TRADICIONES QUE CURAN

No solo el odio modifica circuitos cerebrales; también lo hacen el amor, la empatía, la compasión y la meditación.

Estudios científicos indican que el hipocampo, clave para el aprendizaje y la regulación de las emociones, se amplía meditando.

Así que, por favor, todos a meditar.

Empezando por López Obrador para recuperar cordura y no seguir incitando al odio; y el expresidente Calderón, para controlar sus rabietas y no andar soltando frases, por las que luego pide perdón.

Y yo tendré que meditar triple, para salir del enojo por todo lo que ocurre; incluyendo el regalo presidencial de un millón de boletos de la rifa del no avión a 956 hospitales y el anuncio hecho, cuando llevamos 650 mil contagiados y 68 mil muertos, de instalar un comité evaluador sobre el trato a la pandemia “a fin de recoger críticas” que debieran conocer, porque se han hecho desde los mil fallecidos.

Y para sobreponerme de la sorpresa de saber por el último Nexos, que la suma total de los tan cacareados programas del bienestar, es de apenas 2.5 del presupuesto nacional.

En Internet hay más de tres mil artículos avalando los beneficios de meditar, para bajar estrés, pulsaciones y ansiedad, mejorar el sistema inmunológico y activar la parte del cerebro asociada a las emociones positivas.

Científicos del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro en Leipzig, Alemania, publicaron en Science Advances, que la meditación es capaz de “desarrollar” algunas áreas que cambian actitudes y forma de relacionarnos.

Psiquiatras del Hospital General de Massachusetts, que investigan el cerebro en resonancias magnéticas, advirtieron que los meditadores asiduos tenían ampliado el lóbulo frontal.

Y que, así como el odio aumenta la amígdala cerebral, la meditación disminuye su tamaño y el de la unión temporo-parietal, ubicada encima de la oreja y decisiva para ser empáticos.

Investigadores de la Universidad de Yale, aseguran que la meditación ayuda a lidiar con dolor y depresiones; y para obtener beneficios, no tiene uno que pasar todo el día meditando; quince minutos diarios bastan para controlar el dolor físico y las emociones negativas.

Lo que coincide con lo publicado en Brain and Cognition por científicos de la Escuela de Estudios Avanzados IMT de Lucca (Italia) que sostiene que “el sentimiento subjetivo de bienestar experimentado con la meditación, está relacionado con cambios específicos en el cerebro”.

Ese estudio examinó los efectos de la llamada Meditación Trascendental (TM) y concluyó que la reducción de los niveles de ansiedad, está asociada con cambios en la conectividad entre diferentes áreas cerebrales, como el precúneo, el lóbulo parietal izquierdo y la ínsula, que tienen un papel importante en la modulación de las emociones.

Pero también tiene críticos; Ronald E. Purser, autor del libro McMindfulness, la califica como “la nueva espiritualidad capitalista” que pervierte el sentido de la meditación; porque además de serenar la mente, potencia el egoísmo y la despreocupación por el entorno.

Y porque se ha convertido en un floreciente negocio, que mueve mil 500 millones de dólares al año solo en Estados Unidos, donde las grandes compañías y hasta el ejército la promueven.

Por supuesto que estas discrepancias no tienen nada que ver con el propósito original de la meditación budista, de “tocar el corazón del ser humano en su búsqueda del sentido de la vida.”

Dharma Singh Khalsa, presidente y director médico de la Fundación para la investigación y prevención del Alzheimer, ha estudiado durante años la meditación llamada Kirtan Kriya; descubriendo que sesiones diarias de solo doce minutos, pueden mejorar el flujo sanguíneo al cerebro, disminuir los niveles de ansiedad y fatiga y posiblemente aumentar los de telomerasa, que es una enzima que retrasa el envejecimiento celular.

Y todo esto lo saben hace siglos, además de los budistas y los antiguos griegos que aconsejaban conocerse a sí mismos, los polinesios.

Hoʻoponopono, la tradición hawaiana para solucionar problemas interpersonales, se define como “higiene mental” y consiste en reflexiones familiares donde las relaciones se corrigen a través de la oración, discusión, confesión, arrepentimiento, compensación mutua y perdón.

Para los hawaianos, las enfermedades se causan por romper leyes espirituales; y para curarlas, la familia medita unos minutos sobre el enredo que el mal ha causado y tomando en cuenta los sentimientos de todos, liberan a quien lo ocasionó “lo sueltan y se desprenden del pasado”.

Y en las islas Vanuatu del Pacífico Sur, se cree que permanecer enojado más de dos días enferma, y que mantener secreta la causa de la enfermedad, le da poder.

 

Autor

Teresa Gurza