Voto informado, gobiernos calificados
Gobernar debe ser una tarea extenuante, pero apasionante. Esto suena quisquilloso, pero imagino al buen político como un surfista que se sumerge en el océano en busca de olas peligrosas y desafiantes que exigen su mejor esfuerzo y pericia, aunque eso signifique comprometer su integridad física. La recompensa: simplemente superar el desafío.
Olvidemos por un momento las historias de líderes cuya falta de destreza y responsabilidad llevó a sus gobiernos por un camino de crisis y derroche. También ignoremos a los que malgastan dinero público construyendo una imagen presuntuosa, pero sin resultados.
Si bien ambas descripciones encajan con la realidad, ignoran el hecho de que existen buenos gobernantes, es solo que generalmente no destacan en los rankings de popularidad. Rara vez inundan las redes sociales y las vallas publicitarias con su imagen. Además, pocas veces se ven envueltos en escándalos.
Los gobernantes responsables y eficaces suelen pasar desapercibidos ante las cámaras de televisión y las redes sociales. Sin embargo, el ojo del ciudadano nunca perderá de vista el hecho de que el crecimiento económico le ha proporcionado un mejor empleo. O que las gestiones gubernamentales le permiten recibir puntualmente el apoyo social que por derecho y justicia le corresponde.
En una democracia madura, un ciudadano que desea pasear con seguridad y libertad en un parque, estacionar su vehículo en una calle perfectamente limpia e iluminada, que exige también ser informado, en un lenguaje claro, sobre las fuentes y aplicaciones de los recursos públicos, al sufragar recordará los candidatos y los partidos que presentaron propuestas claras y viables para lograr que las ciudades y las comunidades sean mejores lugares para vivir.
De eso se tratan las elecciones. Encontrar al surfista más competente entre las olas. Identificar las capacidades y cualidades necesarias del futuro gobernante para garantizar que se resuelvan los problemas públicos y se atiendan las necesidades de los ciudadanos.
En rigor, el trabajo de los ciudadanos antes de la votación es distinguir qué aspirantes no tienen las habilidades para afrontar el reto y cuáles, como los surfistas, no dan la vuelta a las cosas, sino que demuestran capacidad y pasión para afrontarlos
Para al próximo proceso electoral en el Estado de México y Coahuila se podría comenzar escuchando las propuestas de los distintos candidatos, indagar sobre su desempeño en cargos anteriores y conocer un poco de su vida personal. Esto ayuda a detectar señales para predecir su comportamiento futuro.
Por supuesto, las fobias y afinidades a menudo salen a relucir en las elecciones. A veces, el resentimiento puede nublar la razón e impedir que se tomen las mejores decisiones. Las malas elecciones preceden a los malos gobiernos. Luego viene la decepción y la impotencia, y solo queda esperar una nueva elección dentro de seis años.
Por ello, como he señalado en pasados procesos electorales, frente a los desafíos de promover el crecimiento económico y el empleo, garantizar la seguridad, reducir la pobreza y la exclusión y, en general, abatir los rezagos que dejó la pandemia, el resultado dependerá de una buena gestión de gobierno. Capacidad indispensable para seleccionar al nuevo mandatario estatal.
Una decisión correcta puede significar la diferencia entre tapar el pozo o seguir cavando.
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