Los sarapes de Saltillo a Real de Catorce
En esta ocasión te platico de una anécdota que sucedió en esta hermosa ciudad de Saltillo cuando aún no era ciudad ni se llamaba Saltillo, sino eran dos poblados divididos por un riachuelo en el oriente la Villa de Santiago del Saltillo y en el poniente el Pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.
Si existe algún objeto, alguna tradición que sirviera para identificar a Saltillo, no solamente en México sino en el mundo entero, estaríamos de acuerdo estimada y estimado Saltillense que sería una prenda, el sarape. Pues bien, en el año de 1791, para ser precisos el 23 de mayo, doña María Maldonado tuvo que responder por su hijo, mal portado, de nombre José Ygnacio Flores.
Por aquellas fechas lejanas tanto en la villa como en el pueblo existían muchas familias de artesanos, cuyo producto principal que elaboraban y comercializaban era el sarape. Sí, el mismo que acompañaría en un futuro a los insurgentes, chinacos y plateados; el mismo que vistió a los patriotas en la guerra contra el invasor estadounidense o francés; que fue prenda de los liberales, pero también de los adeptos a la república, de los conservadores y hasta y de los adictos al emperador. Sí, me refiero al hermoso sarape que para los revolucionarios fue bandera, refugio en el campamento, sudario de los que caen en el campo de batalla. Símbolo de la mexicanidad cuando la reducción simplista es necesaria: con sólo el sombrero y el sarape se define lo mexicano, dentro y fuera de nuestras fronteras.
Pues bien, te sigo contando. Don Agustín Sáenz era un artesano que elaboraba sarapes de alta calidad y belleza, según pude investigar, quien tenía pedidos por toda la región, incluso tenía clientes en otros estados como por ejemplo San Luis Potosí. En cierta ocasión un cliente oriundo de Real de Catorce, cuyo nombre era don Pedro de Valle, y quien era vendedor, le pidió varios sarapes para revenderlos en aquella tierra, donde servirían para abrigarse del frío que por las madrugadas ronda y pareciera que se mete hasta en los huesos de quienes duermen en aquel pueblo minero. Se pactó el pago, 341 pesos 2 reales, cantidad de dinero que sería pagada contra la entrega.
Pasó un tiempo y la mercancía estaba lista para ser entregada, motivo por el cual don Agustín, le dio instrucciones a su trabajador José Ygancio Flores para que se trasladará a Real de Catorce y así hacer entrega de los sarapes y por supuesto recoger el dinero de la venta. Pasaron unos días y José regresó a la Villa de Santiago del Saltillo. Y sorpresa que se llevó el artesano Agustín, pues el mensajero confesó que en el trayecto había vendido los sarapes y el dinero de la venta lo había perdido en juegos de azar.
Por supuesto que don Agustín puso el grito en el cielo, ya que se había quedado sin sarapes ni dinero, motivo por el cual la madre de José Ygnacio tuvo que entrar al quite, ya que se comprometió a pagar los 341 pesos y 2 reales, eso sí, en pagos chiquitos y plazos enormes, pues pidió 16 meses para cubrir el adeudo.
Estuve investigando si doña María hizo los pagos correspondientes a don Agustín por los sarapes que su hijo no entregó a don Pedro, pero no puedo asegurar de que haya pagado. Pero de lo que sí estoy seguro es que José Ygnacio se llevó la regañada de su vida.
Autor
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Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
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