HISTORIAS DE SALTILLO

 

A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares

JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA

La hacienda de Buenavista o la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro

 La historia de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro no es reciente, sino que data de la época colonial con lo que fue inicialmente la hacienda de Buenavista desde 1578 hasta 1912, es decir, hablamos de más de 400 años de historia, si contamos su función actual. La hacienda de Buenavista fue erigida originalmente por el mismo fundador de Saltillo, Alberto del Canto, al sur de la villa. Desde su fundación, destacó por estar al lado del Camino Real y en la entrada al valle del Saltillo, un lugar con manantiales, ciénagas y humedales, tierras con aguas y muy fértiles. De hecho, buena parte de los cronistas que pasaron por Saltillo en los diversos momentos de la historia retrataron a la villa como un lugar que poseía grandes cantidades de cuerpos de agua, incluso hasta el siglo XIX, por lo que Buenavista era la entrada a esas, otrora, tierras paradisíacas que por la explotación del ser humano se han convertido actualmente en páramos.

Como se ha dicho, el conquistador Alberto del Canto construyó la hacienda de Buenavista en 1578, pero pasaría a manos de Francisco de Urdiñola en 1599, ampliando el latifundio de este otro conquistador. Su labor era esencialmente agrícola, dedicándose al cultivo de trigo y con mano de obra esclava. Al morir Urdiñola, Buenavista pasaría de mano en mano entre sus descendientes herederos del latifundio; así, la hacienda sería tomada por Gaspar de Alvear y Salazar, su cuñado y años más tarde al primer marques de Aguayo, Agustín de Echeverz y Subiza. Durante este periodo, y en general durante toda su existencia, la hacienda de Buenavista recibió personajes notables de la época, como el franciscano fray Antonio Margil de Jesús en 1714, quien fuera uno de los fundadores del colegio de Propaganda Fide de Querétaro, o fray Gaspar José de Solís, que realizaría un viaje evangelizador hacia Texas en 1767.

Ya para 1777, según el censo general realizado en Saltillo, la hacienda de Buenavista perteneciente al marquesado de Aguayo, contaba con 24 familias conformadas por todos los estratos de la sociedad colonial, es decir, hispano-criollos, indios y mulatos, además de sus castas. Es precisamente a finales del siglo XVIII e inicios del XIX (continuando hasta el siglo XX y más arduamente en nuestro siglo XXI) que los cambios climáticos, causados por la depredación del ser humano en la región, mermaron el valle dando comienzos a sequías como la ocurrida en 1810. En estas condiciones, Buenavista y sus alrededores recibirían a las tropas insurgentes de Mariano Jiménez, Ignacio Allende y Miguel Hidalgo, protegidos por el cuarto marqués de Aguayo, Pedro Ignacio Valdivieso y Azlor.

La inestabilidad política de la región y del reino en general, llevó al marqués a declararse en banca rota en 1818, finalmente su heredero el quinto marqués de Aguayo, José María Echeverz, vendería el latifundio en 1825, incluyendo la hacienda de Buenavista a una firma inglesa, la Baring Brothers and Company. Para esta fecha, la hacienda había crecido exponencialmente a 13 mil 383 hectáreas. Debido a su gran extensión territorial, tanto el Congreso del Estado de Coahuila y Texas al igual que el Congreso Nacional entraron en abierta pugna por la nacionalización del territorio vendido, pues se trataba de la captura de una inmensa cantidad de suelo que pasaría directamente a manos de los ingleses. Finalmente, se decidió vender el latifundio del marquesado a Carlos Sánchez Navarro a finales de 1840, que junto a sus propiedades conformaría el latifundio más grande en la historia de América.

Ahora bien, la hacienda de Buenavista sería tomada por el ejército invasor de los Estados Unidos durante la guerra contra México en 1848, instalando en ella un hospital y hasta una logia masónica perteneciente a la Gran Logia de Mississippi, llamada logia de Saint John. Incluso se cuenta la anécdota de que un mexicano estaba a punto de matar a un soldado estadounidense que estaba tendido en el suelo y antes de hacerlo el norteamericano hizo el saludo masónico, lo que detuvo al mexicano para ayudarlo y evitar su muerte. Sea como fuere, la anécdota recuenta el hecho de que las filas militares de los dos países estaban conformadas por masones. Existe actualmente en el campus de la UAAAN un cañón militar que probablemente date de la época en que los estadounidenses tomaron la hacienda.

Ocho años más tarde del altercado de la guerra contra los Estados Unidos, Carlos Sánchez Navarro vendería la hacienda de Buenavista a Higinio de León en 1853. Para su muerte acaecida en 1862 de León repartiría sus bienes entre sus hijos que, al pasar del tiempo, hipotecarían la hacienda y sus alrededores en 1887 a Miguel Cepeda García, que a su vez la hipotecaría al empresario emigrado de Prusia, Henrique Maas, en 1891, aunque se trataba de una porción, pues la propiedad había sido fracturada por el testamento de Higinio de León. Henrique Maas, que destacó en la industria del comercio y de la minería, contraería nupcias con Trinidad Narro, hermana de Antonio, de este modo, una parte de Buenavista pasaría a ser administrada por las manos de José Antonio Narro Rodríguez.

En conclusión, toda la propiedad de la hacienda de Buenavista pasó a Narro por conducto de venta que Maas hizo en 1896, por lo que de nueva cuenta el terreno fracturado por el testamento de Higinio de León sería reunificado por Narro. José Narro transformaría la hacienda y sus alrededores entre 1909 y 1910, cultivando 1 mil 200 hectáreas de tierra, la mitad por su propia mano y la otra mitad por su trabajadores. Además de ello, introdujo ganado bovino, caprino y caballar e introdujo en la tierra las más nuevas técnicas agropecuarias que aprendió en sus estudios en Europa, Estados Unidos y la ciudad de México, patrocinados por su cuñado Henrique Maas. Buenavista había cambiado totalmente por Antonio Narro.

Narro redactó su testamento el 10 de julio de 1912, muriendo dos meses después en septiembre del mismo año. Su última voluntad, tal vez al observar el caos de su tiempo y la situación precaria del campesinado mexicano, fue crear una escuela que formara agricultores preparados, destinada a los hijos de aquellos que estaban atados a la tierra y sufrían los daños del Porfiriato.

Al donar su propiedad, la hacienda de Buenavista se transformó en la universidad que ahora lleva su nombre. Siempre ligada al cultivo de la tierra y al cuidado de los animales, la semilla del conocimiento fue plantada en la UAAAN y se cosecha en los frutos de los estudiantes que año con año contribuyen al legado de Antonio Narro.