RELACIONES QUE DUELEN

Esperar duele. Olvidar duele

Paulo Coelho

Los vínculos relevantes que formamos con personas, cosas, situaciones, circunstancias y creencias son el punto de partida para crear nuestra identidad. Acostumbramos usarlos como referentes para autodefinirnos.

Este vínculo se llama apego, es decir, la inclinación a relacionarnos afectivamente con aquello en que basaremos el sentido de la importancia propia. Establecerlo es una necesidad psicológica fundamental, pero como en todo lo relativo a la naturaleza humana, generalmente no lo hacemos de la manera correcta o sana, de lo contrario el mundo sería otro.

El apego sano es la excepción en la conducta de la mayoría, y debiera ser una meta ineludible si se quiere vivir satisfactoriamente. Ya hablamos de él en el artículo anterior. La regla, por otro lado, es el vínculo patológico, aquello que debemos transformar, al cual llamaremos aferramiento, para distinguirlo del correcto.

Antes de analizarlo, hagamos una lista específica de las cosas a las que solemos aferrarnos, para identificar la experiencia propia: en el ámbito de lo inmaterial, creencias, pensamientos negativos, emociones tóxicas, adicciones, malos hábitos, recuerdos dolorosos, preocupaciones; en lo material, objetos, sujetos, lugares, situaciones o actividades.

Ahora bien, la característica psicológica del aferramiento es la creencia de que nuestra identidad y sentido de la importancia propia, e incluso la existencia misma, dependen de aquello con lo que establecemos el vínculo relevante, de tal manera que no lo rompemos aun cuando sea doloroso.

El apego negativo o aferramiento se desarrolla en la infancia, dependiendo del tipo de vínculo entre el niño o niña y sus cuidadores, que pueden ser o no sus padres. Por ello, nos enfocaremos en las relaciones, pero el patrón puede extenderse a la interacción con cualquiera de los elementos ya mencionados. Tiene tres formas de manifestarse. Identifíquese:

Ansioso-ambivalente. La primera característica es una necesidad excesiva de apoyarse en la gente, porque se duda de los propios recursos para enfrentar la vida, ya sea por una niñez de sobreprotección o de semiabandono, es decir, de ausencia de los adultos responsables en experiencias en que su apoyo era necesario. Las personas que acostumbran establecer este tipo de vínculo son aquellas que piden, tácita o explícitamente, ser rescatadas. Para ellas siempre hay un rescatador.

Otra característica de estos individuos es que tienen la tendencia a resistirse a sus propias emociones, pues las consideran un peligro por su intensidad, de manera que se relacionan moviéndose constantemente entre la aproximación, para sentirse protegidos, y el alejamiento, cuando se sienten abrumados por los temores que les causa la posibilidad de una pérdida.

Evitativo. Proviene de una niñez en que casi toda esperanza o expectativa del niño respecto de los cuidados que debían dársele resultó frustrada, de manera que el dolor de una relación fallida produce profunda desconfianza en los otros y un sentimiento de indefensión. Las personas con este tipo de experiencia en la infancia son las que en la edad adulta desarrollan un marcado patrón de autosuficiencia e independencia, buscan más la soledad que la compañía y no desarrollan vínculos ni relevantes ni profundos. Huyen del compromiso y prefieren los trabajos solitarios.

Desorganizado. La experiencia infantil estuvo predominantemente marcada por la mezcla entre explosividad y volubilidad de los adultos, de manera que el niño o niña no sabe cómo reaccionarán en determinadas situaciones y se siente constantemente temeroso y desasosegado en su presencia, pues tiene miedo de ser sometido a algún tipo de abuso o negligencia. La relación, así, se vuelve caótica para el infante, quien en la adultez suele desarrollar el mismo patrón de conducta del cuidador, convirtiéndose en la fuente de temor y desasosiego de otros.

Si usted no se relaciona bien con los demás o consigo mismo, aquí tiene una herramienta que le ayudará a cambiar: el conocimiento sobre lo que le sucede. Es el punto de partida para una aceptación total de su situación, sin la cual es imposible cualquier cambio real, liberador y transformador.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo