El domingo los coahuilenses iremos a dos elecciones. Votaremos para renovar los Ayuntamientos, y también para elegir a quien nos representará en la Cámara de Diputados.
No debemos ser indiferentes a ninguna de las dos elecciones. Ambas revisten trascendencia y significado para nuestra comunidad, el estado y el país.
Al votar en la elección municipal elegimos al Cabildo, un cuerpo colegiado que decide sobre lo que nos es más próximo y cotidiano: los reglamentos locales; las licencias de fraccionamientos y de operación de establecimientos; la prestación de servicios públicos; el transporte, sus rutas y tarifas, entre otras muchas cosas.
Por la Cámara de Diputados pasan las grandes decisiones nacionales, las reformas constitucionales, los presupuestos, las definiciones en materia educativa, energética y más. Es uno de los tres Poderes de la Unión, y el único en el que en este momento podemos incidir como mexicanos para impulsar equilibrios y contrapesos.
Restan un par de días para reflexionar en el sentido del voto. El momento que vive el país no da espacio para la apatía o la irresponsabilidad, hay que ejercer este derecho y hacerlo con seriedad, votando con la razón y no con los sentimientos, conscientes de que, así nos parezcan lejanos los funcionarios que vamos a elegir, sus acciones nos impactarán en la vida cotidiana.
Pero, además, tomemos la decisión de entrar a partir del lunes en una nueva dinámica, en la de la reconstrucción del país.
Reconstrucción porque si bien la pandemia no ha llegado a su fin, hoy las condiciones sanitarias son otras y se puede avanzar hacia la normalidad productiva y social.
Reconstrucción porque llevamos meses en un clima de confrontación y denuesto, que genera división social y socava a las instituciones.
Reconstrucción porque la economía, la seguridad, el sistema de salud y el educativo están en decadencia.
Todos queremos dejar atrás los temas de partidos, candidatos y elecciones, y sí hay que enfocarnos en que el país produzca y prospere, pero no podemos permitirnos una indiferencia cómplice hacia los excesos, incompetencias y corrupción de quienes tienen el poder público, en cualquier ámbito y de cualquier filiación.
De este proceso debe surgir una ciudadanía renovada, participativa, informada y exigente. Sobre todo, consciente que es el impulso ciudadano, no la voluntad de los políticos, lo que puede hacer posible un mejor porvenir.
El desafío no es menor, hacerle frente con éxito está en cada uno de nosotros.
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