Una encuesta de la OMS, aplicada en 21 países, reportó que la mayoría de las personas que planean o intentan esta conducta no reciben tratamiento
Ciudad de México.- El suicidio es un problema de salud pública global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que cada año 703 mil personas se quitan la vida luego de numerosos intentos, expuso la jefa de sede del Espacio de Orientación y Atención Psicológica (ESPORA) del Instituto de Fisiología Celular (IFC), de la UNAM, Gabriela Gómora Figueroa.
Al dictar la conferencia “Ya no puedo más con la vida: Identificando el riesgo suicida”, la psicoterapeuta individual, familiar y de pareja, indicó: en el orbe anualmente fallecen más seres humanos por esa causa que por VIH, cáncer de mama, guerras u homicidios. “Según la OMS una de cada cien muertes ocurre por suicidio”.
Cifras de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, añadió, en 2020 se registraron siete mil 818 decesos por lesiones autoinfligidas, lo que representó 0.7 por ciento del total de muertes en el año, y una tasa de suicidios de 6.2 por cada 100 mil habitantes.
Es un tema complicado y doloroso que impacta de manera importante a la población; “la ideación suicida tiene ciertos indicadores que todos podríamos llegar a experimentar”, advirtió.
En su participación a distancia, señaló que una encuesta aplicada por la OMS en 21 países registró que la mayoría de las personas que planean o intentan suicidarse no reciben tratamiento; las principales barreras para que busquen ayuda profesional en el área de la salud mental es que perciben baja necesidad de ello, que pueden manejar por sí mismos la situación, o bien no tienen la solvencia económica.
Lo anterior motiva a que recurran a un conocido o a alguien de su círculo para aliviar su sufrimiento; es decir, hablar o expresar lo que les pasa y sienten.
Como parte de la Jornada Anual de Salud Mental, organizada por la Comisión de Equidad de la Facultad de Ciencias, la especialista universitaria apuntó: las muertes por esta causa pueden ocurrir a cualquier edad. Sin embargo, la tasa más alta de suicidios reportada en el país es en jóvenes de 18 a 29 años. “En 2019 fue reportada como la cuarta causa de fallecimientos en ese grupo etario”.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 estimó que cinco por ciento de la población encuestada declaró que alguna vez ha pensado en suicidarse y dos por ciento se ha dañado, en alguna ocasión, con ese propósito.
¿Qué es?
Gómora Figueroa explicó que se trata de una conducta y no de un trastorno mental en sí; desde la perspectiva del comportamiento, se le ubica como una solución para regular emocionalmente algo que una persona está sintiendo y también para resolver problemas, se vuelve un escape o huida ante una cantidad importante de dolor psicológico, intolerable e intenso que ya no puede sobrellevar y que sobrepasa la tolerancia del individuo en un momento en particular.
Por cada acto consumado existen más tentativas que ubican a esta conducta en un riesgo particular, por lo que es de importancia detectarla e identificarla. Es decir, cómo puede manifestarse en una persona en aras de prevenir e intervenir ante este tema grave de salud pública mundial que vivimos. Los intentos suicidas son hasta 20 veces más frecuentes que el suicidio, puntualizó.
Asimismo, se ha reportado que el riesgo suicida tiene un espectro de determinadas manifestaciones que es fundamental conocer para ubicar el riesgo que alguien puede estar experimentando: ideación (considerar la muerte como un descanso); comunicar la amenaza de autodestrucción; practicar conductas suicidas como ensayos o autolesión; muerte autoinfligida y, finalmente, consumar el hecho, aunque puede surgir sin manifestaciones previas.
Definió los signos de alerta que se pueden observar mediante ciertas señales de peligro: que el individuo exprese su deseo de morir o bromear al respecto, autodesprecio, falta de autoestima y de respeto a sí mismo; desesperanza, sentirse una carga para los demás o atrapado sin salida, investigar formas de morir, despedirse, aislarse de los demás, ir despojándose de objetos de valor; provocar situaciones temerarias e impulsivas y consumo de sustancias.
¿Qué hacer?
Se debe escuchar a la persona afectada, preguntar, acompañarla, mostrar interés, apoyarla, respetarla, tomar en serio la situación, validar y buscar cuál sería la red de servicios disponible para su atención, entre otros aspectos.
Evitar ignorar la situación o restarle importancia; dejar sola a la persona con su malestar; mostrarse en pánico, avergonzado o consternado; juzgar, criticar o aleccionar, aceptar que la muerte intencionada es la opción. Tampoco temer a preguntar.
La educación y el apoyo que requieren familia, compañeros y amigos para intervenir en estas situaciones son esenciales. Todos podemos ayudar a prevenir el suicidio; acompañarse de otros es vital para procesar este tema, tratarlo de forma conjunta para pasar del tú, al nosotros, estimó.
Asimismo, prosiguió, establecer campañas de salud mental, controlar el acceso a medios letales con los que un individuo con este tipo de ideas podría atentar contra su vida; apoyo de medios de comunicación. En materia de intervención con medidas específicas en las esferas pública y privada, de acuerdo con la especialización de cada uno.
El mito
Es aquel que considera que si se habla de este tema podría estimular esa conducta; sin embargo, el silencio acentuaría el riesgo, por ello es importante abrir espacios para platicar de lo que el otro podría estar sintiendo, preguntar de manera franca y respetuosa.
Otras falacias son decir que quien se va a matar no lo hará, “es joven, ya se le pasará” (en el caso de adolescentes); o bien, en adultos mayores: “es grande, ya se acostumbrará a sentirse mal”. Es tanto como decir que solo las personas con trastornos mentales se suicidan. (UNAM)
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