Programas de bienestar, ¿esperanza u utopía?
El crecimiento de la pobreza en México durante los últimos tres años podría estar difuminado a los programas de bienestar de la presente administración, hasta el punto de convertirlos en una utopía.
Ni siquiera los analistas más progresistas estiman que, bajo las actuales circunstancias económicas y los montos de presupuesto disponibles para el bienestar, los programas sociales logren incidir drásticamente en la disminución de la pobreza en los siguientes tres años, al grado de alcanzar los niveles de 2018 cuando, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), existían 51.9 millones de personas en situación de pobreza, 3.8 millones menos que en 2020.
La razón es sencilla. Diversos estudios han demostrado que el crecimiento o la disminución de la pobreza en México, tiene una mayor relación con los avatares de la economía que con la presencia o intensidad de los programas sociales. Está documentado, por ejemplo, que las crisis de 1995 y 2009 trajeron como consecuencia un incremento considerable en el número de personas en situación de pobreza.
¿Por qué debería ser distinto en 2020? ¿Qué cambió en la política social respecto a la implementada en aquellos años que nos invitara a pensar que las cosas serían diferentes? ¿Acaso la presente administración realizó un giro de 360 grados, factible para contener la pobreza después de un estancamiento económico en 2019 y una caída en el PIB del 8% en 2020?
La política social de los últimos tres años, no superó la prueba de estrés a la que fue sometida antes y después de la pandemia.
Algunos analistas observan que los programas sociales de la presente administración no distan demasiado de aquellos implementados en el régimen de un partido hegemónico. En aquel tiempo, la política social no se proponía combatir la pobreza, más bien se constituía como una estrategia de soporte ideológico para el sistema. Los recursos se incrementaban o reducían a razón de las necesidades electorales. En el mejor de los casos, se utilizaban para “calmar los ánimos” de los grupos excluidos y marginados del desarrollo.
Cuando los datos dejaban entrever que la pobreza no cedía, a pesar de la enorme cantidad de recursos que se presupuestaban para los programas, algunos “sofisticados” funcionarios de aquel régimen llegaron a modificar la realidad, conteniendo artificialmente los precios de ciertos productos de la canasta básica, a efecto de aminorar las cifras de pobreza. Si la canasta básica cuesta menos, las carencias bajan.
¿Qué otro objetivo tuvo el reciente control en el costo del gas, si no fue contener los precios de los productos de la canasta básica que se asocian con el energético? Si el costo de los bienes básicos se dispara, entonces la pobreza podría crecer a niveles insospechados.
¿Encuentra usted alguna diferencia entre la estrategia de bienestar actual en comparación con la política social del viejo régimen? Los datos de crecimiento en la pobreza que recientemente presentó el CONEVAL hablan por sí mismos.
En efecto, las cifras sugieren que los programas implementados a lo largo de los últimos treinta años no han dado los resultados esperados. Lo cual se explica porque el enfoque utilizado para el diseño de los distintos instrumentos de apoyo ha sido el mismo, independientemente del Gobierno en turno, ya sea de derecha, centro o izquierda. Continúa vigente ese asistencialismo que pretende cubrir las insuficiencias del desarrollo en lugar de ampliar las posibilidades de progreso individual y salvaguardar los derechos de las personas.
¿Acaso el programa Sembrando Vida ejerce mayor presupuesto que el programa Prospera de la pasada administración? ¿El INSABI tiene una mejor cobertura u ofrece una mayor cantidad de servicios médicos que el Seguro Popular? ¿Qué diferencias existen entre la empresa comercializadora de leche LICONSA y la antigua CONASUPO con el nuevo proyecto de Gas Bienestar? ¿Será cierto que Jóvenes Construyendo el Futuro es más transparente que el extinto programa de becas PRONABES?
Si a pesar de intensificar los programas sociales, el estancamiento de 2019 y la crisis económica de 2020 dejaron un bache profundo en la estrategia de combate a la pobreza, entonces es razonable concluir que las diferencias entre la política social del pasado y la actual, son marginales. Su lógica y sustancia son las mismas: la política de desarrollo social no combate la pobreza; es apenas un instrumento para desactivar conflictos sociales.
Así que ¿fracasó la política de bienestar de AMLO en su propósito de combatir la pobreza? En lo absoluto. Por la razón expuesta en el párrafo anterior. Tratar de reducir el número de personas en situación de pobreza con herramientas de política social es como pretender abatir al crimen organizado con las autodefensas. Suena valiente y patriótico, pero resulta ineficaz. Sencillamente porque esos grupos voluntariosos no han sido creados para ese fin.
¿Qué falló entonces? Como en el pasado, la insuficiencia estuvo en la retórica y el discurso. Construir expectativas de una lucha contra la pobreza a partir de los instrumentos de la política social es, de acuerdo con los resultados, poco factible. Las etapas en las que en México se ha logrado incrementar el bienestar de la población, coinciden con períodos de crecimiento en el PIB y en el empleo. Lo demás es una utopía.
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