Diego Ernesto Vitela Contreras es enfermero en el Hospital General de Zona 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y su vocación por servir lo llevó a formar parte de la cuadrilla de enfermeros que desde hace poco más de dos meses combaten en compañía de médicos al Covid-19 en este espacio.
«Empezamos con la noticia hace unos meses. En nuestro equipo de enfermería comenzamos a colaborar con nuestros jefes para armar un equipo que fuera sustentable y que estuviera bien armado para tratar pacientes de Covid-19, por lo que formamos un grupo de cinco personas. No había alguna paga extra, simplemente nos unimos a la causa para poder ayudar a las personas», mencionó en entrevista con El Heraldo, Diego Ernesto Vitela Contreras.
A sus 31 años de edad, jamás imaginó enfrentarse a una enfermedad desconocida a nivel mundial, al grado de no contar con una vacuna que la erradique, por lo que aún dispuesto a brindar sus servicios y cumplir con su deber hacia la ciudadanía, el miedo a contagiarse lo ha acompañado desde entonces.
«Fue muy difícil acoplarse porque era algo nuevo para nosotros. Empezamos a recibir pacientes positivos con el miedo de contagiarnos, de contagiar a nuestros familiares. Te das cuenta en realidad lo humanos que somos al tratar de ayudar a gente que, aunque vemos todos los días no conocemos. Verlos en esa situación y pensar que puede ser tu familia, en realidad es difícil, pero surge algo sobrehumano para intentar ayudarlos. Esto me ha cambiado mucho», dijo.
SACRIFICIO POR EL BIEN DE OTROS
Vitela Contreras dedica diariamente ocho horas de su tiempo a atender casos positivos de esta enfermedad infecciosa que a él le ha arrebatado la posibilidad de ver a su hija de 6 años y a sus padres, ya que desde que inició la contingencia tuvo que mudarse a otro domicilio para evitarles el riesgo de contraer Covid-19.
«Llego a las 7:00 de la mañana, me pongo mi uniforme de enfermero, después me traslado al área de Covid, donde ya tenemos un stock de equipo de protección personal, de uniformes quirúrgicos. Te colocas tu equipo, que son lentes de protección. Los compañeros están conmigo, te animan, te apoyan cuando vas a entrar. Ya vestidos, con toda la bendición y con todas las ganas del mundo entramos al área Covid. Duramos las ocho horas ahí, cuidando a los pacientes, haciendo nuestro trabajo», detalló.
«Es mental el cansancio. Terminan las ocho horas, sales cansado y con las marcas de los lentes de protección, con hambre y sed. Lo único que quieres es bañarte y comer. Yo también tuve que aislarme de mi familia, tengo una hija de seis años, es complicado no verla, hacemos videollamadas pero es difícil no estar presente. Yo le comento a ella que estoy trabajando para enfermos y ella lo entiende. Me aislé de mi familia, de mis padres porque trato de cuidarlos. Ahora estoy en una casa, solo, aislado y haciendo videollamadas con mis familiares. Ese es mi día a día», agregó.
CREER PARA PREVENIR
El también especialista en cuidados intensivos lamentó que, aunque ya se han dado casos positivos e incluso defunciones por este virus en la capital coahuilense, existan personas que aún no creen en su existencia, lo que dificulta disminuir su propagación.
«Lamentablemente sí nos ha tocado ver pacientes que han fallecido por esta situación, es complicado porque te das cuenta la realidad en la que estamos viviendo. Hay personas que no creen en esto. Es difícil ver a los familiares despedirse de su familiar sin poder verlo, sin poder tocarlo. La gente debe creer que esto es verdad, que necesitan cuidarse para que no pasen por esta situación». (OMAR SOTO)
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