Un beso en el callejón (Guanajuato), experiencia delirante
La boina, intrépido elemento que marca a las personas. Algunos la usan en el Ejército para presumir su grado, pero no, no es de esas, con el simple color negro lo detecto, es más bien una gorra de español. El hombre la porta con orgullo y casi como fotografía de antaño, al girar la cabeza, lo primero que asoma a la tenue luz es la punta anaranjada, cual carbón encendido del puro que está fumando.
Frente a él un grupo de varios jóvenes, quizá la mitad de edad de la que el ‘español’ tiene, acaso 25 o 26 años cada cual, todos emocionados porque han llegado a la parte del recorrido que esperaban, las chicas nerviosas se secretean, sus risas alteradas las delatan, se sienten emocionadas por saber a quién de los 5 caballeros besarán.
En tanto, la música de las pequeñas guitarras que los artistas porroneros conocen como ‘bandurrias’, llenan el ambiente de mayor tensión, incluso se escucha entre la pequeña multitud congregada en esa angosta calle a una persona decir: “a ver a qué horas, eh”.
Las ráfagas de viento incrementan la desesperación de los congregados en la colonial callecita. Algunos ya con bastantes tragos en sus organismos charlan con más intensidad que el resto, pero dentro de los parámetros de la normalidad.
Por fin, los intérpretes ‘medievales’ inician su canto y su narración, lo cual obliga a la gente a concentrarse en torno a ellos, la primera frase es la más descriptiva: “estamos en el Callejón del Beso, así que tomen a sus parejas”.
Después de una breve leyenda sobre una mujer de la época colonial que murió por darle un beso a su amado y que inicia con el pegajoso discurso: “Antiguamente en el Callejón del Beso vivieron dos enamorados, llamados Ana y Carlos. Ana era una rica española y vivía en el lado izquierdo, Carlos un pobre minero vivía en el lado derecho”.
Luego de esa dramática historia colonial, los músicos cantan con alegoría y sirven vino en los porrones –recipientes- a quienes pagaron la denominada callejoneada. Una tras otra, las parejas que se acaban de formar, desfilan por el reducido y mundialmente famoso callejón, en el que se dan un beso apasionado, bajo la amenaza de que si no lo hacen serán malditos en el amor por siempre, excusa que sirve de gancho para el atrevimiento de las indecisas duplas.
La fachada colonial del lugar invita al visitante a seguir caminando por sus reducidas calles y pintorescas plazuelas, lo cual no resulta nada difícil, pues con el paso de los minutos, la gente comienza a congregarse en los lugares de moda y lo que ya son típicos en la hermosa ciudad de Guanajuato.
Al levantar la mirada, se pueden ver luces en prácticamente todos lados, la ciudad no está muy acostumbrada a dormir temprano, al menos no en esta zona de visitantes de todas partes del país y del mundo.
Un lugar que invita a la reflexión, a la conciencia, a la fiesta, al amor y hasta al sexo, sin importar si es una noche fría o el verano está en pleno.
El Callejón de Beso se encuentra ubicado en el centro de la ciudad de Guanajuato, célebre sus 68 centímetros de ancho y sus balcones casi pegados uno al otro. Se ubica en las faldas del cerro del Gallo, en una barriada que ya existía en el siglo XVIII.
Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com
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