A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares
POR JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA
La Hibernia
La comunidad de La Hibernia, lleva su nombre debido a la fábrica textil que se instaló en Saltillo durante el siglo XIX, sin embargo, su historia puede ser trazada incluso hasta la fundación misma de la villa de Santiago del Saltillo. Originalmente, La Hibernia era la hacienda de Santa Ana, cuna de una de las familias más importantes no sólo del norte, sino de toda la Nueva España: los Sánchez-Navarro, quienes llegaron a ostentar el latifundio más grande de América.
Las parcialidades de tierra se le entregaron a uno de los fundadores de Saltillo, Juan Navarro – quien construiría el primer molino de trigo de la villa del Saltillo y por extensión de todo el noreste de la Nueva España, inicialmente con cuatro caballerías, no obstante, para el año de 1607, su propiedad ya había crecido hasta 15 caballerías, incluyendo estancias de ganado mayor y menor, al igual que un molino.
De las posesiones de Juan Navarro en este espacio, destaca la capilla de Santa Ana, tal vez más antigua que la catedral de la ciudad. En ella, se levantaría una torre de cinco lados en el siglo XVIII, convirtiéndola en única en su tipo. Los cinco lados probablemente aludían a la advocación de los Cinco Señores, es decir, Jesús, José y María, añadiendo a la Sagrada Familia, los padres de María, San Joaquín y, por supuesto, Santa Ana.
Como dato adicional, la catedral de Santiago cuenta con una bella pintura del siglo XVIII dedicada a los Cinco Señores, realizada por el pintor José de Alcíbar (otra pintura importante de Alcíbar en nuestra ciudad es la Virgen de Guadalupe que se encuentra en la capilla inmediata a la entrada de la catedral).
Santa Ana era una capilla sencilla de una sola nave construida a partir de adobe y piedra de agua. Sin embargo, el inmueble contaba con un salón anexo, cosa muy poco común. Ello estaría relacionado a lo que se llamo en la época colonial como la encomienda, que era un sistema económico que forzaba a los indios a trabajar para los conquistadores o fundadores de una ciudad y que además era hereditario (para el noreste de la Nueva España, muchas de las veces este sistema mutó en otras prácticas como la congrega o la esclavitud). El pequeño salón, pues, era un espacio donde se enseñaba la doctrina cristiana a los indios, según revela un documento fechado en 1617.
Ahora bien, tanto Martín como Diego Sánchez, casados con dos de las hijas del fundador Juan Navarro, poseían propiedades en esta zona y contaban con encomiendas de indios. El mismo Juan Zapalinamé, indio huachichil que encabezaría un levantamiento general cerca de Saltillo y que se refugiaría posteriormente en la sierra que ahora lleva su nombre, debido a la persecución de los españoles, sería entregado en encomienda a los Navarro por medio del conquistador y fundador del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, Francisco de Urdiñola.
En el transcurrir del siglo XVIII, la advocación del templo cambiaría, dedicada a la Purísima Concepción, misma que se conserva hoy día. Al interior del templo, se encuentra un retablo barroco de la época virreinal, adornado de hoja de oro con agregados en hoja de plata, realmente único para nuestra ciudad, ya que solamente existen dos más de este tipo ubicados en la catedral. Por ello, tanto los habitantes de la Hibernia como los saltillenses, deberíamos sentirnos orgullosos de esta pieza de arte, verdadero patrimonio de la ciudad. Además de ello, el templo cuenta igualmente con una colección importante de óleos del periodo colonial, así como una escultura policromada en honor a la Purísima Concepción.
En La Hibernia también puede verse un acueducto, hoy en ruinas, que alimentaba la fábrica textil y un molino. No obstante, se debe precisar algo, el primer molino construido en la villa, erigido por el fundador Juan Navarro, no se trata del que se sitúa en La Hibernia. Esto se debe a un error histórico y es que fue ubicado por Vito Alessio Robles en 1938, sin embargo, sería J. Dávila Aguirre quien finalmente comprobaría su ubicación en la comunidad de La Libertad, identificando sus restos en 1974.
Hablando de los gigantes observados por Don Quijote, es decir, los molinos, la hacienda de Santa Ana sería conocida como hacienda de los Molinos durante el siglo XIX, mientras era propiedad del padre Vicente Pío de Cárdenas quien heredaría la propiedad a su sobrino Vicente Valdés. Sería este último quien finalmente vendería la hacienda a José Antonio del Bosque y Vargas en 1831, para ser posteriormente rentada en 1842 a los británicos Santiago Heweston y Nicolás Pendergast. Un año más tarde se les uniría del mismo modo Pedro Hale para formar, aprovechando las tierras y el agua, la fábrica de textiles La Hibernia. Su nombre proviene del latín que significa Irlanda, la tierra natal de Heweston.
La unión de los comerciantes conocería los estragos de la guerra de México contra los Estados Unidos, por lo que, adelantándose a los hechos, Nicolás Pendergast redactaría, como buen capitalista, dos cartas dirigidas a los gobiernos de ambas naciones, argumentado que su fábrica era propiedad de ciudadanos británicos, por lo que sus terrenos se encontraban ajenos a la guerra. También debe verse esto como una jugada táctica, pues Heweston era irlandés, y recordemos que el batallón de San Patricio, perteneciente al ejército norteamericano durante el conflicto, desertó para luchar en las filas mexicanas, incluso participando en la Batalla de la Angostura.
A la muerte de José Antonio del Bosque y Vargas en 1849, los negocios familiares pasarían al esposo de su hija, Pedro Pereira de Umarán. Son de igual forma interesantes los designios de La Hibernia durante el presente siglo XXI, pues en los trabajos de restauración realizados por la oficina del Centro Histórico de Saltillo en el año 2001, se encontró por accidente un entierro antiguo. Se trata muy probablemente de la tumba de Pedro Pereira, quien fuera uno de los presidentes municipales de la ciudad. Del mismo modo, también se encontró el entierro de Antonio del Bosque, quien igualmente estuviera a cargo de la administración de Saltillo.
Finalmente añadimos que existían otras dos haciendas con el mismo nombre de Santa Ana durante el periodo colonial pertenecientes a Juan Navarro, además de la comunidad que ahora se conoce como La Hibernia. Se trata de la hacienda de Santa Ana de Los Rodríguez y de Santa Ana de los Valdés, que actualmente forman nuevas comunidades, pero que inicialmente estaban integradas con La Hibernia, formando un tríptico hacendario en el periodo virreinal.
En suma, este camino recorrido conocido antiguamente como el de los Molinos, está conformado por diversos elementos arquitectónicos, muchos de los cuales puedes ser admirados hoy día. A decir verdad, el camino conectaba desde la fundación de Saltillo y conecta actualmente a La Aurora con La Libertad y La Hibernia, dejando ver un bello recorrido que bien pudiese ser aprovechado en la formación de un nuevo sector para el turismo local.
En fin, utilizando las palabras del arquitecto Arturo Villarreal, “[…] hemos recorrido la historia antigua de esta amarilla y mágica ciudad, hemos dado un paseo por sus orígenes. ¡Gracias a Dios, aún no la hemos destruido!” Cuidémosla. Protejamos nuestro patrimonio.
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