SERENDIPIA  

La política de la belleza 

La belleza es una cualidad ineludible en la humanidad. Se emplea como uno de los dispositivos de poder por excelencia. A través de la determinación de tendencias, cánones, y prototipos de lo que es bello, se excluye, castiga o mitifica en automático aquello que no lo sea de acuerdo con los estándares establecidos. De este modo, la sociedad mantiene una serie de características definidas de las que no se puede prescindir sin condenarse al rechazo. ¿Qué es el rechazo sino el producto de la soberbia del poder para condenar?

El origen etimológico de la palabra belleza se compone de dos elementos: bellus cuyo significado es hermoso, y el sufijo eza que se adhiere a determinado objeto, como cualidad. Así, aparentemente de manera inocente aseguramos que Dánae de Gustav Klimt de mil novecientos noventa y siete, la joven de la perla de Johannes Vermeer de mil seiscientos sesenta y cinco, o Godiva de John Collier de mil ochocientos noventa y ocho son mujeres hermosas. Sin embargo, las implicaciones que conlleva tales ideales de belleza están impresas en este caso en el conjunto de la representación artística. No solamente de manera literal al ilustrar a las mujeres, sino en el mensaje que acompaña estas representaciones de belleza.

Dánae es sexualizada atendiendo al mito que gira en torno a ella, vinculándola con el “todas mías” de la mitología griega: Zeus. La identidad de la joven de la perla permanece incógnita, pero retrata las características físicas propias de lo que era considerado bello en las mujeres de la época en Europa oriental. Por otro lado, Godiva es retratada en un acto que no tenía otra intención más que humillarla por parte de su esposo, pues solamente si ella accedía a pasear desnuda por la ciudad de Coventry, él reduciría el monto de los impuestos que tributaba la comunidad.

Dado que la dominación patriarcal permea invicta globalmente desde el inicio de la historia hasta la actualidad, la concepción de la belleza ha sido construida desde el androcentrismo. Así, la belleza se ha ceñido a las necesidades e intereses de los varones, a costa de la salud tanto física y mental de las mujeres. Aunado a esto, le acompaña una constante paralelismo entre la buena y la mala, los arquetipos de una belleza socialmente aceptada y una belleza que, aunque aparentemente es prohibida y reprobada, se encuentra presente y es perpetuada por los propios consumidores de esta: varones.

Esto no quiere decir que la belleza como tal, sea patriarcal y, por tanto, un mal en sí mismo. Mas bien, al igual que muchas otras cosas que nos rodean, ha sido dominada por el patriarcado. Entonces no solamente es posible, sino necesario concientizar sobre las consecuencias negativas que puede tener la belleza desde el machismo. Es un llamado a visibilizar la violencia, cuestionándonos: ¿por qué debo ser alta, blanca, delgada, tener facciones finas, piel sin imperfecciones, ningún vello en el cuerpo, caderas anchas, cintura pronunciada, pecho y muslos firmes? Por mencionar algunos de los requisitos del canon de belleza occidental.

Como es evidente, no todas las mujeres tenemos estas características, y es ahí donde se acentúan las diferencias de trato, discriminación, sino es que otro tipo de violencias más severas. Ante la demanda de estos estereotipos de belleza, y la normalización de su exigencia para evitar el rechazo social, las mujeres solemos desarrollar con mucha más facilidad, y una explicación lógica en el contexto patriarcal, una falta de autoestima generalizada. Lo que a su vez desencadena cuando menos un tipo de depresión en la mayoría de las mujeres, misma que ha sido reconocida como un problema de salud pública a nivel mundial,

¿Cuál es la razón por la que no se le ha reconocido e investigado a fondo como es debido a este vínculo?, que como sucede en el resto de las ciencias y disciplinas, no hay una perspectiva feminista de por medio. No se toman en cuenta las realidades y repercusiones de los distintos fenómenos que nos rodean, como lo es la belleza, respecto a las mujeres. Se vuelve peor, cuando ya no únicamente está en juego este elemento categórico, sino que al diseccionarlo puede desencadenar en otros tipos de anomalías sociales como el racismo y la pedofilia, por decir algunos.

No por nada, las mujeres de tez blancas tienen más oportunidad de acceder a cargos directivos y, por otro lado, no por nada son las niñas las más vulnerables ante la trata de personas de índole sexual. Lo decepcionante, es que este tipo de actos se envuelven en un manto que no solo los justifica, sino que los glorifica de tal suerte que, a costa de la dignidad de las mujeres, y apoyados en los ideales de belleza, los hombres osan triunfar en diversos escenarios, como lo es el literario, con frases como: “quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen”.

Es en este tipo de casos donde me hace sentido la consigna de adueñarnos de nuestros cuerpos y de nuestros espacios como feministas. Porque, la belleza no nació por y para los varones, así como tampoco es exclusiva ni preponderantemente de ellos. Pese a que se trata de un bien intangible que se materializa subjetivamente, y que la percepción de lo que es bello puede ser distinto o coincidente con sus visiones, me parece que lo importante es no condicionarlo ni dedicarlo a ellos como si fueran los únicos receptores de la belleza, ni a sus intereses.

La autora es egresada de Derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila