Zenén Vizcaíno Ortíz: de corazón cubano y pincel saltillense

El pintor ha encontrado en Saltillo un hogar para ejercer su pasión

Zenén Vizcaíno Ortiz nació en La Habana, Cuba. A sus ocho años, gracias a la influencia de uno de sus vecinos, surgió en él la inquietud por pintar.

«Yo vivía en la tercera planta de un edificio y en la segunda vivía un señor que pintaba. Yo bajaba las escaleras con mis hermanos y a veces el señor tenía la puerta abierta y veía unos cuadros maravillosos, después me enteré que no eran de él. Ese señor pintaba y de vez en cuando yo me quedaba mirando por horas», narró a EL HERALDO.

«De vez en cuando le pedía que me regalara un pedazo de cartulina y me ponía a hacer dibujos, para mí era cosa de niños. Con los años mis contemporáneos me decían que lo hacía muy bien y que ellos querían hacerlo como yo pero en ese momento qué podría saber», ahondó.

Lo que inició como un juego entre colores, lápices y papel, se convirtió más tarde en su absoluta pasión, graduándose de la Academia de Artes San Alejandro de aquel país, en la especialidad de grabado, en 1990.

«Cuando me tocó decidir una carrera técnica, decidí una que decía ‘diseño’. Cuando llegué al lugar resulta que era diseño mecánico y aprendí a diseñar cajas de velocidad, reductores, puentes, techos, maquinaria pero también me gustaba porque además de lo práctico era una cuestión de ingenio. Después estudié troquelería», platicó.

«Estaba en mi segundo año de ingeniería y un día me dije ‘yo no quiero ser ingeniero, ya no quiero estudiar eso. Quiero ser artista’. Me presenté en la Academia de Artes que se llama San Alejandro, me batearon porque no tenía estudios de arte y me comencé a preparar yo solo yendo a los estudios. Finalmente sí me aceptaron en la Academia y me gradué en el año 90», extendió.

«SALTILLO ES MI CASA»

Fue alrededor del 2009 que el cubano llegó a Saltillo acompañando a su entonces esposa, quien vino a esta ciudad para atender a su padre enfermo, el cual impartía clases en el Instituto Tecnológico de Saltillo.

«Saltillo es mi casa. Aprendí a amar a México, es mi segunda patria. Por primera vez en 10 años sentí que este era mi lugar y antes no lo había sentido, eso te demuestra que donde tú estás trabajando es el hogar. Eso me pasó en Saltillo», dijo.

El mayor motivo que encontró para quedarse en la capital coahuilense fue que su estancia se prolongó al grado de que decidió instalar su estudio de trabajo en el Centro Histórico.

«El pintor es como el caracol, trae la casa a cuestas. Donde tienes el estudio, ahí estarás. Había más de un estudio aquí y tenía compromisos continuos, para un artista mudar un estudio lleva un período de tiempo en el que vas a estar en inactividad. Es complicadísimo porque te roba mucho tiempo de producción. Me fui quedando aquí», señaló.

«TODO ES UN PRETEXTO PARA PINTAR»

Para el artista visual la inspiración es una constante. Vivencias suyas o ajenas, las calles alrededor de su casa en la Zona Centro de Saltillo, la gente, su familia y amigos, son algunos de los pretextos para tomar su pincel y crear arte.

«Todo es un pretexto para pintar. Yo trabajo en series, nunca pienso en una obra sola sino que voy trabajando un tipo de serie. Tengo la suerte de estar inspirado siempre aunque no sé si sea la palabra porque pintar no es solamente cuestión de inspiración, pintar es básicamente una cosa que se hace porque no tienes más remedio que hacerla», expresó.

En sus palabras, dedicarse a la pintura es una enorme responsabilidad por la gran tradición que existe a nivel mundial de esta práctica, lo que a su vez representa un compromiso consigo mismo de ser fiel a su estilo.

«21 siglos de Cristo para acá, ahora somos como 7 mil 500 millones de gentes sobre la Tierra. Imagínate cuántos millones y millones de artistas han existido durante este tiempo, imagínate qué responsabilidad saber que lo que tú estás es único, por eso se llama creación. Te da un nivel de responsabilidad tremenda. Lo que tú haces no existe, esa es también una razón de peso para crearlo».

LA UTOPÍA DE LA PERFECCIÓN 

Pese a su precisa técnica producto de los años dominando el pincel y la paleta, Zenén asegura que no le gustan sus pinturas. Considera que ante sus ojos le falta mucho por perfeccionar, lo que recae en que constantemente vea en sus creaciones algo inconcluso, algo que pudo afinarse aún más.

«Yo estoy totalmente inconforme con mi trabajo, apenas miro mis cuadros porque les veo defectos y es posible que ese sea el motor por el cual necesito pintar más. No creo que un artista sea más importante o diferente de un carpintero o un fontanero», remarcó.

«Te puedo enseñar a pintar, sin embargo no te puedo enseñar a ser un artista porque serlo es un estado del espíritu, es tener una propensión a vivir, actuar y ser de una manera. Generalmente el artista es una persona que está contra lo establecido. La perla se hace porque un granito de arena le cayó a la concha y la concha, para evitar ese malestar, va creando una capa de nácar para que ese granito de arena no le moleste, más o menos así es el artista».

VIVIR PARA PINTAR 

Al preguntarle en cuántos países ha expuesto sus obras, Zenén bromea diciendo que sus pinturas han viajado mucho más que él, ya que en ocasiones no asiste a los lugares en los que se mostrarán sino que llegan por medio de colecciones particulares. Gracias a su trabajo ha visitado Suiza, Alemania, Italia, Estados Unidos y Argentina, por mencionar algunos.

«El arte no es comida pero alimenta, no es ropa pero abriga y tener esa valentía de decir ‘yo hago esto aunque podría hacer otra cosa’ es una cuestión de disciplina y responsabilidad tremenda», mencionó.

Tanta ha sido su producción que le es difícil aproximar un número de pinturas que ha realizado durante sus 31 años de trayectoria, la cual le ha permitido hacerse de un renombre y poder vivir de su oficio.

«Se puede vivir del arte, puedo estar pintando telas de tres metros y si por alguna cosa que pase mañana no puedo pintaré cuadritos en un metro cuadrado pero haré miles y si no hay material pintaré con café y si no hay café haré agua con fango y pintaré, y si no hay pinceles pinto con palillos de dientes pero lo voy a seguir haciendo», finalizó. (OMAR SOTO / EL HERALDO)

 

Autor

Omar Soto
Omar Soto
Reportero de El Heraldo de Saltillo. Apasionado por la cultura y lector voraz.