REPROGRAMANDO LA VIDA

La imaginación es el camino dorado a todas partes

Terence McKenna

Sócrates tenía razón cuando le dijo a uno de sus alumnos: conócete a ti mismo para poder gobernarte. Llevamos 2 mil 500 años, o más, hablando de autoconocimiento, pero todavía no nos queda claro el cómo, mucho menos el asunto de gobernarse a sí mismo.

Hasta ahora, nos fabricamos un autoconcepto a partir de lo que otros, empezando por nuestros progenitores, creen que somos o debiéramos ser. Ya para empezar estamos siendo gobernados por voluntades ajenas. Pero, además, vivimos insatisfechos y en constante contradicción con ese armazón, porque no está hecho a nuestra medida, que solo nosotros conocemos.

Pero hay una forma distinta de ser y de vivir, satisfactoria y, claro, feliz: reprogramarse. En palabras del Dr. Orison Swett Marden, psicoterapeuta y motivador estadounidense de finales siglo antepasado: “Es una ley psicológica que cualquier cosa que deseemos lograr debemos grabarla en la mente subjetiva o subconsciente”. De eso se trata todo.

El subconsciente es la parte superficial de la inconciencia, por la que cotidianamente pasan miles de pensamientos errantes que ni siquiera advertimos. Es la parlanchina que no para durante todo el día y a veces ni en la noche, de manera que usted ya no la oye. Aunque algunos ciertamente la sufren, no saben bien a bien todo lo que dice; solo se dan cuenta del “mitote”. Sin embargo, como colinda con el consciente, es accesible y explorable si ponemos atención. Es, además, nuestra conexión con el inconsciente, al que no podemos acceder más que interpretando nuestras reacciones.

Cuando algo no está saliendo como quiere es importante ver qué ideas hay en su subconsciente que se lo impiden. Todos conocemos el autoboicot. Una de las formas de averiguarlo es pronunciar con fuerza una frase positiva o decreto que dé por segura la realización de su deseo. Luego guarde silencio y presencie esa incomodidad interna que le indica que no se lo ha creído. Ponga entonces mucha atención a todas las voces que en ese momento le están diciendo todo lo contrario a lo que debe creer para alcanzar sus metas. Tome nota escrita de cada una. Constituyen un mecanismo de defensa llamado factor crítico, para que usted no haga cambios; ni al subconsciente ni al inconsciente les gustan, porque parte de su función es construir zonas de confort.

Haga esta labor de zapa todos días, para remover, primero del subconsciente, luego del inconsciente, todos esos pensamientos, emociones e imágenes que se amalgaman para formar las innumerables creencias erróneas que dirigen nuestras vidas, justificadas por la lógica distorsionada de un consciente enajenado y autoengañado, que cree que puede manejar solo la vida.

Hay que desactivar estas creencias. Puede oponerles la razón y la lógica de un consciente desengañado tras identificarlas; muchas quedarán inhabilitadas, pero otras persistirán, en cuyo caso tendrá que sanar emocionalmente las heridas que las ocasionaron y las reforzaron, o darse cuenta de que son ajenas y, en un acto de imaginación, devolvérselas a las personas que las introdujeron, como sus padres, maestros, amigos, parejas, etc. Esto, como el paso anterior, también es un proceso continuo.

Posteriormente tendrá que aprender a desarrollar sentimientos positivos todos los días. Esto, aunque no lo crea, es muy difícil para muchas personas. Sentirse bien por voluntad propia es algo que se hace con la misma técnica mental, poderosísima, que aplicamos inadvertidamente para arruinarnos la vida: imaginar para creer. Puede comenzar por rescatar sus recuerdos más felices; sienta cómo ser feliz lo hace sentir seguro de que todo estará bien; imagine a partir de esa seguridad sus deseos realizados, construya un decreto personal que le dé poder a esas imágenes, que ya contienen la emoción. Haga esto hasta que no haya ni pizca de duda en su interior.

Diariamente, reconozca y saque la basura del subconsciente, cree un producto poderoso de pensamiento-emoción-imagen-decreto y concéntrese en él. Todo comenzará a cambiar.

 

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo