AVISO DE CURVA

Reconciliación, la palabra del futuro

La reconciliación es uno de los términos más sustantivos de la política. Hace alusión a los procesos de reconstrucción de paz y el rescate de la convivencia entre grupos antagónicos en sociedades enfrentadas por conflictos armados, religiosos e incluso raciales, generalmente en regímenes basados en la represión política y/o militar.

Los estudiosos de la política han documentado cómo, a partir de experiencias postconflicto, por ejemplo, los casos del Apartheid al sur de África y la instalación de Comisiones de la Verdad en América Latina, las políticas implementadas de reconciliación escoltaron procesos para recobrar la confianza, reconstruir vínculos y establecer espacios de diálogo y consenso que permitieron a los “adversarios” o “enemigos” coexistir y cooperar en naciones que requerían salir adelante.

Es verdad que México se encuentra muy lejos de padecer conflictos políticos o sociales que trastoquen la paz social, sin embargo, dadas las circunstancias que han impuesto la pandemia, la crisis económica y la inseguridad, es claro que vale la pena pensar seriamente en explorar y, eventualmente utilizar, el término reconciliación para retomar el rumbo y edificar un mejor futuro.

Sé que muchos dirán que es innecesario incluso exagerado delinear la reconciliación en una nación en donde las instituciones democráticas funcionan. Lamentablemente, en los años recientes se ha producido una escalada de confrontaciones, agravios y descalificaciones que amenazan con empujar al país hacia una fase belicosa, en donde se rompen los vasos comunicantes que propician la sana convivencia, el respeto mutuo y la construcción de consensos.

Además, los estudiosos de la política han situado a los ejercicios de reconciliación como herramientas útiles para el fortalecimiento democrático y la deliberación pública en naciones que no enfrentan conflictos armados, sociales o políticos, pero que requieren del encuentro para la toma de decisiones colectivas y el establecimiento de acuerdos.

En el entendido de que, si algo caracteriza al México moderno, es la pluralidad y la disolución de antiguos totalitarismos que pretenden gobernar al margen de la representación social y las instituciones democráticas.

La virulencia entre el oficialismo y la oposición, a la que se han sumado empresarios, académicos y organizaciones de la sociedad civil, muestra que el recelo priva sobre la confianza cívica, que la mezquindad se impone al interés colectivo y que la venganza nubla a la razón.

El insulto se personaliza y se vuelve impedimento para la deliberación democrática. La frase inquisitiva de las conferencias oficiales se convierte en la herramienta de la nueva “política”; la consagración del meme insultante en las redes sociales como la señal para mostrar el acuerdo o desacuerdo en una propuesta política; el premio a lo antipolítico, el ocaso de lo sensato, lo mutuo, lo político.

En momentos parece que renace el pasado, protagonizado por el mayoriteo, la intransigencia y la sordera. Como si la vacuna democrática perdiera efectividad a los tres años de que el país se inmunizó contra el supuesto virus del autoritarismo.

La consecuencia de lo anterior es la posible configuración de un régimen en burbuja, alérgico a las instituciones democráticas e imposibilitado para jugar afuera, allí sobre el campo plural en donde el diálogo, la deliberación y el consenso ensucian los uniformes de los actores políticos que buscan ejercer sus respectivas representaciones.

Los motivos para dar la bienvenida el término reconciliación son más que evidentes: rescatar del pozo de la polarización a los grupos enfrentados, para restablecer un nuevo consenso político basado en las reglas democráticas y en el interés colectivo de una nación que aspira a ser progresista, pero sin aislarse del mundo.

No se trata de claudicar a los intereses o principios de cada partido. Tampoco pecamos de ingenuos para pensar que la política no cobija tendencias contradictorias y visiones alternativas para el desarrollo. Considero, sin embargo, que ha sido en el encuentro de las diferencias cuando se han cosechado los mayores éxitos democráticos y transformadores del país.

No obstante, como todo parece indicar, los vasos comunicantes permanecerán cerrados por un tiempo, por lo que, el ejercicio para la reconciliación deberá esperar hasta nuevo aviso. El 2024 es el año propicio para difundirlo.

 

olveraruben@hotmail.com

Autor

Rubén Olvera Marines
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