EL VERDADERO CASTIGO DE SÍSIFO

La rutina es excepcionalmente poderosa

Darren Hardy

La rutina puede ser la base del éxito o matarnos de tedio. La diferencia está en si tenemos o carecemos de un propósito para ella. Crear buenos hábitos para alcanzar nuestras metas requiere disciplina y ésta depende de la rutina; pero sin objetivos concretos, solo nos espera el destino de Sísifo: empujar todos los días una piedra cuesta arriba en la montaña de la vida para que, ya casi en la cima, ésta ruede otra vez hasta la base.

Sísifo, rey de Corinto, fue castigado de esa forma durante toda la eternidad, por el Dios del Inframundo, Hades, tras engañar a Tánatos, la muerte. Existen diversas versiones sobre este mito, pero en todas ellas hay elementos en común: nuestro personaje era el hombre más astuto sobre la tierra, no pocas veces desafió a los dioses y finalmente pagó por ello.

Cada mito tiene interpretaciones comunes, pues se trata de un relato sobre acontecimientos primordiales en la humanidad, que generalmente involucra deidades y que deja lecciones históricas y sagradas, bajo las cuales se regirán dinámicas sociales como rituales, matrimonios, guerra, entierros, etc., así como modelos para el comportamiento individual.

Sin embargo, pueden ser reinterpretados desde distintos enfoques, según la época, la cultura, la ideología y la circunstancia especial de cada individuo. De la historia de Sísifo podemos inferir que la rutina es un castigo, especialmente cuando conlleva un trabajo arduo y estéril, pues la jornada del rey de Corinto terminaba siempre sin logro alguno. El problema real es que no tenía un propósito, ni siquiera el de cumplir una condena, pues ésta era eterna.

Sin propósito no hay logro. En una interpretación completamente diferente, Albert Camus, uno de los más ilustres filósofos y novelistas de todos los tiempos, vio al rey de Corinto como dueño de su destino, ya que aceptó su castigo por propia voluntad. Esta acción interminable que realiza, considera en su libro “El Mito de Sísifo”, le da sentido a su vida y por eso “debemos imaginarlo como un hombre feliz”.

Sin embargo, ¿puede Sísifo cambiar las circunstancias que inicialmente asumió por voluntad? No. El castigo es eterno o cuando menos hasta que Hades desee levantarlo. Eso le quita a nuestro personaje el carácter de dueño de su destino. Sísifo tendrá que resignarse, y debemos cuestionar si la resignación es compatible con el sentido de vida y la felicidad.

Camus vio en el mito de Sísifo la lucha del hombre contra el absurdo de la vida, la cual solo tiene una solución: aceptarlo sin más. Desde su perspectiva existencialista, la búsqueda de propósito y sentido de la vida es una trampa que nos ponemos los seres humanos para defendernos del hecho irrefutable de que no hay motivo para existir.

Hay que recordar que en tiempos de nuestro ilustre pensador (1913-1960) la experiencia subjetiva de los individuos sobre la realidad circundante estaba pautada por dos guerras mundiales y la desorientación que éstas dejaron en gran parte del mundo.

Hoy, sin embargo, en el posmodernismo que eleva al ser humano como creador de su realidad cotidiana, de la situación de Sísifo, sea cual sea la interpretación, podemos colegir importantes lecciones, atemporales y universales: sin propósito la rutina es una cárcel perpetua para el alma; para no sentirla como castigo sin fin solo podemos vivirla sin cuestionarla en absoluto, asumirla como nuestro invariable destino y aferrarnos a la aparente seguridad que ofrece.

Así, podemos tener una misma rutina por 30 o 40 años y realizarla emocionalmente adormecidos, sin preguntarnos si hubiéramos podido hacer otra cosa, vivir de manera distinta, porque no tenemos otro propósito personal que el de sufragar los gastos de una familia. Es sin duda en estos casos cuando queremos vivir a través de los hijos y nos volvemos controladores.

O podemos, haciendo exactamente lo mismo, formular propósitos personales y renovarlos constantemente, para darle sentido a la rutina y a la vida.

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