La Constitución federal del 17 limitó el acceso a los cargos públicos a la juventud. Para alcanzar una diputación, el artículo 55 requería la edad de veinticinco años; para ser secretario de estado, por su parte el artículo 91 exigía treinta años cumplidos. El pasado seis de junio de este año, se reformaron los artículos 55 y 91 de la Constitución Política de los Estados Unidos mexicanos, en la cual por primera vez se permite que las personas de dieciocho años puedan ser diputados. Y que las personas que han cumplido veinticinco años puedan ser secretarios de estado.
Esta reforma debe recibirse con agrado pues el grupo etario de la juventud ha tenido poco espacio para ingresar a la toma de decisiones del estado. En México se han creado algunos mecanismos para la participación de la juventud, como es el caso del parlamento juvenil que organiza el senado de la república, y en el cual se pueden inscribir personas de 18 a 29 años de edad. Pero este ejercicio, aunque importante, no satisface la real y legítima aspiración de la juventud por integrarse a la vida política.
Efectivamente, a la juventud mexicana se le sigue privando de ocupar los espacios institucionales. Por ejemplo, de los 31 millones de personas de 15 a 29 años que viven en México, conforme al último reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) “seis de cada 10 (59%) se encuentran ocupadas en el sector terciario relacionado con comercio y servicios; 29% labora en el sector secundario que tiene que ver con la industria y la construcción; y 11% se dedica a laborar en el sector primario, el cual está relacionado con la agricultura, ganadería, caza y pesca”. Otro ejemplo, de un reporte elaborado por Visión legislativa (http://visionlegislativa.com/boletin-generaciones/) se puedo observar que solo 6 diputaciones son ocupadas por las personas de la generación Z (1997-2012).
La exclusión de la juventud para el desempeño de los cargos políticos tiene muchas explicaciones, pero una de las más constante es la de los estereotipos y prejuicios con los que se suele calificar a la juventud como no aptos para el ejercicio de actividades relacionadas con el servicio a la sociedad. Sin embargo, la historia ha demostrado que hay experiencias de personas muy jóvenes que han marcado un cambio importante en la historia de la humanidad. Recuérdese el caso, por ejemplo, de Alejandro Magno que, a los 20 años, ya era un consolidado comandante del ejército. Edad en la cual también asumió el cargo de rey. Juana de Arco a los 17 años comandó también el ejército en la guerra de cien años. Louis Braille, creo su sistema de lectura cuando solo tenía 15 años. Y así la lista puede ser bastante extensa.
Por todo ello, es de aplaudirse que se haya abierto la puerta constitucional para que la juventud mexicana pueda ocupar un espacio que legítimamente le corresponde.
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