Oposición furiosa y descaminada
No obstante descargar toda su furia en contra del presidente, la oposición no ha reunido las fuerzas o los argumentos suficientes para descarrilar a Morena en su camino rumbo a refrendar la mayoría de la Cámara de Diputados en las próximas elecciones.
Las encuestas más recientes proyectan que Morena y sus aliados obtendrán los votos y los suficientes escaños para asegurar, al menos, una mayoría calificada.
Es cierto que los sondeos también reflejan un estancamiento de las preferencias a favor de los partidos integrantes de la 4T, con una ligera tendencia a la baja, sobre todo en algunos estados norteños y del Bajío, incluyendo a Jalisco. Al mismo tiempo, los ejercicios electorales revelan que las intenciones de voto del oficialismo se encuentran al menos 20 puntos porcentuales por debajo de la aprobación ciudadana del presidente, la cual ronda el 55%.
Sin embargo, ambos factores pasan a segundo término cuando la distancia que separa al frente opositor (PRI, PAN y PRD) de Morena, se extiende hasta en 15 tantos.
Por otra parte, las reiteradas críticas opositoras respecto al ejercicio de gobierno, sobre todo en lo correspondiente al tratamiento de la pandemia y la gestión de la economía, tampoco han provocado demasiados efectos en el electorado. Los argumentos empleados parecen no ser suficientes para dañar al presidente, y mucho menos para absolver a quienes antes estuvieron en el poder de su responsabilidad por no haber combatido, en su momento, las condiciones de desigualdad y marginación que en la actualidad lastran al país, mismas que, por consecuencia, provocan el alza en las simpatías a favor de AMLO.
De ahí que resulte inevitable plantear la pregunta ¿por qué a pesar de que los indicadores de la economía, seguridad y el tratamiento de la salud se encuentran por debajo de los alcanzados en los sexenios anteriores, las preferencias a favor de la oposición no crecen? La respuesta la encontramos en los hechos del pasado.
Causa y efecto. Las dificultades que actualmente se le presentan a la oposición para crecer en las preferencias son la consecuencia de un fracaso político mayor: la apatía y el desdén con los que atendieron los problemas sociales, principalmente la pobreza y la desigualdad, cuando gobernaron.
En su momento de gloria, quienes ahora son oposición, sacralizaron al mercado y la globalización. Les erigieron como patronos de la economía, sin embargo, sospecho que jamás los pusieron de cabeza ni les prendieron su veladora, ya que el milagro no sucedió, al menos no lo hizo con la velocidad y la profundidad prometida: la economía se abrió y el Estado se retiró. La inversión extranjera llegó y la energía se privatizó. En cambio, la pobreza creció o, en el mejor de los casos, se estancó. Las brechas sociales entre escases y riqueza, pueblos y ciudades, microempresa y transnacionales, se ampliaron.
El pecado y la penitencia. Haber desdeñado la capacidad del Estado como agente promotor del desarrollo y garante de los equilibrios sociales; alejarse de las representaciones populares; y confiar ciegamente en el mercado, condenaron al PRI y al PAN a sufrir cuando, rumbo a las próximas elecciones, intentan volver a conectar con el electorado.
A pesar de lo descrito, ¿habría alguna circunstancia en la que la oposición pueda inspirar de nuevo a los votantes, al grado de ganar la mayoría en la Cámara de Diputados?
Furia y desatino. La oposición deambula en su estrategia discursiva y argumentativa. Erró al considerar que el idioma de la justicia social y el combate a la pobreza estaba monopolizado por el presiente y que, por consecuencia, allí no tendrían la menor oportunidad para entusiasmar al electorado. Eligieron, en contraste, señalar en forma frenética las ineficacias e ineficiencias de la presente administración en la conducción de los asuntos de gobierno. El resultado ha sido contrario a lo esperado: las intenciones del voto a favor de Morena y sus aliados permanecen intactas.
El desatino consistió en subestimar la memoria de los votantes que habitan un país lacerado por la marginación y la desigualdad. Los electores recuerdan perfectamente que al privilegiar la “eficacia” y la “eficiencia”, también se abandonaron las causas sociales y se trató con apatía a los grupos más desprotegidos.
Corrección argumentativa. Al momento, la oposición marcha en la dirección correcta, pero lo hace sobre el camino equivocado. Sin embargo, podría retomar el sendero, si demuestran que, más allá de las cifras, realmente les conmueven las condiciones de precariedad y abandono que el mercado y la globalización no resolvieron. Entonces sí, podrían argumentar que la voluntad moralizante y el arrojo discursivo de la actualidad, no se han traducido realidad económica y social distinta para la gente.
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