Distribución desigual de alimentos en México provoca que se desperdicien 20 millones de toneladas al año

 

Ciudad de México.- La producción de alimentos es un gran desafío para alcanzar la sustentabilidad. El ritmo actual de producción agrícola y ganadera requiere cerca del 70% de consumo de agua y 40% de la superficie terrestre de acuerdo con el Instituto de Geografía de la UNAM (IG) en el 2019.

No obstante, aun con los enormes requerimientos de recursos, la distribución de la comida es desigual y todavía perdura el problema del hambre en el mundo, que se agudizó tras la crisis económica del 2020, afectando a casi todos los países en vías de desarrollo. La cifra actual de personas con alguna carencia alimentaria es de 811 millones, según el informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo, publicado por la ONU en 2021.

En el caso particular de México, The Hunger Project estima que el 22% de la población vive en pobreza alimentaria. En la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 se reportaron 881 mil 752 casos de menores de edad con desnutrición crónica en el país. La desnutrición crónica en zonas urbanas es del 7.7% y en zonas rurales del 11.2%. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la desnutrición como la ingesta insuficiente de alimentos para satisfacer las necesidades de energía alimentaria.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2020 creció en 3.8 millones el número de pobres en el país, quienes comenzaron a tener dificultades para comprar los bienes y servicios de la canasta básica. De ellos, 2.1 millones cayeron bajo el umbral de la pobreza extrema, o sea, aquellos que tienen ingresos por debajo de la línea de la seguridad alimentaria.

Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible es el objetivo dos dentro de la Agenda 2030, establecida en el Acuerdo de París en 2015. Para ello se deben combinar tres aspectos: asegurar el acceso a los alimentos en buenas condiciones, incrementar los ingresos y garantizar la sostenibilidad.

Para lograr el objetivo, se puede recurrir a la Soberanía Alimentaría, definida como el derecho a poner en práctica políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos. Para lograrlo se involucran aspectos como la protección de las tierras frente a actividades extractivistas, el derecho al agua, el uso de semillas y métodos de cultivo no industrializados, el acceso a la información, etc.

Sin embargo, la soberanía alimentaria no es una realidad en México. De acuerdo con la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), anualmente se importa el 80% del total de alimentos que se consumen en el país. Además, los alimentos no son aprovechados eficientemente ya que se desperdician 20.4 millones de toneladas de alimentos cada año, un promedio de casi 158 kilos por persona, según datos del Banco Mundial, esta cantidad es equivalente al 34% de la producción para consumo humano.

Según datos de la FAO, se requiere de:

  • 70 litros de agua para obtener una manzana
  • 900 litros de agua para obtener un kilo de maíz
  • Mil litros de agua para producir un litro de leche
  • 15 mil litros de agua para producir un kilo de carne de res

De acuerdo con el Instituto de Geografía de la UNAM, el impacto ambiental de los alimentos desperdiciados se traduce en el desperdicio de 40 billones de litros de agua, similar al consumo de agua de todos los habitantes del país durante 2.4 años. En cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero, se liberan 36 millones de toneladas de CO2 en el proceso de transporte, lo que corresponde a las emisiones anuales de casi 16 millones de vehículos.

De acuerdo con Miguel Ángel Santinelli, director de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac, considera que la soberanía alimentaria es posible en México, pero lo primero que se debe resolver a nivel nacional es la distribución desigual de alimentos. Para ello, nos comenta que es necesaria la coordinación entre el gobierno y los agricultores, pues «el mayor desperdicio de alimentos se da en la cosecha», ya que muchos de los alimentos no cumplen con los requisitos visuales que se exigen en los supermercados y por la población para consumirlo.

Las empresas también pueden participar en prácticas responsables para reducir la cantidad de desperdicios que generen, incluyendo la modificación de los menús en el sector restaurantero para aprovechar la mayor cantidad de los alimentos que obtengan, en cuanto las cadenas de supermercados puede surtir sus anaqueles con productos locales y de temporada.

Otra opción que existe para las empresas son los bancos de alimentos que acopian, seleccionan y distribuyen alimentos de donaciones. Estos productos que ya no son comercializables pero que pueden consumirse se envían a instituciones de asistencia social y comunidades marginales de zonas urbanas y rurales. La Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA) tiene afiliados 55 bancos que operan en 27 estados. Durante el 2020 rescataron 176 toneladas de alimentos y beneficiando a más de 1 millón de personas de 4,513 comunidades. (UNIVERSIDAD ANAHUAC)

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Agencias