Adrián Rodríguez García: ciudadano del universo
Nuestra ciudad, Saltillo, se encuentra lleno de lugares históricos, muchos de los cuales han sido señalizados por nuestras autoridades para conmemorar los sucesos que ahí ocurrieron. En esta ocasión, te platico la historia de don Adrian Rodríguez, y el por qué en la Plaza de Armas hay una placa de cerámica honrando su memoria.
Transitando por la Plaza de Armas, justo en las paredes de uno de sus inmuebles aledaños, una pequeña placa de azulejos custodia el recuerdo de Adrián Rodríguez García, quien en la década de los 50 y hasta su deceso, se dedicó a repartir volantes y panfletos donde plasmaba su filosofía política agudamente en contra de cualquier figura de autoridad oficial, al tiempo que promovía un mundo «utópico» donde los indigentes y niños huérfanos no pasaran hambre.
Autoproclamado «presidente de la República», se le podía ver por las principales arterias del Centro Histórico, ordenando «a los pueblos y naciones tirar una moneda en su honor a la calle» a manera de colecta pública para comprar pizarrones, ya que opinaba que «(un) pizarrón es la resolución al agudo problema de la educación». A su vez, hacía llover monedas de sus manos, mismas que conseguía por la venta de sus manifiestos, o como parte de una herencia que recibió de sus padres, para que infantes y vagabundos las recogieran.
Con un ímpetu insaciable de difundir el aprendizaje y el conocimiento como herramientas de justicia e igualdad, y con una sabiduría que en su tiempo sería calificada como locura, este filosofo local creó el concepto de Universidad Universo, cuyo signo «U U» pintaba en pavimentos y muros. Como su rector, exigía a las autoridades un «edificio de 15 o 20 kilómetros» para edificar su sueño, donde «modelar niños hombres ciudadanos de estatura universo». «La Universidad Universo no tiene sede, nos rodea; existe a tu alrededor, está en todas partes y todos forman parte de ella», pregonaba ante la falta de un espacio para su proyecto.
El 14 de enero de 1984, como hace mucho no sucedía, este personaje se quedó quieto en el suelo de Plaza de Armas, la muerte estaba por alcanzarlo y, quizá, al presentirlo, se postró de brazos abiertos frente al Palacio de Gobierno, para partir de este mundo y fundirse, como él creía, con el universo, ese espacio cósmico que habitó su mente.
«A Don Adrián Rodríguez García, filósofo y artista vagabundo, farolito niño sol» (en honor a como solía firmar sus escritos), dicta la placa que permite a los transeúntes conocer su legado.
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