MÉXICO: PERSISTENCIA CON CAMBIO

 

Andrés Manuel López Obrador, en aras de ganar la presidencia, formó un movimiento y un partido político al que se unieron una mezcla de personas con distintos y, a menudo, opuestos puntos de vista, criterios filosóficos, premisas teóricas y valoraciones éticas y políticas, con la única coincidencia que era la toma del poder.

El Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, seguramente por algo de su contenido ideológico, así como por el origen priista de algunos de sus miembros prominentes empezando por su principal fundador, ha sido señalado como la continuación del Partido Revolucionario Institucional. Incluso se dice que la verdadera Cuarta Transformación de Morena es porque ha pasado del Partido Nacional Revolucionario, de Plutarco Elias Calles; el Partido de la Revolución Mexicana, de Lázaro Cárdenas y el Partido Revolucionario Institucional, de Miguel Alemán Valdés.

En mi hipótesis Morena es, en todo caso, un elemento más, junto a los demás conjuntos de partidos políticos e instituciones electorales que han surgido para seguir dándole permanencia y mantenimiento a un sistema político que tras vivir una lucha armada, derivada de la Revolución Mexicana, encontró mecanismos constitucionales, en particular en el aspecto electoral, que han permitido la consolidación del aparato estatal y su desarrollo permanente.

Para abonar teoría al tema, me gustaría recordar al politólogo canadiense David Easton, quien al tratar el tema de la persistencia con cambio y a través del cambio, planeta un enfoque que introduce un elemento paradójico: persistencia no es lo mismo que estado perfectamente estático: no es incompatible con el cambio.

 

Su argumento: en la mayor parte de los casos, incluso en los que tienen lugar en plazos no muy largos, un sistema debe poder cambiar o adaptarse a circunstancias fluctuantes para persistir.

Ni siquiera un sistema tan estable como el de los Estados Unidos ha permanecido inalterable durante muchos años, aun sin tomar en cuenta las enmiendas formales a la Constitución. El sistema federal sufrió transformaciones radicales en la década de 1930, durante la presidencia de Roosevelt, debido a los cambios introducidos en los usos y las decisiones de la Suprema Corte. Es obvio, empero, que durante varios años subsistió en el país un sistema político.

Análogamente, aunque el orden imperial alemán sucumbió a la República de Weimar, que a su vez fue suplantada por el régimen nazi y éste por un nuevo orden después de la Segunda Guerra Mundial, es innegable que persistió alguna forma de sistema político. El cambio es a todas luces compatible con la continuidad. Parece posible y necesario decir que un sistema dura si, al mismo tiempo, sufre alteraciones sustanciales y significativas.

Veamos otro ejemplo: el sistema político británico no permaneció estancado durante siglos, sino que sobrellevó diversas y radicales modificaciones. Pero a pesar de todo, conservó su identidad básica a través del tiempo. La comunidad política inglesa primitiva (núcleo permanente a lo largo de los siglos) amplió su extensión geográfica con la incorporación de Escocia e Irlanda del Norte, hasta abarcar la totalidad de un imperio actualmente menguado. Tampoco se mantuvieron constantes e intactas las características de su régimen de gobierno. Fluctuó desde un conjunto de sistemas políticos diversos en la época de los guerreros anglosajones rivales, hasta el comienzo de la centralización con los Tudor. Más tarde, aparecieron una dictadura semipopular (Cromwell), un orden político monárquico constitucional parcialmente representativo (siglos XVIII y XIX) y una democracia popular en expansión (fines del siglo XIX y el siglo XX). En este proceso se fue configurando el sistema de gobierno de gabinete con partidos responsables y una prerrogativa real poco menos que en completa decadencia.

Es evidente que sufrió transformaciones fundamentales la forma primitiva del sistema político británico (como quiera que la denominemos) con respecto a la cual el sistema político actual puede presentar una conexión material e histórica.

Ciertamente exageraríamos si sostuviéramos que el actual sistema representa una continuación de la miscelánea de sistemas políticos celtas originales o de los aún menos numerosos sistemas políticos anglosajones. No obstante, es perfectamente sensato y útil interpretar la vida política inglesa como la persistencia de un modo de establecer asignaciones autoritarias de valores.

La continuidad se pone de manifiesto en dos sentidos. En primer lugar, los miembros actuales del sistema político británico creen en su identidad histórica con los sistemas políticos anteriores, creencia muy firme que puede impulsarle incluso a la acción. Este elemento ideológico tradicional contribuye a mantener un sentimiento de identificación mutua, componente a su vez del insumo del apoyo a un sistema político. En el segundo sentido, hay una continuidad material genuina con respecto a una comunidad política cuyos miembros han cambiado. En cada momento histórico podemos señalar las transformaciones o alteraciones, en el sistema entonces existente, que permitieron continuar con la pauta de relaciones mediante las cuales fue posible tomar y hacer cumplir decisiones obligatorias.

En este nivel general persistió en la sociedad británica alguna especie de sistema político, aunque esa sociedad misma cambiara de carácter y extensión.

A lo largo de las edades se mantuvieron de algún modo los procesos vitales de un sistema político; siempre hubo una serie de instituciones y usos que permitieron cumplir las funciones políticas básicas.

Este ejemplo podría aplicarse a cualquier otro sistema político actual, en la medida en que se haya adaptado de alguna manera a través del tiempo y se pueda observar una cierta conexión histórica con sistemas políticos preexistentes.

En este sentido, es mucho más plausible afirmar que un sistema puede perdurar aun sufriendo en algunos de sus aspectos cambios sustanciales y significativos. Esa es una de las grandes conclusiones de Easton en su “Esquema para el análisis político”.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

josevega@nuestrarevista.com.mx

 

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José Vega Bautista
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