La más breve exposición a los rayos solares puede quemar nuestras retinas y provocar pérdida de visión central, advierte David Lozano
Ciudad de México.- Para el doctor David Lozano la oscuridad de los eclipses es un engaño, uno que invita a levantar la mirada para ver cómo el Sol pasa de ser un círculo radiante a un agujero negro en el cielo, “pero no debemos sucumbir a esa tentación; aunque la Luna oculte al astro, a su alrededor se formará un halo por donde seguirá filtrándose la luz solar con la misma cantidad de rayos ultravioleta e infrarrojos de siempre, por lo que una breve exposición a ellos bastará para quemarnos la retina”.
De hecho —añade el académico de la Facultad de Medicina de la UNAM—, a los pocos días de uno de estos eventos no es extraño que aparezca gente en los consultorios refiriendo que, aunque tiene visión periférica, ha dejado de distinguir rostros. “Eso es irreversible y, una vez llegado ese punto, los oftalmólogos tenemos poco o nada qué hacer”.
En la novela Dolores Claiborne, Stephen King describe cómo se siente el daño ocular causado por exponerse con ojos desnudos a un eclipse: “No debía mirar aquello y lo sabía, pero me parecía como si no pudiera apartar la vista. Habría seguido mirando hasta quedarme ciega, pero Joe me dio otro empujón. Eso me despertó. Había una gran mancha azulada delante de mí, como las que se ven cuando alguien hace una foto con flash, y pensé: «Si te has quemado las retinas y tienes que ver esa mancha toda tu vida, te lo tendrás bien merecido, Dolores»”.
Esto ocurre porque nuestros ojos funcionan como una lente, explica el doctor Lozano. “Si fijamos nuestra vista en el Sol, incluso por pocos segundos, su luz se concentrará en el centro de nuestra mácula y la quemará, cual si fuese una lupa sobre un pedazo de papel. Eso dejará una cicatriz que derivará en pérdida de visión central, es decir, en nuestra capacidad de distinguir los detalles finos de aquello que tenemos enfrente, algo fundamental a la hora de reconocer rostros o de leer”.
Por ello, el académico pide hacer un alto y reflexionar sobre todo lo que pondríamos en riesgo de no actuar con responsabilidad. “¿Imaginas no apreciar con nitidez la cara de tus padres, hijos o hermanos? No realizar tus actividades diarias tal y como antes. Estas son algunas de las tantas cosas por las cuales deberíamos tener cuidado”.
Si miramos al Sol en condiciones normales nuestra reacción instintiva será achinar los ojos, lagrimear y apartar la vista, pero durante un eclipse las reglas cambian, pues cuando la Luna oculta al astro es mucho más sencillo clavar la mirada en el cielo sin pestañear, lo que le permite a la luz entrar en nuestros ojos y provocar una retinopatía solar. “A eso me refiero cuando digo que, en esos momentos, es un engaño la oscuridad”.
Maneras seguras de ver un eclipse
¿Desde cuándo los médicos comenzaron a interesarse por los eclipses y el efecto del Sol en los ojos? Para el doctor Lozano la respuesta es simple. “La oftalmología es tan antigua como la necesidad de ver”, así que probablemente esto fuera así desde tiempos remotos, como sugieren las muchas especulaciones sobre la ceguera de Galileo y las hipótesis de que esta se debió a su inclinación a observar todo tipo de eventos solares.
El astrofísico Fred Espenak —mejor conocido como Mr. Eclipse por ser la máxima autoridad de la NASA en el tema— explica que, si durante uno de estos eventos la cobertura lunar no es perfecta y se asoma apenas un uno por ciento del Sol sobre la silueta del satélite, esa pequeña porción será 10 mil veces más brillante que la Luna llena y tan sólo eso ya representa una amenaza seria para nuestra salud ocular.
Por ello, el profesor Lozano sugiere no mirar directo a un eclipse siquiera por un instante, “pero eso no quiere decir que pida a la gente encerrarse en casa con las persianas abajo. A mí me llevaron a ver mi primero a los siete años y fue una experiencia que me marcó. Salgamos a disfrutar de este espectáculo, pero si lo hacemos, que sea con responsabilidad”.
Las opciones para observar cómo el Sol es ocultado por la Luna son numerosas. Una es conseguir una caja de cartón y perforarla para crear una pequeña cámara oscura, como aquellas con las que se tomaron las primeras fotografías de la historia, y otra es verlo a través del follaje de los árboles, la opción favorita de muchos pues permite contemplar sobre el suelo cientos de pequeños eclipses que lucen como diminutas monedas cintilantes a las que, poco a poco, va devorando la oscuridad.
“A ambas estrategias se les llama métodos indirectos, pero si queremos levantar la vista y observar al eclipse debemos hacerlo siempre con los filtros adecuados”, advierte el médico no sin antes subrayar que las gafas de Sol, por más oscuras que nos parezcan, no sirven de absolutamente nada. “Cualquier lente empleada para observar tales eventos debe tener un certificado especial, el ISO 12312-2”.
Al respecto, el profesor Lozano recomienda adquirir estos productos en sitios de confianza o a través de instituciones de renombre, pues no es inusual que circulen por ahí todo tipo de productos apócrifos, como bien sabe la empresa Amazon, que en 2017 tuvo que requisar miles de gafas inservibles y adquiridas a través de su portal.
A la fecha, Fred Espenak ha presenciado 30 eclipses totales y 11 anulares y es que, como dice, “contemplarlos una sola vez en la vida no es suficiente”. El profesor David Lozano es de la misma idea y, al igual que el astrofísico de la NASA, se dice entusiasmado por el par de eventos que se avecinan. “Cuidemos de nuestra vista, hacerlo ahora nos dará la posibilidad de ver y disfrutar a futuro muchos eclipses más”. (UNAM)
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