A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares
JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA
Otilio González
Pocos poetas saltillenses son reconocidos nacional o internacionalmente, mayormente apocados por la sombra, un tanto macabra, que revistió la figura de Manuel Acuña. Pero Saltillo cuenta con otro gran poeta, ensombrecido por las figuras de su tiempo y magnificado, como Acuña, por su trágica muerte: Otilio González Morales.
El poeta Otilio González nació en la ciudad de Saltillo el día 13 de diciembre de 1894. Todavía sobrevive, a duras penas, la casa donde nació, con bastantes desperfectos. Una placa colocada en 1998 reza: “Aquí nació en 1895 Otilio Gonzales, poeta representante del Modernismo en las letras coahuilenses. Fue el personaje central en la novela ‘La Sombra del Caudillo’, de Martín Luis Guzmánán. Centro Histórico de Saltillo. Archivo Municipal de Saltillo. 1998”.
Lo cierto es que no se sabe mucho de la vida de González, mas que estudió su educación primaria en el Colegio Acuña de Saltillo y que realizaría su bachillerato en el mítico Ateneo Fuente, además de sus estudios de abogacía en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad de México, y, por supuesto, de su paso por la política de la posrevolución mexicana, marcada, como se sabe, por traiciones y fusilamientos.
De su época, Otilio González escribiría un bello, pero fuerte poema, a manera de análisis del México sangriento, su México. Toros en celo, retrata una aparente escena de los animales en corral, que atesoran tomar a la vaca: “En el fuego pesado de la hora / hay dos toros celosos, / ambos bravos y briosos, / que buscan en amores una vaca; / uno es cárdeno, joven, de codicia, / con robusta cabeza retadora; / entre todos los otros se destaca / por su crespo Morillo que el sol dora, / por la dura altivez con que acaricia / con su cola de seda silbadora / sus costados nerviosos y triunfales / y por ser sus dos cuernos dos puñales; / es el otro zaino, / de rizado testuz alto y sedoso; / caricato, ligero, poderoso, / apretado de carnes, largo, fino, / con dos astas de hierro en media luna, / de pezuñas pequeñas y con una / mancha blanca en la frente”. ¿No se trata esto, tal vez, de una clara analogía a la salvaje política mexicana que veía a dos toros ensangrentados (Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles) que guerreaban por apoderarse de la Vaca (México)? Sea como fuere y sean las diversas interpretaciones, el hecho es que estos dos personajes de la Revolución “que con hilos de espuma y cristales / en los rojos hocicos […]” planearon el asesinato de Otilio González.
Otilio González, abogado y poeta, era un orador puro, habilidad que le llevaría la simpatía en la política nacional. Después de un exilio en Texas y Cuba, regresaría a México para participar en la campaña del general Francisco Serrano en contra de la reelección de Álvaro Obregón a la presidencia del país.
Por sus dotes en la retórica, sus contemporáneos le apodaron “Lengua de plata”. La pluma, el habla, son armas esenciales en la política, al igual que los cañones. Vistos como enemigos y suficientemente peligrosos, Serrano y su grupo serían blanco de ataque del presidente Obregón y de Calles. El 3 de octubre de 1927, el candidato anti-releccionista Francisco Serrano y su grupo político se dirigían a Cuernavaca para celebrar el cumpleaños del mismo Serrano; serían apresados por las fuerzas federales y pasados al paredón de fusilamiento. A las órdenes del general Claudio Fox, el candidato y su grupo serían asesinados. Otilio González estaría entre ellos. Años más tarde, el historiador Vito Alessio Robles entrevistaría al general Fox y le preguntaría el temple de su coterráneo a la hora de la muerte: “Otilio González, soñador” contestó el general. Con su lengua de plata y sus dotes de poeta, llegaría a escribir “¡Oh muerte, no te huyo!” Como vaticinando su propio fin. Otilio tenía apenas 32 años.
Este episodio ha pasado a ser descrito en la historia nacional como la matanza de Huitzilac. El acontecimiento se convertiría en un símbolo del Estado mexicano y pasaría a maquillarse por la historia oficial surgida del Partido Nacional Revolucionario. Bajo la historiografía, el fusilamiento de Huitzilac sería fabricado como un intento de rebelión por parte de Francisco Serrano, aunque éste se hubiese vestido de civil. George Orwell lo mencionaba en su obra 1984, quien controla el pasado, controla su presente. No obstante, varios escritores han retratado este episodio de la historia mexicana: la sátira de Jorge Ibargüengoitia lo dibuja en sus Relámpagos de agosto y la maestría de Martín Luis Guzmán en su obra La sombra del caudillo, llevada al cine por el director Julio Bracho en 1960 y prohibido su estreno comercial durante 30 años.
Ahora bien, hace apenas un año, las letras vuelven a retomar la figura del poeta que, en escritores anteriores, había sido opacada por los grandes nombres de Obregón, Calles o Serrano. La novela Lengua de plata, publicada el año anterior de 2020 por la editorial Resistencia y escrita por el profesor de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Coahuila, Alejandro Pérez Cervantes, narra la segunda parte de la Revolución mexicana, aquella “cuando la revolución se bajó de los caballos para subirse sobre los Cadillac” y la vida del poeta Otilio González. Es precisamente Alejandro Pérez Cervantes quien afirma que, después de una ardua investigación, el personaje central de la novela de Martín Luis Guzman -a pesar de sus muchas similitudes- no es Otilio González, ya que ello se basó en un error realizado por una lectura superficial del escritor Federico Leonardo González Náñez y quien considera la personalidad de Axkaná como inspirada en Otilio.
Otilio González sería fusilado por el régimen a quien pretendía resistir y de este modo, no vería más las calles y las casas de su ciudad natal, descrita en su poema Bardas de adobe como: “Grises tapiales que guardáis las huertas; / bardas de adobe que escalé de niño; / paredes sin aliño / como viejas aldeanas, / de yedra modestísima cubiertas, / ¿dónde está la niñez? ¿Dónde los días? / en que iba con otros compañeros / a robar las manzanas […]”. Lo cierto es que los temas de González descritos en sus poemas ilustran de lo erótico a lo bucólico, del amor a la ironía, analizando su entorno social e histórico.
El poeta de Saltillo apenas publicó dos modestos libros que, para los lectores, son de difícil acceso: Incensario de 1919 y De mi rosal editado en 1923. Su hermano Héctor González Morales, publicaría dos poemarios más tarde de forma póstuma, Triángulo editado en 1938 y Luciérnagas. Estampas bíblicas de 1947. Héctor González además publicaría en 1960 una reedición de sus poemas bajo el título de Poemas escogidos.
Actualmente la casa donde nació el poeta Otilio González, deteriorada por el tiempo y prácticamente en ruinas, sufre de las bromas pesadas de la musa Clío. Se encuentra ubicada en calles dedicadas a los hombres que planearon su muerte: Manuel Pérez Treviño (que, si bien no fue un actor directo de ello, sí era fiel seguidor de Plutarco Elías Calles), muy cerca de la calle Álvaro Obregón. En ocasiones la historia se burla del recuerdo y la memoria.
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