ALGO QUE VALE LA PENA LEER

Congruencia

Hoy contaremos un breve relato que leí hace mucho tiempo. Pablo transitaba tranquilamente con su automóvil respetando el límite de velocidad. Justo al llegar a un semáforo, éste se puso en ámbar. Dudó una fracción de segundo en detenerse o continuar la marcha. Al final, hizo lo correcto, detuvo su vehículo apenas rozar las líneas amarillas.

Una mujer que conducía su automóvil justo detrás de Pablo, alcanzó a frenar muy apenas. La señora verdaderamente enfurecida, accionó su claxon en repetidas ocasiones, gritó, manoteó, y reclamó al otro conductor que no hubiera acelerado para que alcanzaran a pasar ambos vehículos. No dejaba de proferir insultos y manotazos a grito abierto, cuando escuchó que alguien tocaba firmemente el cristal de su puerta.

Un policía con mirada severa y gesto serio, le hizo señas para que se estacionara y descendiera del vehículo. Al salir del coche, el policía le argumentó que se encontraba detenida y lo acompañaría a la delegación. La mujer comenzó a gritar de nuevo, pero asustada por la seriedad del oficial, finalmente guardó silencio.

Apenas llegar a la estación le tomaron huellas y datos, dejándola en un cuarto de interrogatorios. Mucho tiempo después, el policía regresó, le quitó las esposas y le dijo: -Discúlpeme, creo que todo ha sido un lamentable error. Cuando la vi queriendo pasar por encima de aquel automóvil que se detuvo en el semáforo, maldiciendo, gritando y accionando su claxon, observé que en el vidrio trasero de su coche estaba pegada una calcomanía que decía: “Voy con Dios, el va conmigo”; luego en la defensa pude ver otra pegatina que rezaba: “Sigue el camino de la verdad, vamos a la iglesia”; una más en el parabrisas delantero donde pude leer: “Dios guía mis acciones y mi camino” y finalmente sujeto al espejo retrovisor me di cuenta de que llevaba un rosario. Entonces, como era de esperarse, me supuse: “Sin duda alguna, este vehículo es robado”.

Celebramos las fiestas navideñas brindando por paz y bienaventuranza, pero poco compartimos esa felicidad con aquellos que más la necesitan. Ojalá y que estas fiestas, despierten en el corazón el olvidado valor de la “congruencia”.

Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.                         

 

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Autor

El Heraldo de Saltillo
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