Defender la democracia: esperando a Pericles
El arconte ateniense subrayó la pasividad como la mayor amenaza al sistema, destacando la importancia crucial del involucramiento de los ciudadanos para la supervivencia de la democracia.
A finales del siglo V a.C., en vísperas de la invasión espartana de Atenas, Pericles pronunció un discurso memorable que regaló al mundo occidental una comprensión clara de los objetivos de la democracia ateniense en ese momento.
Pericles no desarrolló un tratado filosófico grandioso, que habría sido innecesario frente a la realidad política y social de la época dorada de Atenas. Tampoco profundizó en los intrincados aspectos jurídicos de la democracia, que a menudo resultaban incomprensibles para la mayoría de los griegos.
El “Discurso fúnebre de Pericles”, pronunciado en memoria de los jóvenes que murieron a manos de los espartanos, se convirtió en leyenda debido a que explicaba en forma detallada por qué valía la pena luchar por la democracia, incluso dejando la vida en ello.
El impacto de esta descripción se extendió más allá de los límites geográficos y temporales de Atenas. Quizás también influyó en Aristóteles para construir su interpretación de la democracia años más tarde.
Fue Pericles quien enfatizó que la prosperidad de Atenas era el resultado de su sistema democrático, que procuraba el bienestar de sus ciudadanos en lugar de la bonanza del rey y su séquito. En la asamblea, las decisiones se tomaban a través de discusiones y deliberaciones abiertas entre los atenienses, asegurando que se eligiera la opción más adecuada.
Esto contrastaba marcadamente con el Imperio Persa, donde prevalecían los caprichos del monarca y los súbditos cambiaban su libertad por una prosperidad aparente.
Pericles no se limitó a proporcionar una definición de democracia, sino que trazó una forma de vida marcada por el progreso y la libertad. Esta cultura se nutría de la participación activa de los ciudadanos en los asuntos públicos y del cumplimiento por parte del gobierno tanto de la ley como de la voluntad de la mayoría.
Además, el arconte ateniense subrayó la pasividad como la mayor amenaza al sistema, destacando la importancia crucial del involucramiento de los ciudadanos para la supervivencia de la democracia.
Hasta el día de hoy, este sigue siendo el objetivo principal de un sistema democrático y la lógica detrás de su defensa.
Es realmente sorprendente que esas palabras, pronunciadas hace más de dos mil años, continúen vigentes en nuestro tiempo. Ahora entiendo por qué Atenas es considerada la cuna de la democracia.
Si observamos con detenimiento, veremos que las ideas formuladas en la antigua Grecia guardan una asombrosa relación con lo que está sucediendo en la actualidad en México. Esto es especialmente cierto cuando los objetivos de la democracia han pasado de ser un mero tema de discusión académica a convertirse en una de las cuestiones centrales del debate y la competencia política.
Ningún ciudadano preocupado por los asuntos públicos puede mostrarse indiferente frente a esta situación, especialmente cuando se pone en duda el sistema electoral que ha garantizado la integridad y la certeza de las elecciones durante décadas.
Cabe señalar que las fuerzas políticas que actualmente compiten por el poder no tienen motivos de queja, ya que las tres han gobernado el país dentro de las normas electorales vigentes.
Gracias a este sistema se mantienen la competencia, la pluralidad y la alternancia.
Estos valores resumen los principios que hacen que valga la pena defender la democracia.
Llegó el momento de traer de vuelta la sabiduría de Pericles.
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