Hace varios años tuve el privilegio de participar como concertista en uno de los festivales de órgano auspiciados por CONACULTA desde el monumental órgano de la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Además de algunos errores en la ejecución, en aquel evento mi error mayor fue vestir de negro. Aquel día, estando ya en el recinto y esperando concluyeran las misas propias de la jornada diaria, ya tenía fila para confesiones y absoluciones. Con una señora me disculpé alegando que no era sacerdote, le dije que nomás la ropa tenía, y ella me recorrió con la mirada (se ha de haber cansado) y me dijo; y también el cuerpo.
Así conocí la Basílica, pude constatar lo que Octavio Paz había escrito, adoptar y adaptar. En México hemos adaptado la religión a nuestra cultura, nuestros miedos y también nuestras expectativas.
El Censo Poblacional que entregó INEGI en enero de este año refleja algunos datos interesantes relacionados con la religión. México ha sido un país de gran devoción, con mixturas y atenuaciones. La población católica es de 90,224,559 personas, disminuyó en porcentaje poblacional. En 1895 el 99% de la población mexicana profesaba esa religión, hoy es el 77%. Un poco más de 16 millones de personas mantienen una religión diferente a la católica y 9 millones se definen sin religión.
El protestantismo que en 1980 representaba al 3.2 % de la población subió a 7.3 % en 2000 y ahora a 11.2%. Este fenómeno, que según Weber en su ética protestante se vinculaba al desarrollo social y progreso científico, no se percibe en las grandes ciudades del país, sino en las poblaciones rurales y ciudades con menos de 100 mil habitantes. Quienes no profesan religión alguna, en 1930 con 1.06% y, créalo o no, en 1950 según los datos oficiales se reportó que 0 personas en México no profesaban religión alguna. Ahora es el 10.6% de la población, subiendo del 4.7% del 2010.
Se ha podido concluir que en las ciudades pequeñas la presencia religiosa es mayor, pero en las ciudades más grandes el porcentaje de aquellos que no profesan religión alguna aumenta. ¿por qué será?, ¿será que en las ciudades de mayor población conocemos más al hombre, hasta negarle su divinal propósito?
El fenómeno es común prácticamente en todo el mundo, la religión cada vez se debilita más, como si fuese insuficiente para reunir. Las críticas o conclusiones solo pueden mantenerse en el ámbito de las opiniones. Independiente de la religión, la pregunta sobre nuestro propósito existe y sea para agradar a un Dios o para negar esa duda todos nos enfrentamos a la oportunidad de responderla y encontrar en cada respuesta alivio a una curiosidad de conciencia.
El mosaico religioso en México es adaptado a nuestra propia cultura. Desde los escándalos sexuales en las Iglesias hasta la piedad expresada por el cumplimiento con su compromiso cristiano. La tolerancia culmina con una adaptación cultural. Porque en la vida somos más que solo carne, esta vocación de crecimiento no puede agotarse con la fugaz vida, y buscamos nuestras preguntas a las respuestas que creemos tener. Ante el COVID aumentaría el fervor en algunos, pero no la cantidad de adeptos. Porque es humano que las herramientas que conocemos para enfrentar algún desafío se usen en la crisis, pero extrañamente no se comparten.
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