Ana María Matute una brillante novelista española dijo que escribir siempre es protestar, aunque sea de uno mismo. La protesta expresa el derecho a retomar la historia. Es la comprensión de la autonomía de la persona y la voluntad que tiene para que el mundo cambie, su mundo.
El movimiento que se ha establecido para el 9 de marzo, un paro nacional de mujeres, es la mejor expresión del valor de una protesta y la necesidad que se tiene de alzar la voz. La presión social funciona y genera resultados, lo hemos visto en muchas ocasiones.
Bien por quienes alzan la voz y con ella construyen un mejor lugar. Y es su grito siempre acorde a la necesidad, porque en el ahogo no se templa la voz, en la desesperación no se modula el acento se grita desde donde duela y a cualquier lado. Porque somos instinto social y seguimos buscando en otros el ánimo para salvarnos.
La protesta no debe convertirse en un botín político, ni falsamente ser usada para desestabilizar. Debe ser limpia en sus acciones y llamar a la acción describiendo lo que se deba modificar. La violencia se recrudece y lo cierto es que no se tiene una estrategia sólida para hacer frente. Como el fenómeno es multivariado, así también deben ser las soluciones a la misma.
La mejor respuesta que se puede tener el día 10 de marzo serán las acciones a seguir, los protocolos a instituir, las estrategias a realizar en beneficio, no solo de las mujeres sino de todos aquellos que viven y tienen el derecho a vivir. Asé el éxito no se puede medir el día 9, sino en los siguientes días.
Esa respuesta no debe provenir solo de gobierno, debe provenir de todos lados hasta donde se escucha la voz, en la empresa, la escuela, la iglesia y la familia. Empieza en las familias, reconstruir el tejido social empieza ahí, en la breve cortinilla que es la casa, aprender a querer, a modelar las conductas que afuera, en libertad, se han de tomar. No podemos pensar que la escuela ha de construir ciudadanos, ellos se construyen desde casa. Si buscamos que la escuela sea el segundo hogar, es porque la familia es la primera escuela.
Espero que el 10 de marzo sea un día donde el aprendizaje nos haga hacer cosas, y desde lo propio cambiemos lo que se deba cambiar. El éxito del movimiento no es que México sufra, es que México despierte, pero desde abajo, en sus entrañas, en donde duermen tantos comportamientos que hoy la nostalgia nos ha hecho olvidar. Apoyar no es tolerar, es actuar en consecuencia, es afirmar lo que exige con los cambios que deben ocurrir. Apoyar no es aceptar, es convertirnos en aquello que debemos ser.
Que este movimiento no se vuelva desde las emociones en la ausencia de las razones, que no sea un concurso ni una plataforma, que sea verdaderamente un hallazgo para despertar el 10 de marzo y salvar los gritos de auxilio que aún no se han dado.
Yo soy Héctor A. Gil Müller, y estoy a tus órdenes.
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