CORRUPCIÓN Y CONFUSIÓN

La constante de la corrupción es el abuso a y de lo público que lacera la confianza

México tiene varios problemas lacerantes, de aquellos que duelen y sobre todo que permanecen y marcan comportamientos. Entre esos dolores está la corrupción. Hemos llegado a niveles alarmantes de corrupción, pero desde tiempos prehispánicos. Incluso la conquista es un acto de corrupción. La corrupción, aunque nos hemos acostumbrado, nos sigue doliendo.

Tras una publicidad creciente nos recordó lo alarmante de algunos actos de corrupción, sobre todo porque se metió con algunos íconos intocables, como los niños enfermos en Veracruz, los estudiantes de guerrero y ganarse una casa y si es blanca mejor, se usaron como cohesionador de un movimiento de hartazgo, que ya nos había salido allá en el año 2000. Pero a diferencia de aquel movimiento, ahora no solo se entregó la presidencia a esa corriente ideológica, sino una mayoría política en el congreso y en las legislaturas locales.

Hablar de corrupción es hablar de actos que pasan límites. Según James Scott, existen 3 tipos de límites que se pueden transgredir a partir del abuso del poder público para beneficio privado, ellos son: el interés público, la opinión pública y la ley. Podemos encontrar corrupción con la transgresión de uno sólo de esos límites, y ahí empieza la complicación.

No es ilegal recibir como dádiva una casa blanca, pero la opinión pública y el interés público se ve traspasado al ser obvio que se trata de un intercambio ambicioso en el que se observa un abuso de lo público con la esperanza de beneficios injustos.

La constante de la corrupción es el abuso a y de lo público que lacera la confianza. Entonces la corrupción tiene ciertas zonas grises de las que se deduce, erróneamente, que nada funciona. Lejos de pensar en la corrupción como un malestar que al controlarse mejora el camino que buscamos, pensamos que si eliminamos la corrupción solucionamos todo. Lo mismo pasó con la alternancia. Quizá en lugar de pensar como seríamos sin un problema, debemos pensar como somos con nuestras soluciones.

AMLO ha sabido formar un movimiento de regeneración nacional con la esperanza que eliminando la corrupción se mejora todo, hasta los delitos y de paso el sargazo. Pero como todos los problemas importantes, evidenciarlos y ver el resultado de su solución es sencillo, el problema son los cómo. La improvisación, simulación e incumplimiento también es corrupción.

Ahora vemos, ya encarrilados en el combate contra la corrupción, que el problema de la corrupción no era transgredir algunos límites, sino la opulencia, y así, si el gobierno no gasta el gobierno no roba. Se ha empezado una política que parece más bien una cruzada por la austeridad.

Sanarse es un proceso, pero un proceso ordenado y con elementos evidentes que pueden dar muestras de éxitos o fracasos. Nuestra incongruencia nos lleva a confundir la justicia con la venganza, está siendo un fértil terreno para que florezcan odios, recelos y sobre todo el afán de no oír. El pueblo ha sido tan atacado que ahora su voz piensa que para ser oída debe callar a todas las demás, no importa el contenido del mensaje. Porque no es lo mismo los Aguirres que los Agarres.

 

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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