CRÓNICAS TURÍSTICAS

El Bosque de Chapultepec, oasis emocional de la Ciudad de México 

En una metrópoli con tanto ajetreo como la Ciudad de México, en donde el estrés se respira en el aire y se presiente en prácticamente todos los que nos rodean, contar con un espacio que nos permita expulsar el agobio o la angustia que el ritmo de vida acumula en nuestros cuerpos es indispensable y el Bosque de Chapultepec se vuelve un respiro ante tanta saturación de emociones, un liberador de presión social.

Los gestos, las reacciones, los movimientos y hasta la caminata de los citadinos, nos deja ver la ansiedad y el nerviosismo que todos cargamos en nuestros hombros, y es que realmente todo, absolutamente todo comunica y nos desnuda ante quienes saben interpretar las señales emocionales.

El volumen emocional que concentra esta hoya de presión social llamada urbe o metrópoli y que conocemos como Ciudad de México, tiene diversas válvulas de liberación que ayudan al individuo a expulsar un poco de esa presión que acumula. Chapultepec es un gran ejemplo de esos escapes, que además ayudan a la construcción cultural de quienes visitamos ese bello espacio.

El bosque, que está ubicado en la Alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México y cuenta entre sus mágicos espacios con museos de prácticamente todo tipo, desde tecnológicos como el de la Comisión Federal de Electricidad, hasta bio-históricos como el de Historia Natural o la joya de la corona, el mundialmente famoso Museo de Antropología e Historia, cuya concepción fuera impulsada hace muchos años por Jaime Torres Bodet, como secretario de Educación Pública.

Si miráramos el Bosque de Chapultepec desde los cielos, nos percataríamos que es un pequeño espacio verde, incluso su lago, que pareciera mostrar un oasis entre tanto concreto y edificación habitacional que lo rodea. Su entrada metálica, con herrería garigoleada, nos remite a la historia, a pensar que fue el hábitat de Don Porfirio Díaz, cuando fungiera como presidente de la República.

Un personaje polémico, odiado por muchos, vanagloriado por otros, aunque yo me quedo entre ambas posturas, pues ciertamente fue un dictador por buscar su reelección y generar las condiciones para ello de una forma tirana, aunque también trajo progreso y tecnología a nuestro querido México, unas cosas a cambio de otras. En fin, un personaje complejo, del que me acuerdo, en cuanto pongo mis pies en este bello lugar, pues al levantar la cara a mi izquierda, puedo ver a lo alto, un poco lejos, el Castillo de Chapultepec, que fuera su residencia gubernamental en el tiempo que dirigió los destinos de México.

Al frente, un sinfín de gente me recuerda que Chapultepec es la elección para distraerse, para pasar un día de campo y reposo de muchos y muchos mexicanos, no solo citadinos, también mexiquenses, hidalguenses y he visto hasta camiones de la Universidad Autónoma de Tamaulipas en la Tercera Sección, estacionados en espera de que sus estudiantes, ataviados con el pants de la institución, desciendan para poder presenciar la belleza de este parque histórico.

A la derecha, una fuente de agua verdosa, que ciertamente no invita a sumergirse en ella, más allá de que esté prohibido hacerlo, porque no es nada agradable a la vista, aunque con las perspectivas que nos deja ver, claro que invita a sentarse a de frente y contemplar la fusión entre naturaleza y urbanidad, que desde ahí se percibe claramente.

Pero lo ideal es seguir, la idea era visitar el conocido zoológico, que resguarda un trenecito que era la delicia de mi infancia, cuando al lado de mi hermano, David y mi primo Carlos, al lado de mi padre, usábamos emocionados y nos trasladábamos al Viejo Oeste, jugando a ser pistoleros… Bueno, hoy en día eso es muy peligroso, el simple hecho de imaginarlo.

La mayoría de los animales, como era de esperarse, están dormidos, ocultándose del sol que está cayendo a plomo a 24 o 25 grados centígrados, aunque la gente se aglutina muy cerca de los barandales que limitan el espacio de circulación. Los padres olvidándose de sus hijos, hablando por celular y dejando que empujen a otros niños y adultos que también quieren tomar la foto del recuerdo y que se molestan y retiran a sus pequeñines.

El espacio destinado a los camellos no se encuentra muy concurrido, así que nos acercamos y tenemos la suerte de ver a un jamelgo comiendo, el lugar y el momento adecuado para la fotografía del recuerdo. Nos tomamos la foto y salimos del zoológico, queremos remar en el lago y recordar las pintas (escapadas escolares) en la Secundaria.

La fila para las lanchas está bastante larga, pero la nostalgia nos obliga a quedarnos formados durante más de una hora y media, todo con el propósito de pasar un rato en las lanchitas, que por cierto, han cambiado mucho desde que en aquellos años de secundaria íbamos al menos un viernes cada dos meses.

Las perspectivas en el lago son el marco ideal para despedir esta Crónica.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

 

 

 

Autor

Héctor Trejo
Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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