Director fascinante, aunque definitivamente para un público atento y sensible, su cine es de una impecable capacidad para devolvernos el asombro por las imágenes, donde la idea de la búsqueda -algo siempre andamos buscando- y del viaje -siempre nos movemos de las sombras a la luz- es su constante, su centro y motor, que se traducen en obras tan hermosas como desconocidas y necesarias de descubrir.
Si no conoces a Guerín, tu formación como cinéfilo está definitivamente incompleta. Porque el cine, la estética, la propuesta y los recursos de José Luis Guerín (Barcelona, 1960) son absolutamente necesarios de admirar, de revisitar cada cierto tiempo. Porque su cine te devuelve el amor y la fascinación por las imágenes en movimiento de manera literal.
El director catalán siempre anda en búsqueda de algo, tratando de recuperar algo o alguien: puede ser una mujer que posiblemente conoció un verano, unas fotos que revelan una segunda historia potente o un lugar en que una figura célebre alguna vez estuvo. De este modo, en sus películas siempre se genera un diálogo con las imágenes que captura y que le permiten materializar qué sucedió con personas y espacios. Esas imágenes son el sello de su propia identidad autoral.
Lo interesante de este ejercicio con las imágenes es que Guerín explora a fondo algunas de ellas, mientras que otras solo le sirven como un comentario, un boceto, un mero borrador de lo que ha de venir más adelante en su obra que, en gran parte de Latinoamérica, sigue siendo desconocida, excepto por la exhibición de algunas de sus obras en festivales y cursos específicos, donde a pesar de su inmenso talento y originalidad, no ha logrado convencer a los distribuidores para mostrar su obra a los espectadores.
José Luis Guerín ha realizado filmes e instalaciones en los que la fotografía fija juega un papel fundamental. Sus largometrajes más destacados: Innisfree y Tren de sombras, son consideradas piezas clave en su filmografía, mientras que la frescura y el tono reposado de En la ciudad de Sylvia, demostraron desde temprano que nada tiene que envidiar a nadie. Lo suyo es un mundo particular, con códigos específicos, al igual que En construcción, con el que quizá más se lo identifique fuera de España.
CAPTURANDO LO INASIBLE
Innisfree es un documental filmado en las localizaciones irlandesas en donde alguna vez el mítico director de cine John Ford filmó El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1951). Descubre para nosotros que aquella experiencia sigue viva, no solo en quienes fueron testigos del rodaje, sino entre los más jóvenes, que pueden describir con minuciosidad detalles de la película. Rodada en 1989, Innisfree no es solamente el rescate a través de la historia oral como herencia de los niños y adolescentes, profundamente orgullosos por saber que en sus tierras se filmó una historia de amor entre John Wayne y Maureen O’Hara, sino además un juego metafílmico en donde un realizador (Guerín) evoca a otro director (Ford), enfrentándonos a la nostalgia de cómo “se recuerda”, de la manera en que esa filmación fue un antes y un después en una comunidad que vive feliz y orgullosa “recordando” (trayendo de nuevo al corazón) lugares, sonidos e historias y en donde se genera un contrapunto entre el film de Ford y el de Guerín, hasta lograr emocionar tanto con el filme evocado como con sus propias imágenes tratando de capturar ese instante.
Si buscamos su obra maestra, no hay duda en decirlo: es Tren de sombras (1997), una de las piezas mayores no solo de su filmografía o del cine español, sino también del cine mundial, que brinda al espectador un juego notable entre la realidad y la ficción y que, lentamente, se va revelando como una poderosa historia de intriga, realizando, a la vez, un homenaje a los primeros años del cine. Usando la materia prima de celuloide «antiguo», Guerín logra entregarnos una mirada del cine-en-el-cine para convertirnos, como espectadores, en cómplices de una insólita historia familiar ocurrida en los años veinte en una idílica casa donde veranean amos y criados, hecho que se develará ante nuestros ojos, cuando a través de un juego de montaje el director nos muestre la evidencia, una y otra vez, hasta involucrarnos en lo que el filme propone: que mientras buscas puedes encontrar misterios. Es, sin exageración, un homenaje al cine, un vehículo para lucir el montaje, un ejercicio extremo de brillante caligrafía visual y de un inquietante juego de espejos donde el pasado y el presente se funden para revelar, muchos años después, un engaño, una traición, un crimen acaso y un misterio que nos seduce y nos provoca.
