MI JUVENTUD, ADIÓS

Este es el último verso de “Nocturno a Rosario”, el poema más conocido del gran poeta “que pudo haber sido Manuel Acuña”; sin embargo, corrijo: “del gran poeta que fue Manuel Acuña”. Con poco tiempo y pocos poemas, su natural talento le dió la inmortalidad en la poesía mexicana, y un merecido lugar entre los grandes de nuestro idioma. Nuestra ciudad lo vio nacer hace 175 años, y los biógrafos dudan si nació el 26 o 27 de agosto de 1849.

A Manuel Acuña sus escasos recursos no le impidieron ir a la Ciudad de México con el sueño de estudiar medicina; idealista y soñador, participaba en reuniones literarias donde conoció a Ignacio Manuel Altamirano, Juan de Dios Peza, entre otros. Conoció en una de esas tertulias a Rosario de la Peña, que se cuenta también era admirada por José Martí y Manuel M. Flores. Acuña se enamoró perdidamente de ella, pero sin esperanza de ser correspondido. Tristemente se quitó la vida con apenas 24 años de edad un 6 de diciembre de 1873.

Cuentan que Altamirano le dijo a Rosario al llevarle la noticia de la muerte de Acuña: – “¿Qué ha hecho Rosario?, ¿Qué ha hecho? Acuña se acaba de matar por usted”. Rosario se defendió: – “No fue por mi culpa”. El joven poeta, se había convertido ahora en leyenda, es l’enfant terrible de la poesía romántica mexicana. Su vida y muerte eran como un guión de una novela romántica de la época.

Aunque apreciado por sus amigos, y con varios amoríos, Manuel Acuña tenía a la soledad como compañera, y bajo sus pies el abismo. Yo creo firmemente que Rosario tenía razón, no era su culpa, esa desgracia, no fue culpa suya. Nunca el suicidio es la solución, pues haciendo a un lado el aire del misterio novelesco que sus amigos crearon alrededor de su figura, Manuel Acuña era melancólico, y vivía en una gran estrechez económica.

El suicidio no es un elemento decorativo para historias melancólicas de amores imposibles, es hoy un problema grave que amenaza a toda la población, pero sobre todo a los jóvenes; según la UNIF, en Saltillo hay entre 20 y 25 intentos de quitarse la vida. Sé, por la experiencia que he tenido acompañando a personas que han atentado, que en esos momentos se bloquean, la inteligencia se entenebrece y las emociones los controlan.

Marco Tulio Cicerón (106-46 a.C.) rechazó el suicidio, en su obra “El sueño de Escipión” escribió “debéis mantener vuestra alma en la custodia de vuestro cuerpo y no abandonar la vida humana sin la orden de aquel que os la ha proporcionado”. El suicidio no es la solución a ningún problema. Cuando a una persona, que se quiere quitar la vida, se le ayuda, se le acompaña, se le comprende, se le corrige; ella misma se dará cuenta que el futuro tiene grandes y gratas sorpresas para los que luchan por la vida.

El 175 aniversario del natalicio de Manuel Acuña, es buen momento para recordar que debemos estar estemos atentos al problema del suicidio; no abandonemos a nadie, si tu necesitas ayuda, búscala, pero por tu propia mano nunca llegues a decir: mi juventud adiós.

 

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El Heraldo de Saltillo
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