Frente a la Alameda
Casi todos los lugares de nuestra hermosa ciudad de Saltillo tienen historia. Es cierto que tenemos lugares emblemáticos, otros que generan morbo y algunos más cuyas edificaciones parecieran que están en ese lugar desde toda la vida. Hace algunos días, el Museo de los Presidentes compartió una efeméride, en la cual señalaba que el día 16 de abril de 1925, quien fungía como director del Ateneo, Don Carlo E. Martínez —quien por cierto es el bisabuelo de mi amigo Pepe González—, solicitaba un terreno que había sido ocupado como panteón para destinarlo como un campo deportivo, petición que fue autorizada. Pero, ¿qué campo era ese, dónde jugaron a la pelota los estudiantes del Ateneo y que antes había sido un camposanto?
La posible respuesta era, claro, el terreno donde se construyó el Estadio Saltillo. Pero antes de continuar ubiquémonos en el espacio de esta hermosa ciudad de Saltillo, porque específicamente en la latitud 25.4248 y la longitud -101.0104, se construyó un estadio, para ser más precisos, donde ahora se encuentran la Secundaria Federico Berrueto y la Primaria Anexa a la Normal.
Y es que, si pudiéramos volver hacia el pasado, antes de que estas emblemáticas escuelas fueran construidas frente a la hermosa Alameda Zaragoza, nuestra ciudad contaba con un estadio que llevaba por nombre Saltillo, un estadio donde además de juegos de béisbol, soccer, fútbol americano, había funciones de box y lucha libre, ah, y por si fuera poco, fue en ese mismo lugar donde el ídolo de México, Pedro Infante se presentó ante los Saltillenses.
Pero este espacio deportivo no siempre fue un estadio, antes de ellos fue un cuartel, un espacio que sirvió durante la revolución mexicana, un cuartel cuyas historias están muy bien resguardadas, historias poco platicadas, sin embargo, el lugar frente a la Alameda Zaragoza donde hoy están la Berrueto y la Anexa, no siempre fueron escuelas, ni estadios, ni cuartel.
Ese mismo espacio fue una casa de campo, conocida como la Quinta Naranjo, y no por estar pintada de ese color sino por el hecho de que el General Francisco Naranjo disfrutaba de los veranos saltillenses, por lo que decidió construir frente a lo que era la plaza Porfirio Díaz su casa de descanso. Francisco Naranjo fue un militar mexicano que participó en la Revolución de Ayutla, luchando contra Santa Anna. Además luchó en la Guerra de la Reforma y contra los invasores franceses. Y la verdad no lo culpo de encontrar aquí en Saltillo un espacio maravilloso para descansar.
Pero antes de ser la Quinta Naranjo, ese espacio —junto con algunas viviendas aledañas y un gran espacio que hoy es la Alameda Zaragoza—, era un panteón. Un panteón que le fue autorizado al párroco de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, cuando Saltillo era aún dos poblados y llegó el cólera morbus para azotar a los habitantes de la Villa de Santiago y del Pueblo de San Esteban.
Esta es la historia de un lugar muy emblemático de Saltillo, un lugar que después de estar desolado lo convirtieron en panteón, después un general lo transformó en casa de descanso, para durante nuestra revolución los militares lo usaron como cuartel, para a la postre ser un estadio deportivo por petición del director del Ateneo y pasando algunos años ser lo que hoy es, dos instituciones muy Saltillenses que valen la pena presumir.
Autor
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Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
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