Cuando llegamos a este mundo, llegamos con un propósito. No fuimos arrojados a esta vida como parte de una prueba que necesitamos pasar, sino que esta vida nos fue otorgada como un regalo maravilloso para disfrutar y crecer, desarrollando todo nuestro potencial y compartirlo con los demás.
Nos hemos acostumbrado a sobrevivir en vez de a vivir. Y vamos transitando por el océano de la vida sin rumbo ni dirección: esperando los diferentes cambios de estaciones, o que ocurra mágicamente aquello que nos depara el destino; sorteando las diferentes olas y tormentas, sin siquiera tener en cuenta que podemos disfrutar y tomar en nuestras manos la gran riqueza que ese océano, del viento y del cielo coronado del Sol radiante, y de las nubes majestuosas que están ahí, para nosotros.
Vivimos de tormenta en tormenta, añorando el sabor de la calma y pasando por el desazón de los fracasos y las pérdidas, reviviendo la dulzura de los años pasados; como víctimas de un bizarro destino, esperando a que alguien nos rescate y poder dejar de ser sus víctimas.
Pero, ¿te has planteado alguna vez eres tú quien dirige ese barco y puedes elegir el rumbo? ¿Y de ver que, cada dificultad en el camino, es una oportunidad de desarrollar al máximo tu potencial?
Tienes una opción: anclarte a tus más grandes sueños y darle un significado a este transitar. Elegir un destino y generar la estrategia que te conducirá a buen puerto. Encontrar un significado a cada acontecimiento, generar aprendizajes y seguir adelante lleno de esperanza, sin perder el foco en el destino que elegiste trazar.
Una parte esencial del liderazgo de vida consiste en reconocer que tengo la capacidad de dirigir el rumbo de mi vida; y ante los acontecimientos que no puedo controlar, puedo elegir cómo quiero vivirlos, y encontrar una manera en que éstos contribuyan y sean potenciadores de mis habilidades internas.
Para ésto requiero encontrar un “para qué” poderoso anclado en mis valores de vida, así como un beneficio. De este modo, éstos me permitirán diseñar una manera diferente de salir adelante. También puedo reconocer que, ante cualquier falla o fracaso, tengo la capacidad de aprender, fortalecer mis recursos internos y llenarme de sabiduría.
¿A dónde quiero llegar? ¿Qué experiencias quiero vivir? Esas respuestas marcarán el rumbo y las diferentes estrategias para lograrlo, e irán generando mi destino paso a paso, elección tras elección.
Finalmente, todo en la vida es una elección. Así que hoy me gustaría preguntarte: ¿Eliges vivir, o prefieres sólamente sobrevivir?
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