeto de consumo, no existimos para la aprobación masculina y no estamos esperando a que nos den la razón. Gracias al movimiento feminista contamos ahora con herramientas como la Ley Olimpia, que a nivel nacional prevé sanciones para todos aquéllos que cometan delitos de violencia digital. Además, está encontrando eco en América Latina en países como Argentina, Chile y Ecuador donde se pretende implementar esta legislación en 2022.

Sin embargo, es innegable que la cultura insiste en proponer un estereotipo de mujer que se mira por encima del hombro y que no coexiste con el hombre en un plano horizontal. Y desgraciadamente, por ahora, parece bastante cierto que, como decía mi abuela, “aunque lo que dicen no es, con que lo aseguren basta”