En 2001 estrena En construcción, un brillante documental que parte del entorno de la rehabilitación del barrio del Raval en Barcelona como escenario. Se trata de un proyecto de colaboración con estudiantes que durante tres años estuvieron implicados, alternando varias etapas de rodaje con períodos de reflexión en la sala de montaje, en un proceso paralelo de hallazgos a través de las imágenes que, constantemente, reorientaban el trabajo. Esta película fue reconocida internacionalmente con el Premio FIPRESCI de la Crítica Internacional, el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián, el Premio Nacional de Cinematografía y el Premio Goya a la Mejor Película Documental.
Si Tren de sombras se solaza en el manierismo y en la perfección de su montaje, la muy notable En la ciudad de Sylvia (2007), estrenada en el Festival de Cine de Venecia, experimenta con el poder de la imagen y el valor del sonido (o de su ausencia). A partir de unos cuadernos de notas, el protagonista busca de manera obsesiva un rostro (el de Sylvia) hasta que cree encontrarla. El director juega con el encuadre, detiene el tiempo, trabaja emociones con las luces y las sombras y hace de los ruidos del despertar de Estrasburgo, un concierto. Conviene saber que, en paralelo ese mismo años, antes de este filme estuvo Unas fotos en la ciudad de Sylvia, formado por una serie de fotos fijas que el director utiliza para componer su discurso sobre la pantalla, en donde el espectador escoge qué ver y qué historia armar con las diferentes posibilidades entregadas por el autor. Desplegadas en muchos cuadros, todas llevan a un mismo destino: descubrir a la mujer que el narrador conoció veintidós años atrás. Es un brillante ejercicio, a modo de los bocetos de Da Vinci, que cobra valor como obra en sí, desprendida del resultado final, el largometraje En la ciudad de Sylvia, en donde José Luis Guerín nos ofrece a través del montaje más de una historia, a la manera de los puzles, en donde todo resulta original, misteriosa y profundamente poético.
En esta búsqueda existe siempre un diálogo entre el cineasta y el medio, el lenguaje cinematográfico. Cada vez que avanza, el creador va mirando el camino recorrido y nos hace partícipes de sus encuentros, de sus nostalgias y de su poderosa poética. En su cine también está la idea de viaje, tema que alguna vez hizo suyo el alemán Wim Wenders que nos recuerda que Guerín, es un cineasta que viaja y nos hace viajar por el espacio y por el tiempo, en donde podemos descubrir luces y sombras; y es a través de esta propuesta de viaje que podemos entender mejor su cine y el significado de ser cineasta.
Su filmografía contempla también obras entre cortos y mediometrajes que, aun cuando son piezas por encargo, pero que las asume con la misma irrenunciable responsabilidad de un artista, como hicieron los grandes pintores de la historia, con convicción autoral, apropiándose de ellos y borrando el estigma que tienen las obras que no surgen de una determinación propia. Ejemplos magníficos son Carta #3, Dos cartas a Ana y Le Saphir de Saint Louis.
FILMOGRAFÍA:
Largometrajes
- Los motivos de Berta (35 mm, 1983)
- Innisfree (35 mm, 1990)
- Tren de sombras (El espectro de Le Thuit) (35 mm, 1997)
- En construcción (vídeo, 2001)
- En la ciudad de Sylvia (35 mm, 2007)
- Unas fotos en la ciudad de Sylvia (vídeo, 2007)
- Guest (vídeo. 2010)
- Correspondencias (vídeo, 2011)
- Recuerdos de una mañana (vídeo, 2011)
- La academia de las musas (vídeo, 2015)
- De una Isla (vídeo, 2019)
Mediometraje
- Dos cartas a Ana (2011)
Instalaciones
- Las mujeres que no conocemos (cronofotografía, Bienal de Venecia, 2007)
- La Dama de Corinto (Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2011).
Autor
-
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN12 octubre, 2024LOS MONSTRUOS REGRESAN POR PARTIDA DOBLE
- OPINIÓN9 agosto, 2024AGOSTO COMO TEMA Y SÍMBOLO EN EL CINE
- OPINIÓN11 marzo, 2024OPPENHEIMER, LA BRUTAL REALIDAD ACTUAL Y ALGUNOS APUNTES ACERCA DE LA 96° CEREMONIA DEL PREMIO OSCAR
- OPINIÓN5 marzo, 2024“SIMÓN”. LA VENEZUELA AUSENTE EN UN FILME QUE SE DESVANECE