Padres de familia
Coahuila ha sido uno de los primeros estados en regresar a clases presenciales en el país, mediante un programa piloto que considera un modelo híbrido para las escuelas públicas, basado en las características de cada institución. Los resultados de este programa, marcarán la pauta para que el resto de los estudiantes puedan regresar a las aulas en el próximo ciclo escolar.
Si bien los maestros han hecho un gran esfuerzo para sacar adelante la escuela en línea, para el SNTE, otro ciclo escolar bajo estas características es insostenible. Por ello, se han coordinado todos los sectores involucrados en el tema educativo a fin de avanzar lo más rápido posible y lograr un regreso a clases seguro.
Y es aquí, donde la participación de los padres de familia es clave, pues además de que el filtro más importante se tendrá que dar en casa, la colaboración de los tutores ayudará a agilizar las condiciones en cada escuela, tal y como se ha hecho en años anteriores cuando aún no existía esta pandemia.
Hace apenas algunos días me enteré que en Coahuila desapareció la AEPAF (Asociación Estatal de Padres de Familia), los motivos, según fuentes, porque ya no era posible sostener desde la parte económica a este organismo ciudadano que permitiera continuar con sus actividades.
Por muchos años, las criticas hacia el entonces presidente de esta Asociación, Héctor Mario Zapata de la Garza se enfocaban en su cargo vitalicio. Décadas al frente de la AEPAF borraban la importancia de la labor que realizaba, para enfocarse en un presunto beneficio monetario.
De acuerdo a la información que se obtuvo hace un par de sexenios, el estado apoyaba a la AEPAF con 50 mil pesos mensuales, adicional a lo que se lograba atraer desde el organismo nacional u otros donativos, para solventar, además de la nómina de unas cinco personas, la renta de las oficinas, servicios básicos, y viáticos de traslados a otros municipios para llevar a cabo las auditorias correspondientes, capacitaciones y conformación de mesas directivas.
Los trabajadores eran, una persona que a la vez de recepcionista era asesora y colaboradora general, dos contadoras que realizaban las cientos y cientos de auditorías, una representante jurídica, y en algún momento un área de comunicación encargada de coadyuvar e informar de las actividades, además del trabajo del presidente.
Tan importante era la labor de Zapata de la Garza de gestionar los recursos necesarios para mantener avante esta Asociación que representaba a los padres de familia, que tras su muerte por Covid-19, la AEPAF murió con él, pues nadie pudo darle continuidad al trabajo que realizó por décadas.
Hoy no existe y no hay, al menos en Saltillo, un organismo que permita a los padres de familia solicitar apoyo, ya sea para auditorias, orientación jurídica y/o fiscalizar las cuotas escolares que se piden como apoyo a las instituciones.
En su lugar se crearon los consejos de participación ciudadana que si bien tienen una función similar son creados por las autoridades y con alcances limitados.
Lamentablemente la labor que realizaba Héctor Mario Zapata, no pudo tener continuidad, pues el compromiso y capacidad de gestión hacia este organismo para representar a los padres de familia murió con él.
Y ahora, nos toca a los padres de familia de cada escuela, asumir nuestros propios compromisos y comprometernos en equipo para sacar adelante a cada institución educativa, para el buen desarrollo en la enseñanza de nuestros hijos.
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