A cerrar cuentas
El famoso poema medieval “Dies Irae” atribuido a Tomás de Celano, amigo y biógrafo de San Francisco de Asís; aquel santo hombre que siendo hijo de comerciante decidió vivir la más estricta pobreza. La obra literaria ha viajado entre el tiempo como pocas piezas artísticas lo han hecho. Aunque no forma parte del misal romano propiamente se utiliza en la misa de réquiem o misa para difuntos. Siempre me interesó una de sus estrofas, pequeña y oculta entre una descripción del juicio divino embotada de justicia y de venganza según narró Celano. Una de sus estrofas reza: “Quaerens me, sedisti lassus, redimisti crucem passus, tantus labor non sit cassus” (por buscarme te sentaste agotado, por redimirme, sufriste en la cruz, ¡que tanto esfuerzo no sea en vano!). Lo que hacemos o dejamos de hacer tiene un significado, conocer o desconocerlo ya es una elección que trae sentido o no en la vida.
Todo lo que se hace está en el camino de dos vías solamente: la de preparar o la de reparar. Así andamos preparando algo o reparando aquello que no alcanzamos a preparar. De ahí que sea provechoso hacer cuentas para sumar en los activos o restar los pasivos y en el balance dar sentido. Cerrar cuentas no es dar un balance numérico solamente, es dar un sentido y propósito a lo vivido y así la certeza de lo porvenir. Seguramente con las campanadas del reloj se agolparán en la mente o en el corazón, o en esos 30 centímetros tan largos, que hay entre el corazón y la cabeza humana y representa la distancia más larga en recorrer, que debemos reparar o preparar algo. En eso se va la vida entre reparaciones y preparaciones.
No hay razón más dolorosa para cualquier motivo que la falta de propósito, saber que el esfuerzo fue vano encierra el alma y rompe la esperanza. Dotar algo de significado, de propósito es reconocer su valor. Entender que no hay minutos sino momentos y ellos construyen más el tiempo que los primeros. Si hay desiertos, pero también hay valles, y las tormentas existen porque hubo calma. El propósito de superar, de pasar y de esperar es siempre más cálido que el de solo entender.
El juicio que debe pesar sobre nosotros es el cumplimiento de nuestro propio menester, si hemos sido celosos en guardar el oficio que nos ha sido encomendado. Si hemos sido buenos profesionistas, buenos padres, buenos hijos, buenos ciudadanos. Si sabiendo amar lo hemos hecho. Si hemos cumplido con lo que abunda en el corazón.
Dedica un poco de estos tiempos, en que aun las piedras brillan alegres, la gente se atavía con bonitas prendas, para dotar de significado, que nos mueva algo más que el tiempo. La vida es un recurso preciado que no puede ser encerrado solo entre manecillas, el propósito lo cambia. Y quizá no veamos nosotros el destino total de lo que hemos sido llamados a hacer, porque así es la vida, tan clara y oculta que se desliza entre un paño de humanidades. Sabremos que ha valido la pena. Al final de 2023, justo antes del comienzo de 2024 soñemos fuerte, digamos fuerte y vivamos en consecuencia sabiendo que no ha sido en vano. Feliz año nuevo.
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