En pocos días las opiniones más diversas surcan las redes sociales y la conversación obligada gira en torno a lo que sucedió en Culiacán. La captura de una persona en cumplimiento de una orden de la autoridad no es noticia, tampoco que la autoridad sea atacada e incluso vencida por grupos de delincuentes armados. Sin embargo el nivel jerárquico del detenido y el hecho que la autoridad cediera ante la amenaza de terror y muerte anunciada por los delincuentes hicieron que a esta acción de la autoridad y a la respuesta del crimen deba dársele una atención distinta.
Tampoco es la primera ocasión en que el Estado Mexicano se ve rebasado por grupos fuera de la ley. Ignacio Manuel Altamirano en El Zarco relata la historia de los plateados en el Estado de Morelos a mediados del Siglo XIX. Muchas novelas reseñan la existencia de estos grupos y de esta situación en el período revolucionario. Pedro Páramo de Juan Rulfo está lleno de referencias a esta situación en la que los caciques suplantaban a la autoridad.
Entonces por qué hablar de lo sucedido en Culiacán. Si no me falla la memoria lo que sí es una novedad es la reacción posterior de la autoridad. Sin duda no es la primera ocasión en que un detenido es liberado por sus cómplices. Lo que sí es novedoso es que la autoridad reconozca que cedió ante la presión de la delincuencia y que incluso vistan esta decisión de gesto humanitario.
Lo que hicieron fue negociar el cumplimiento de la ley, faltando a su promesa de cumplir y hacer cumplir la ley. El resultado es la incertidumbre sobre lo que pueda suceder. Ya sabemos cómo reaccionó la autoridad, ahora queda saber cómo van a reaccionar los otros actores de esta historia, el gobierno norteamericano puesto que había solicitado la captura. Los otros grupos de delincuentes pueden tener reacciones ante estas nuevas reglas, esperar un trato igual, o bien reaccionar con terrorismo para obtener fines similares.
No sé si con una mejor planificación del operativo el resultado hubiera sido distinto. Desconozco si se hizo todo lo que se podía hacer. Actuar como autoridad cuesta, normalmente a la actuación le sigue los costos políticos, la pérdida de los bonos democráticos y sobre todo la erosión de la legitimación de origen. Sería importante saber si el costo de liberar al detenido no será mayor al de haber asumido las consecuencias de una actuación legítima y conforme a la ley.
Supongo lo veremos luego, lo que todos constatamos es que la autoridad faltó a su protesta de ley de hacer cumplir la ley.
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