La jornada electoral que vivió el país el pasado 6 de junio expresó una copiosa participación, superior al 52% del padrón electoral y ubicándose como la más concurrida entre las elecciones intermedias, así descrita esta lección de participación ciudadana advierte algunas conclusiones muy interesantes.
A nivel federal, el Partido Revolucionario Institucional continúa cayendo en cuanto a captación del voto, su estrategia electoral, a favor del presidente, pero en contra de MORENA no fue lo suficientemente efectiva como para al menos asegurar alguna gubernatura. Sin Coahuila, estado en el que arrasó, el PRI parece en franca debacle. Mientras MORENA tenía 7 gobiernos estatales en el país, hoy tendrá 17, el PRI que tuvo 12 ahora tendrá solo 4 gobernadores.
El Partido Acción Nacional, PAN, continúa su ascenso, seguramente recibiendo la campaña emprendida por Anaya, pero anteriormente desde el empresariado mexicano representado por COPARMEX cuya crítica directa al Presidente parece haber captado el voto de aquellos inconformes con algunas acciones (si es que las hay) pero sobre todo con una discursiva que sigue permeando en la sociedad. El PAN llega como la segunda fuerza política en la cámara con 115 diputados, por mayoría y plurinominales, atrás de los 200 de MORENA, el PRI tendrá 72 curules.
El poder debilita y se observó en estas elecciones que, aunque no significaron una marcada derrota, si un debilitamiento en el régimen Obradorista. Para muestra las diversas delegaciones en la ciudad de México la pérdida de este bastión significa mucho y pasa la factura del manejo de la pandemia y los últimos escándalos de la línea 12 del metro. El Presidente aumenta, mediante MORENA, sus alianzas en las gubernaturas, el panorama exige negociaciones.
Con gran agrado veo que la población castigó a los candidatos inexpertos, los triunfos parecen vincularse con la capacidad de cada candidato, salvo algunas excepciones. La baja votación a actores, cantantes, exhibicionistas y demás que aprovecharon el espectáculo como una herramienta de seducción para acceder al voto parece que pondrá un alto a esas estrategias partidistas, nada mejor. La preparación debe ser siempre aplaudida y aunque es la reputación la que juzga la responsabilidad, la preparación determina el potencial.
En cada elección debemos ponderar en conjunto reputación, preparación y responsabilidad. Las elecciones intermedias también validan el poder real, la influencia y la aceptación. El poder desgasta y es recurrente observar una disminución en la votación a favor del mandatario en sus elecciones intermedias. Zedillo en el 97 perdió un 33% de los votos conquistados durante su elección, Fox en el 2003 un 34.8%, Calderón a 3 años de su llegada al poder perdió un 29.6%, Peña Nieto en el 2015 perdió un 30.5% y este año el Presidente López Obrador disminuyó en un 17.1%, aunque el porcentaje es menor a sus predecesores refleja aun el gran apoyo popular con que cuenta. Señal de ello también la extensión en gobiernos estatales conquistados durante esta elección.
Comienza ahora una reconformación de alianzas y negociaciones para llegar con buenos “amarres” a las siguientes elecciones. A nivel Federal el PAN se ubica con el liderazgo opositor y surgen nuevas “bisagras” para alcanzar mayorías en la cámara. Muchas lecciones podemos tomar.
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