Lavémonos las manos, no el dinero
El martes pasado, mientras escuchaba el resumen de noticias que religiosamente da mi amigo Joselo de Velasco, entre el pronóstico del clima y los acontecimientos relevantes, dijo algo que capturó mi atención. Al parecer, ese día era especial, pues el 29 de octubre se celebra el Día Internacional de Prevención Contra el Lavado de Activos. Y sí, el dinero claramente es un activo.
Yo no sabía —no sé si usted— que existe un día para conmemorar la prevención de la práctica que muy probablemente practiquen esos que insisten en pagar todo en efectivo —sin raspar muebles—. Fue el Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica (GAFILAT) quien decidió reservar esta fecha para evocar la intensa lucha en contra de que cada semana se construya una nueva plaza comercial en tu ciudad -insisto, sin raspar muebles.
En aras a una correcta conmemoración, desde ese día me entró la curiosidad de conocer el origen e historia de una práctica que en la que se han visto involucradas desde iglesias, hasta el mundo del fútbol.
Los orígenes del lavado de activos nos llevan hasta la antigua China, hace unos 2 mil años, cuando los gobiernos prohibían el comercio exterior. Esto obligó a los comerciantes a encontrar formas creativas de esconder sus ganancias extranjeras, especialmente en plena fiebre por el comercio del té. Los mercaderes desarrollaron métodos ingeniosos como el “hawala”: un sistema de intercambio basado en la confianza y sin mover un solo billete, gestionado a través de intermediarios y, por supuesto, pagos en especie para evadir impuestos.
Tiempo después, la práctica de ocultar el origen de los fondos tomó un gran impulso durante la Edad de la Exploración —principios del siglo XV hasta comienzos del siglo XVII—. Grandes empresas que comerciaban bienes de lujo y hasta tenían sus propios ejércitos, encontraron maneras ingeniosas de esconder y transferir riquezas obtenidas de manera cuestionable, a través de la manipulación de facturas y otros métodos.
Las prácticas siguieron evolucionando mediante el aprovechamiento de las redes comerciales para transferir riqueza mediante la compra de diamantes, por ejemplo, que permitía el transporte de valores sin necesidad de mover grandes cantidades de efectivo ni depender de intermediarios de dudosa lealtad. Y uno creyendo que si alguien le quiere pagar con un reloj es por ser una buena persona.
Ahora, querido lector, sé que estas prácticas históricas pueden no ser estrictamente lavado de activos como lo conocemos hoy en día. El “hawala” puede verse hoy como un mero favor de cuates.
No obstante, todos estos métodos han sentado las bases de lo que hoy es un sistema altamente vigilado, porque, recordemos, el lavado de activos consiste en dar apariencia legítima a fondos de origen cuestionable. En la actualidad, con bancos y corporaciones globalizadas, se han abierto nuevas puertas para mover activos ilícitos con métodos cada vez más sofisticados. Evitaré mencionar ejemplos para que este artículo no parezca una guía de “do it yourself”.
Al final, lo curioso para mí se reduce a dos cosas: i) que exista un día conmemorativo para algo tan particular, y ii) que, conforme avanza el tiempo, más complejos y sofisticados son los métodos que aplican aquellas personas altamente higiénicas, que hasta sus activos lavan.
Reciban un saludo. Muchas gracias.
@dan_fdz
Maridaje
Música
Don´t Get Me Wrong – The Pretenders
Lectura
Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness – Richard H. Thaler & Cass R. Sunstein.
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