Con esta frase Gabriel Boric Font, culminó su discurso de triunfo cuando el pasado 21 de diciembre ganó las elecciones para la presidencia de Chile.
Ojalá su esperanza siga intacta al terminar los cuatro años de gobierno que con 36 de edad recién cumplidos, inicia este viernes 11 de marzo.
Los pormenores indican que en la toma de posesión estrenará traje y casi seguro no llevará corbata; asistirán 500 personas entre ellas, el rey Felipe de España, presidentes de 16 países latinoamericanos y delegaciones de Estados Unidos, Canadá y naciones europeas y que vetó a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Con sus 26 invitaciones de libre disposición, convidó a la argentina Estela Carlotto presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, al boliviano Álvaro García, al colombiano Gustavo Petro, al brasileño Lula, al español Errejón y a los escritores nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Bello.
Los festejos durarán tres días; habrá Te Deum en la Catedral de Santiago y banquete oficial el sábado y actos populares el domingo.
Y por lo que he podido captar leyendo diarios y a través de parientes y amigos, el ambiente está tenso.
Hay conflictos en la Araucanía y el Biobío, por grupos mapuches que han tomado haciendas y quemado vehículos, como el «Weichan Auka Mapu» que anunció que su «compromiso revolucionario», no terminará con el nuevo gobierno.
Y en el norte, por la entrada ilegal de colombianos, venezolanos y bolivianos.
Boric aseguró que no renovará el estado de excepción decretado hace meses para esas regiones por el presidente saliente Sebastián Piñera y que regirá hasta el próximo día 26.
Pero diversos sectores le exigen sostener la legalidad “sin ambigüedades”, para asegurar la eficacia del Derecho y definir su relación con las Fuerzas Armadas, Carabineros y Policía de Investigación “cuyo mandato de aplicar la ley, no puede incumplirse sin peligro para la institucionalidad y avance del narcotráfico.”
El sector empresarial le ha ofrecido apoyo, pero también ha mostrado preocupación por el alcance de sus reformas tributarias, reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y alza del salario mínimo.
En la entrevista a la BBC como presidente electo, que reseñé aquí hace semanas, Boric expresó temor a que la división a que tan proclive es la izquierda, le impida hacer los cambios que Chile necesita.
Tuvo razón, porque aún no rinde protesta y ya se quejan el Partido Comunista y Apruebo Dignidad, que por haberlo postulado desde la primera vuelta electoral creen merecer más cargos que los nueve partidos que lo respaldaron solo en la segunda.
Y el PC declaró que se opondrá “a cambios morigerados o excesivamente graduales”.
Deberá Boric gobernar con un congreso plural y será indispensable el voto de los ocho diputados y cinco senadores de la Democracia Cristiana para impedir que la derecha lo frene; situación que ya molesta, a los siete senadores del Partido Socialista y los seis del Partido Por la Democracia.
Tiene el apoyo de los partidos de centro izquierda que ganaron la presidencia chilena cinco veces tras la caída en 1990 de la dictadura pinochetista y se ha reunido con los expresidentes socialistas, Michelle Bachelet y Ricardo Lagos.
Al explicar Lagos su ayuda a quien lo tachó de neoliberal precisó que la juventud, “usa el término inapropiadamente, como parte de la lucha generacional”.
Y que en el actual escenario mundial los ciudadanos están buscando jóvenes capaces de guiar en este incierto cambio de época, como en Nueva Zelanda y Finlandia, donde optaron por primeras ministras menores de cuarenta años.
Conflicto casi seguro en el horizonte de Boric, será la nueva constitución que está siendo redactada por 154 “convencionalistas” electos en mayo pasado.
En su mayoría de izquierda dura y sin mucha escuela ni conocimientos jurídicos y políticos, están elaborando un texto que deberán terminar en julio para ser sometido a plebiscito nacional y está cargado de excesos y ocurrencias.
Entre cuestiones semejantes, proponen cambio total al régimen de propiedad y la administración del Estado “a ejemplo de los soviets bolcheviques”, tribunales exclusivos para indígenas, expropiación “inmediata” de tierras y empresas, nacionalizaciones mineras, cárcel para Piñera, derecho a ser hincha de clubes deportivos y a la circulación libre en autopistas y “derecho de los glaciares a sus aguas.”
Al respecto, encabezados por el escritor Cristian Warnken 75 personalidades firmaron el documento Amarillos por Chile, que alerta sobre el rumbo de esa Convención a la que Boric respalda; denuncia lo antidemocrático del texto y demanda a la sociedad no permanecer callada “ante el silencio de los partidos.”
Coincide la historiadora Lucía Santa Cruz en un artículo del 25 febrero para El Mercurio, al describir el “ambiente tóxico y amenazante” contra quienes difieren de un texto que llevará a sepultar la democracia, al suprimir el Senado, el Poder Judicial, la igualdad ante la ley y las libertades individuales.
Los primeros viajes internacionales de Boric serán a Argentina, China y E.U.
Y ya alquiló la casa donde vivirá junto a su novia y próxima primera dama, Irina Karamanos de 33 años y descendiente de griegos y croatas.
Se ubica en el popular barrio Yungay, a nueve minutos en auto y 30 minutos caminando del Palacio de La Moneda y la eligió por su construcción antisísmica, acceso a tres autopistas y lejanía de edificios altos, que pondrían en peligro su seguridad y privacidad.
Es conveniente recordar, que Boric ganó la presidencia a un candidato de extrema derecha y como consecuencia de los estallidos sociales de octubre de 2019, que mostraron que los chilenos urgían por cambios.
Si logra hacerlos preservando libertades y democracia, puede convertirse en líder de una nueva izquierda latinoamericana.
Por lo pronto, su principal reto será cumplir las expectativas que generó en sus votantes.
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