México está estresado. Y es por la desigualdad
El ser humano es un animal social, inextricablemente ligado a su comunidad. Por ello, lo que suceda en su contexto afectará invariablemente a su persona. En este sentido, ha quedado demostrado una y otra vez que la desigualdad social tiene importantes efectos sobre los individuos. Y ese es sin duda el caso de México y los mexicanos.
En una reciente entrevista, el profesor de la escuela de salud pública de la Universidad de Harvard, David Williams, habló sobre los efectos de la desigualdad entre blancos y afroamericanos en EUA que bien pueden aplicarse a México. Los mejores predictores de salud son el ingreso y la educación, nos dice, y por ello los afroamericanos viven menos que sus pares blancos. La desigualdad en el ingreso entre ambas poblaciones es la misma que aquella de 1978. El código postal, más que la genética, predice la salud personal, nos continúa diciendo, porque el primero determina las escuelas a las que asistes, la cualidad del trabajo, la calidad de los servicios públicos, la disposición a la buena comida, etc. Solo unos kilómetros de diferencia hacen toda la diferencia, porque esos pequeños kilómetros separan a un barrio afluente de uno pobre. Y todo esto, se ha observado, causa inevitablemente mayores niveles de estrés social. Por eso las protestas en EUA. Por eso el populismo en México.
¿Cómo va la desigualdad entre los mexicanos? El coeficiente de Gini es un conocido indicador que mide la desigualdad. Este tiene un rango de 0 a 100, en donde 0 es igualdad absoluta y 100 concentración absoluta de riqueza. Según el Banco Mundial, en 1989 nuestro coeficiente era de 54.3, en 2002 de 50.1 y para 2018 de 45.4. Ha habido avances, pero insuficientes: los países europeos y asiáticos avanzados rondan los treinta puntos. En este sentido, tenemos dos importantes problemas. El primero es que la desigualdad en México básicamente no disminuye después del pago de impuestos y las transferencias. Por ejemplo: Francia tiene una desigualdad de 45 puntos antes de impuestos y transferencias (como la mexicana), pero después del cobro de estos y su redistribución su coeficiente disminuye a 29 puntos. Empero, en el caso mexicano solo disminuye alrededor de dos puntos. El segundo problema es la poca intervención del Estado mexicano en la economía. Como lo señala la revista The Economist: “La diferencia en los coeficientes de Gini de los países después de impuestos y transferencias se correlaciona fuertemente con el peso económico del gobierno.” Siguiendo con el caso francés: en el país galo el 57% de su economía representa gasto gubernamental, y por ello son muy eficientes en disminuir la desigualdad. El gobierno de EUA tiene un peso menor en su economía y por ende son menos eficientes en este sentido. El Estado mexicano poco existe y entonces seguimos igual de desiguales.
Andrés Manuel López Obrador, muchos pensaban, fortalecería el Estado mexicano e implementaría una política social que disminuiría la pobreza y desigualdad. Nada más alejado de la realidad. Su “austeridad republicana” está desfalleciendo a nuestro Estado, y se ha redoblado la apuesta clientelar en la política social. Peor aún, habrá una mínima inversión pública porque recaudamos poco, y la que habrá terminará en proyectos inservibles. Adiós a la inversión privada por la desconfianza que azuza el presidente. La desigualdad seguirá, con el consiguiente estrés. Y la polarización.
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