Con una misa en la Catedral de Santiago, decenas de feligreses recordaron al obispo emérito de Saltillo, Francisco Villalobos Padilla, a un año de su deceso por complicaciones derivadas de la Covid-19.
Desde el altar mayor del templo ubicado en la Zona Centro de la capital coahuilense y en cuya cripta descansan los restos mortales del originario de Guadalajara, Jalisco, el obispo de la Diócesis de Saltillo, reconoció el legado religioso que cosechó monseñor Villalobos durante sus 50 años de labor episcopal.
Asimismo, monseñor Hilario consideró que el cariño y fraternidad del que gozó el obispo emérito, quien fuera el más longevo de México al cumplir 101 años apenas dos días antes de su fallecimiento.
«Queremos realizar esta conmemoración, este acordarnos de nuestro querido Pastor. Su larga vida, por su intenso ministerio sacerdotal y episcopal, impactaron positivamente esta Diócesis de Saltillo, nos acordamos de él con cariño, el cariño de una familia por el padre, del rebaño por su pastor», dijo el obispo Hilario.
«Su preocupación por la enseñanza de la fe, por la predicación del Evangelio, fue constante y le agradecemos a Dios que en monseñor Francisco tuvimos esta fuente segura, abundante, de predicación de la palabra de Dios. Nos dimos cuenta en los 20 años de episcopado emérito del cariño, la perseverancia, la solicitud que mantuvo en medio de esta Diócesis», agregó.
SU VIDA, SU HISTORIA
Francisco Villalobos nació en 1921 en Guadalajara, Jalisco, fue hijo de Carlos Villalobos y María del Refugio Padilla y hermano de otros 12. Desde su infancia, don Francisco mostró su vocación sacerdotal, ya recordaba que su hermana María Elena le fabricaba casullas de papel para que pudieran jugar a ‘celebrar la misa’.
El obispo emérito llegó al seminario en 1938, a los 18 años de edad, durante épocas de persecución religiosa, por lo que los primeros años tuvo que tomar clases de manera clandestina. Posteriormente continuó su preparación en el Colegio Pío en Latinoamericano en Roma.
El 2 de abril de 1949 fue ordenado sacerdote en la capital italiana, desarrollándose en su ministerio al interior del Seminario de Guadalajara, como prefecto, director de vocaciones y director de la revista apostólica. Años más tarde, el 9 de mayo de 1971, fue nombrado obispo auxiliar de Saltillo, que se encontraba bajo la titularidad de don Luis Guízar Barragán.
Para 1975 tomó posesión como obispo titular de la Diócesis de Saltillo. Durante su gestión ordenó a más de 100 sacerdotes, fue impulsor de la creación de Cáritas y el Banco de Alimentos, así como de las primeras casas del migrante en Ciudad Acuña y Piedras Negras. Además, durante su tiempo al frente de la Diócesis se crearon 36 nuevas parroquias y puso las bases para erigir la Diócesis de Piedras Negras.
En diciembre de 1999 el papa Juan Pablo II aceptó su renuncia y desde marzo del 2000 se convirtió en obispo emérito de Saltillo, posición que ocupó hasta su muerte, cuando fue llamado a la Casa del Padre. (OMAR SOTO / EL HERALDO)
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