El presidente Andrés Manuel López Obrador rindió su primer informe constitucional del cual presentó una breve síntesis en su estilo y forma, tan propia como era predecible que ocurriera.
Causó gran revuelo la discrepancia de la numeración, entre un primer informe constitucional, pero un tercer informe real, y eso refleja nuestra visión mexicana donde la ley se cumple en un plano y la realidad se acumula en otro. Lo legal es algo y lo real es otra cosa. Eso nos pasa diariamente y en la cosmogonía mexicana lo real dista de lo legal, quizá incluso más que solo 3 tantos. Los deberes no están en el plano de los haberes. Quizá por ello insistimos que “papelito habla” para recordarnos que tiene alguna importancia lo legal, que es capaz de hablarnos, en lugar de obligarnos.
Si este primero de septiembre es la tercera vez que informa y rinde cuentas al pueblo, que función tiene entonces cada una de las mañaneras, actividad que, por cierto, sigue siendo bien vista y comienza a ser una práctica que se exige a más funcionarios, no solamente en México sino en el mundo.
Y aunque hemos migrado del día del presidente al día sin presidente, por 14 años el presidente no podía ingresar al legislativo a dejar su informe, parece que ahora estamos ante un día con el presidente, el Presidente López Obrador dio un informe que se ha construido a partir de su visión de país y su esfera de conocimiento.
El discurso fue ampliamente aplaudido cuando refería a sus columnas axiológicas de su gobierno, la corrupción y la austeridad como una expresión de esa congruencia gubernamental.
Pero la gente no debe seguir un discurso, debe seguir una estrategia y ella aun no la tengo clara, quizá sea solo una percepción, pero entonces refleja un problema de comunicación. O si refleja una realidad, entonces es menester delegar y empoderar para dar certeza.
Los vacíos se llenan y la duda es un vacío, y tenderá a llenarse, por falsedades, miedos, enconos o desinterés, por ello es importante resolver los cómo. Ya tenemos el por qué, que ha sido ampliamente difundido, desde el hartazgo hasta la dignificación de la vida del mexicano independientemente de sus fuerzas, su clase o su entorno, la dignificación de la persona que en un modelo económico tan frio ha quedado de lado.
Uno de los grandes retos del presidente está en su propia figura, en su gran poder mediático que debe aprovechar para enfrentar ciertos retos, pero también canalizar para empoderar a otros para responder y resolver. Los problemas se enfrentan con pasión, se actúa bajo valores, pero se resuelvan con la ciencia y el conocimiento que nos permite trabajar eficientemente.
Porque los discursos se construyen y se destruyen en el mismo plano de las palabras, pero las acciones arrasan y aunque la historia es tan traicionera como la memoria de la mayoría, lo mejor es afianzarse de los resultados.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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